domingo, 14 de abril de 2013

Teenage kicks right through the night.

Abrí la puerta del coche y, cuando puse un pie fuera, ella ya llevaba tiempo de pie, esperándome al otro lado del vehículo, con una sonrisa de suficiencia que dejaba clara su alegría por ser más rápida que yo.
-¿Te crees guay?
-Lo soy.
-¿Y alguien guay necesita dos litros de agua para tomarse una pastilla?-repliqué, sarcástico, cerrando la puerta y echándole el cerrojo al coche. Su sonrisa se evaporó.
-Vete a la mierda.
Pero yo ya estaba volviendo a la casa de Hertfordshire, recordando cuando se inclinó a coger una botella de agua, sacó un vaso de la alacena y me miró con ojos de cordero degollado, sosteniendo la salvación de nuestra juventud en la palma de la mano.
-¿Listo para verme beber como un camello?
-¿Como un camello?-repetí yo, creyendo que la había oído mal. Asintió.
-Necesitaré por lo menos 2 litros de agua para tomarme una puñetera pastilla que me cabe entre los dedos.
-Qué triste-repliqué, negando con la cabeza y apoyándome en la encimera, invitándola así a continuar con lo que tenía entre manos. Ella contempló la pequeña pastilla, parpadeando lentamente, tal y como si le estuviera hablando de algo que no alcanzaba a entender del todo. La dejó cuidadosamente en la encimera y se dispuso a llenar el vaso, pero de repente le temblaba el pulso terriblemente. Le quité la botella con lentitud y le llené el vaso prácticamente hasta que el agua quedó al ras, amenazando con salirse en cuanto alguien tocara su contingente. Me miró con una sonrisa de agradecimiento, igual que si yo fuera su salvador: no debía de darse cuenta de que había sido yo el que había causado que ella ahora tuviera que tomarse una pastilla.
La vi enfilar el camino hacia la puerta mientras hurgaba en la mochila, disputes a sacar las llaves y abrirla, cuando alguien nos llamó con un silbido. Eri, a pesar de su chulería y lo de que no tenía pensado girarse si yo le silbaba, porque era una dama, no un perro, alzó la cabeza y contempló con una sonrisa al que nos había llamado.
Me giré en el momento justo en que Harry cerraba de una hábil patada la puerta de la pequeña verja que rodeaba nuestra casa, silbando una melodía que no conseguí identificar. Parecía alegrarse de que viniéramos en el mismo coche, incluso de que nos hubiéramos sentado uno al lado del otro, sobre todo después de llamarnos en el momento en que nos llamó, cuando habíamos discutido y Eri lloraba cual magdalena. Y yo había sido tan estúpido de pensar que estaba llorando porque se había dado cuenta tarde de que no tenía razón y yo sí, de que yo no era un alcohólico y ya estaba.
-Feos.
-Deja de hablar con espejos, Styles-replicó Eri, negando con la cabeza y corriendo hacia él, dispuesta a echarse a sus brazos sin problema ninguno, sin ver que venía con las dos manos ocupadas con sendas bandejas de cartón del Starbucks.
Pero Harry se acercó despacio al  coche, tomándose su tiempo (al igual que cuando hablaba), las dejó despacio sobre éste, asegurándose de que no se caerían y derramarían su contenido, y estrechó a mi chica entre sus enormes brazos, acariciándole la espalda con aquellas manos que, según las fans y como un servidor podía observar después, eran del tamaño de Rusia.
Eri le plantó un sonoro beso en la mejilla, no sabía si porque se alegraba mucho de verlo o porque quería ver cómo reaccionaba yo después de nuestro falso fin de semana; seguramente quisiera comprobar si me ponía celosísimo y moría a consecuencia de esto. Pero decidí pensar que era más bien lo otro.
Carraspeé y los miré mientras se separaban y me miraban, como si de repente hubieran olvidado que yo estaba allí. Alcé una ceja.
-¿Y si os vais a un hotel? Hay más intimidad, y eso-comenté, dándole una palmada en la espalda a mi mejor amigo y luego atrayéndolo hacia mí. Echaba de menos que Harry, el más joven del grupo, me sacara varias cabezas cada vez que nos abrazábamos, recordándome así que yo podía ser el mayor y a la vez ser más pequeño que él, en cuanto a estatura y mentalidad. Estaba bien saber que había alguien más joven que tú que medía más. Era un sentimiento muy extraño, pero placentero.
Eri cogió las bandejas del Starbucks y las miró. A diferencia de las veces que Harry volvía a casa cargado con las bebidas (vete al Starbucks, Harry, decíamos siempre, que tú tienes las manos más grandes), en esta ocasión la segunda bandeja  no traía un único vaso de plástico, sino que venía con otros dos más. Le miré con el ceño fruncido, preguntándome si tendríamos visita.
-Liam sabía que vendríais ahora.
Asentí con la cabeza cuando él se encogió de hombros; la sabiduría de Liam era indiscutible. Si te atrevías a preguntar o a llevarle la contraria, te entraba una urticaria y morías en un período no superior a 48 horas. Y, como todos odiábamos la urticaria, no nos atrevíamos a llevarle la contraria, a no ser que fuera en temas menores, donde suponíamos que la maldición de Liam no nos hacía efecto.
-¿Qué tal todo?-me susurró al oído, y yo supe a qué se refería sin necesidad de ver cómo miraba a Eri.
-Bien. Ya lo hemos solucionado.
-Me alegro, tío-se separó de mí, sonriendo; sus hoyuelos le hacían un profundo agujero en las mejillas, agujero que todo el mundo aprendía a adorar sin reservas-. Hacéis buena pareja. Sois idénticos.
-Y tú y la pequeñita sois polos opuestos. Y ya sabes lo que dicen.
Eri se giró en redondo para mirarnos, sonriendo con cinismo.
-¿Tenéis pensado quedaros toda la tarde ahí hablando, o vais a entrar?
Harry se rió cuando me giré a hacerle una mueca a mi novia, metió las manos en los bolsillos y siguió a la chica hasta la calle. Cuando estaba cerrando la puerta, una bola marrón pasó entre mis pies en busca de la libertad, decidida a recorrer mundo y vivir mil y una aventuras... siempre y cuando consiguiera escaparse de las garras de su malvada dueña, que gritaba su horrible nombre en español,  como desquiciada.
-¡ARENA! ¡ARE-NA! ¡ARENA! ¡VEN AQUÍ AHORA MISMO!-chillaba Alba; no podía hablarle en su idioma materno porque el conejo era inglés y no la entendería, y nosotros le hablábamos en inglés al bicho del demonio cuando ella no estaba, así que no le quedaba más remedio que seguir con su tortura particular de idioma.
-Adiós, Alba-repliqué yo, dejándola pasar y contemplando cómo correteaba detrás de su mascota mientras Liam intentaba alcanzarla.
-¡Voy a acabar poniéndole una correa! ¡Ya verás!-gritaba el mayor de los demás, correteando detrás de ella, que estaba demasiado ocupada tratando de hacerse de nuevo con el cuerpo de su bola de pelo marrón que apenas podía prestarle atención a él.
Alguien me tiró al suelo y me empezó a gritar cosas que no entendía.
-¿Niall? ¡Niall! ¡NIALL!-bramé, intentando zafarme de él, que seguía chillando en algo que sonaba como inglés acelerado mil veces.
-¡Tienes que venir ya, Louis! ¡Rápido! ¡Zayn no nos lo quiere contar si falta alguno!
Y de repente unas manos enormes me estaban levantando, y los gritos de Liam habían cesado, convirtiéndose en murmullos que no paraban de maldecir a su novia y su mascota.
-¿Qué pasa?
Tiraron de mi camiseta, de mi chaqueta, me arrastraron también por los pantalones, sólo para llevarme hasta el sofá. Di manotazos a diestro y siniestro, cual pez fuera del agua que busca con desesperación su medio natural.
-¡Vale ya, coño! ¡VALE!-grité a pleno pulmón. Eri se había sentado a mi lado en el resposabrazos, con las piernas cruzadas, mirando a Zayn con cara de póquer. Seguramente estuviera esperando para satisfacer su necesidad antes incluso de saludarlo como todos sabíamos que ambos querían: con un buen achuchón.
Harry se tiró en el suelo, quejándose porque se había dado un buen golpe en el culo, y miró a Zayn con ojos como platos. La atención había pasado de nosotros por haber llegado, al conejo de Alba y Alba por escaparse éste y comportarse ella  como una loca esquizofrénica que trataba desesperadamente de sacar una anguila de su río sin otra ayuda que sus propias manos, al musulmán de la banda, el tímido, el misterioso, el oscuro... el que estaba aprovechando y degustando aquella atención que lo rodeaba como un aura, paladeando pequeños sorbos de su café.
-¡ZAYN!
-No estamos todos-replicó él en voz baja, dando un sorbo más y asintiendo con la cabeza cuando se encontró con que el café estaba más bueno de lo que él recordaba.
Suspiré, asentí con la cabeza, me levanté de un brinco y fui a la calle. Abrí la puerta sólo para comprobar que Alba seguía corriendo detrás de la bola de pelo infernal, que conseguía esquivarla siempre en el último minuto.
-Coge al bicho y métete en casa-ordené-. Zayn está muy tocapelotas.
-Voy ahora, Louis-protestó ella, intentando cogerla. Se apartó el pelo de la cara y me clavó una mirada reprobatoria-. ¿Sabes? Podrías venir a ayudarme.
-Ya le di zanahorias a Horace una vez.
-Se llama Arena-gruñó ella, haciendo caso omiso de mi tono condescendiente y volviendo a la carga. Cuando me quise dar cuenta, los chicos volvían a tirar de mí para meterme en casa, y Eri iba en dirección a su amiga. Se sentó en las escaleras del porche y empezó a hacer ruidos con la boca, justo en el momento en que a mí me metían en el salón de nuevo y me tiraban en el sofá. Liam se acomodó a mi lado, deslizando sus ojos marrones hacia la ventana, con la esperanza de darle ánimos a su chica con ese simple gesto y conseguir que cazara a ese bicho.
Como el animalito siguiera así, algún día se me cruzarían los cables y lo metería en una olla para comérmelo.
Los chicos volvían a tirarme de la camiseta, pero esta vez yo sabía que era que querían la información que yo tenía que darles a ellos. Negué con la cabeza y cogí una libreta que descansaba tranquilamente en la mesa de enfrente de la tele, la abrí, cogí un bolígrafo y le quité la tapa con la boca.
-A ver, ¿cómo os llamáis?-pregunté, mirándolos y conteniendo una sonrisa.
-¿Qué haces, Louis?
-Estáis comportándoos como fans enloquecidas. Así que os voy a tratar como a fans enloquecidas. ¿No queréis un autógrafo? ¿Preferís una foto?
Se miraron entre ellos y, por fin, empezaron a reírse a carcajadas. No tardé en unirme a ellos y, cuando las chicas entraron, los cinco formábamos una montaña humana de piernas pataleantes y bocas que vomitaban carcajadas, acompañadas de cabezas que no podían creerse lo que oían y ojos que se cerraban, manos que aplaudían...
Alba traía en brazos al bicho infernal, y nos miraba con el ceño fruncido. Eri se sentó en el reposa brazos, como antes, y no preguntó: sabía que le íbamos a contar de qué nos reíamos en cuanto pudiéramos abrir la boca. Y así lo hicimos, consiguiendo que esta vez todos en casa nos echáramos a reír.
Arena se las arregló para saltar de los brazos de su dueña al suelo y corretear por el salón, demostrando que a él también le hacía gracia la situación en la que nos encontrábamos.
-Y, chicos, ¿qué tal vuestro fin de semana lleno de actividades sexuales?-espetó Zayn, sabiendo que ahora mismo era el dueño y señor de la situación, y que ese lugar se le iba a presentar en muy contadas ocasiones. Bufé.
-Muy fructífero. Hemos hecho muchas guarradas-gruñó Eri, decidida ahora a sacarle la información por sí misma a Zayn si era preciso. Lo haríamos a su manera si hacía falta: éramos muy capaces de agarrar entre todos al segundo mayor y torturarlo para que cantara como un canario. Y Zayn lo sabía.
-¿Estás escocida?
-Sé follar-replicó ella; supe por la tensión que comenzó a manar de sus piernas, tensión que noté bajo los dedos que rodeaban su muslo, que estaba a punto de darle una bofetada a Zayn, iniciando así la guerra.
-Camina un poco.
-¡Zayn!-le reprochó Liam, pero el interpelado no hizo caso; la chica se levantó y caminó meneando las caderas, cual top model.
Todos los ojos se posaron en mí.
-Entonces eso es que Louis no lo ha hecho del todo bien-sonrió Harry, alzando las cejas y mostrándonos a todos sus hoyuelos.
-Se corrió t...-empecé a protestar yo, dispuesto a dar datos, pero Eri corrió a ponerme las manos en la boca para evitar que fuera divulgando por ahí información de nuestros momentos más íntimos.
-Louis es bueno. Muy bueno.
Oh, sí, nena. Gracias.
-¿Qué vas a decir? No lo has intentado con otro. No sabes cómo está el nivel medio entre los hombres.
-No os la voy a dejar para que os la tiréis, panda de degenerados-repliqué, librándome de los dedos de mi española favorita y sentándola sobre mis rodillas, rodeándole de paso la cintura con los brazos y apoyándome contra ella, cuya tensión se evaporó en el acto, como las gotas de rocío con los primeros rayos de sol.
Le besé la espalda y sonrió. Ninguno de los dos podíamos evitarlo; cuando nos teníamos a tiro de labios, simplemente nos besábamos y punto. Daba igual dónde, en la mano, en la mejilla, en los labios, en las piernas, entre ellas... lo importante era que nos besábamos mucho, muchísimo, y que a los dos nos encantaba. Estaba seguro de que ya me había besado más con Eri en lo que llevábamos de relación que en los años que estuve con Hannah.
Eri se recostó contra mi pecho y suspiró, clavando sus ojos marrones en Zayn, deseando que la historia comenzara de un momento a otro. Pero, en lugar de eso, Zayn imitó a nuestros amigos americanos. Soltó la bomba atómica y luego se largó sin comprobar sus consecuencias.
-Estoy con Perrie Edwards.
Todos dimos un brinco, cada uno intentando ponerle cara a la chica que había terminado con la soltería que quedaba en nuestra banda, y que resultaba pertenecer y ser la única soltera de su propia banda, a su vez. Little Mix. Habían estado en la actuación de Eri de octubre, y habían aplaudido mucho cada una de las canciones, especialmente cuando mi chica salió con Cher y Ariana Grande a hacer su propia versión de una de sus canciones.
Alba y Eri intercambiaban sendas miradas que parecían francamente preocupadas; casi se preguntaban qué pasaría a partir de entonces con los ojos. Me pregunté qué pasaría.
La información que las chicas nos habían proporcionado con cuenta gotas acerca de nuestras ex novias de la otra dimensión (o ex novias fantasma, dependiendo de cómo tuviéramos el día las llamábamos de una manera o de otra) se había ido evaporando poco a poco en nuestro subconsciente hasta quedar una mínima laguna que cada uno de nosotros atesoraba de su respectiva. Yo recordaba bastante de Eleanor, pero apenas sabía nada de Danielle; muchas veces terminaba preguntándole a Liam cosas acerca de aquella que había desaparecido tiempo atrás sin dejar ningún tipo de rastro, presa de la sospecha de que en realidad Eri, Alba y Noe me habían estado vacilando durante tanto tiempo y habían conseguido hacerme creer que Eleanor existía (o había existido) cuando no era así. Pero Liam conseguía sacarme del error y terminábamos compartiendo información el uno con el otro sobre las chicas (las únicas que al parecer habían existido antes de la llegada de nuestras españolas) que habíamos tenido antes, y que ahora ya ni siquiera debían de existir.
El problema era que, en cuanto la conversación que manteníamos sobre ellas se acababa, un tupido velo se cernía sobre lo que había conseguido averiguar sobre Danielle. Y ese velo no volvía a levantarse jamás, me hacía acostumbrarme a su presencia de tal manera que, cuando desaparecía, si es que lo hacía, yo no lo notaba. Nunca lo había notado.
Alba frunció el ceño y asintió imperceptiblemente con la cabeza. Nadie que no la estuviera observando atentamente se habría dado cuenta de sus movimientos, y nadie que no estuviera casi más pendiente de ellas que de la bomba que Zayn acababa de lanzar sobre el resto habría notado el gesto que había desencadenado el asentimiento: un movimiento de la mano, simple, casi con trazas de casualidad, que claramente quería indicar luego lo hablamos de mi novia.
Arena se detuvo en medio del salón, mirándonos confuso, pues de repente todos estábamos serios, contemplando a Zayn con ojos como platos. Niall rompió el silencio.
-¿Y...?
-¿Y?-inquirió Zayn, rascándose distraído el brazo lleno de tatuajes, agachando la cabeza. De haber tenido una gorra en ella, se habría puesto a jugar con su visera ipso facto. Pero, al no ser así, cogió el paquete de cigarrillos de la mesa de la televisión, sacó un cigarro y el mechero y lo encendió despacio. Dio una lenta calada, cerrando los ojos.
-¿Vais en serio?-aprovechó para preguntar Liam, aunque me dio la impresión de que le parecía que efectivamente así era. Zayn asintió con la cabeza, guardando el mechero dentro de la cajetilla, aprovechando el espacio libre que los cigarros ausentes habían dejado, y arrojándola sobre la mesa de nuevo. Jugueteó con el cigarro encendido en los labios, lo cogió con dos dedos y soltó una rápida nube grisácea, alejándola de todos con una mueca. Dio otra calada. Estaba esperando que continuáramos con el interrogatorio, el cigarrillo era el juguete con el que se tranquilizaría.
Esa vez decidí que el siguiente en atacar sería yo.
-¿Cómo fue?
Zayn me miró sorprendido; se esperaba esa pregunta de todos, excepto de mí. Yo era siempre el despreocupado, al que le interesaban poco los orígenes de las cosas, el que se interesaba por el ahora y le daba igual todo lo demás. Pero la verdad es que tenía curiosidad por conocer los detalles de cómo le habían robado el corazón al misterioso de los cinco.
Zayn se encogió de hombros una vez se recuperó de la impresión, sacándose el cigarro de la boca y observándolo como quien observa un fósil recién descubierto de un dinosaurio aún sin identificar. Eri no pudo reprimir la sonrisa; estaba cambiándome. Estaba haciendo que me interesara por cosas por las que antes simplemente preguntaría por curiosidad que desaparecía en cuanto las palabras salían de mi boca. Se giró a mirarme, me sonrió, se apartó el pelo de la cara, colocándoselo detrás de la oreja, haciéndome amarla aún más por ello, y volvió a colocarse en su posición original.
Alba imitó a su amiga y se sentó en las piernas de Liam, que la recibió con un beso en los labios. El amor estaba en el aire en esa casa. Sonreí.
-Ya sabéis que quedábamos de vez en cuando, por el concurso y eso... no sé, el otro día coincidimos en una fiesta y nos fuimos a tomar algo, empezamos a hablar, y...-sonrió, recordando. Se rascó la nariz-. Descubrimos que teníamos mucho en común. Así que empezamos a quedar en serio; tipo ir a tomar un café, a la bolera... ya sabéis, lo que se suele hacer. Y, cuando me quise dar cuenta, estábamos acostándonos.
Su semblante se ensombreció.
-Y ella se asustó; pensó que íbamos demasiado rápido y me dijo que necesitaba tiempo para pensar. Yo le respondí "lo que necesites, Perrie". Y así hasta entonces. Terminó decidiendo que tal vez fuéramos demasiado incompatibles, porque somos como los de Pocahontas, sólo que al revés-Perrie era bastante más  pálida que Niall, lo que contrastaba mucho con la piel color café de Zayn-. Pero continuamos viéndonos, y de vez en cuando terminábamos enrollándonos, nada serio, lo de siempre.
-¿Le pusiste los cuernos?-preguntó Alba, frunciendo el ceño. Zayn negó con la cabeza.
-Le pregunté que si le importaba que saliera con otras y me dijo "no, adelante"-hizo un gesto con la mano que quería indicar claramente que estaba alejando algo de sí, una preocupación-. Ella hubiera podido hacer lo mismo si quisiera.
-Pero te gustaba-intervino Harry, que había escuchado en silencio hasta entonces. Zayn asintió, dándole otra  calada al cigarro. Ya iba por la mitad.
-Sí. Me gustaba mucho-pequeñas nubes tóxicas se escapaban de la boca de Zayn; terminó vomitándolas con la soltura del fumador-. Lo suficiente como para conformarme con un trozo de ella, por pequeño que fuera. Y el otro día pasó-su sonrisa había vuelto, y yo me alegré-. Había discutido con una amiga y estaba hecha una mierda. Me llamó casi llorando, y yo fui lo más rápido que pude a verla... y nos besamos.
-Oh, por favor. Qué romántico es todo-espeté yo, poniendo los ojos en blanco-. Pero si ya os habíais besado.
-Nos besamos como tú besas a Eri, Liam a Alba o Harry a Noemí. Nos besamos como si lleváramos toda la vida juntos.
-¿Beso a Noemí así?-la voz de Harry casi sonaba aterrorizada. Todos lo miramos-. Quiero decir, ¿como si llevara toda la vida con ella?
Ignoré las caras de absoluta felicidad de Liam y Alba, que se asemejaban más a una pareja de recién casados que esperaban su primer hijo (tal vez gemelos), y me giré a mirar al más pequeño.
-¿Acaso es malo, Haz?-me burlé. Harry se encogió de hombros.
-Lo que es es... diferente. No esperaba besarme... así con... ella-se encogió de hombros. Algo en mi interior se puso a brincar al darse cuenta de que el Harry débil e inseguro que no sabía lo que pasaba con su novia y era presa del pánico ante la posibilidad de que ella lo dejara había desaparecido.
-A mí me parece bonito-susurró Eri, sonriendo de oreja a oreja.
-Oh, no. Doña Diario de Noah está saliendo a la superficie-me reí, haciéndole cosquillas. Pataleó y negó con la cabeza.
-Zayn también se merece ser feliz.
-¿Y yo?
-¿No lo eres?
-Inmensamente.
-Largaos a un hotel-espetó Niall, riéndose a carcajadas. Le hice caso omiso y besé a Eri en los labios, sabía tan bien como siempre. A cielo.
Le hice un gesto feo a Niall con el dedo corazón y todos se rieron. Empezamos a ponernos al día del o que habíamos hecho en las vacaciones: cada uno de nosotros había ido a su casa a pasar las  fiestas con su respectiva familia, dos afortunados incluso pudimos llevarnos a nuestras novias. Y así, mientras Liam y Alba nos contaban a los demás lo que habían hecho en vacaciones (no habían tenido tanto sexo como Eri y yo, lo que sería prácticamente imposible, pero tampoco se habían quedado de brazos cruzados) y yo metía baza de vez en cuando, deseando oír las risas de los demás, nos desplazamos a la cocina para preparar la cena y disponernos a dar buena cuenta de ella. Nos sentamos a la mesa escuchando el relato de Niall, quien nos contó con pelos y señales lo que había hecho con toda su familia cada día. Los irlandeses echaban mucho de menos al rubio, ya que lo tenían en casa muchas menos veces de las que el resto de familias nos tenían a los demás, de modo que cada vez que Niall volvía a su tierra natal, se montaba una gran fiesta, casi suplicándole que esta vez no se fuera. Pero Niall siempre terminaba yéndose, atraído por la llamada de la música y de nuestro compromiso con ella, con la banda y con los demás.
Alba dejó caer la cuchara en el bol donde se había servido la mousse de chocolate que habían encontrado congelada, se deslizó por la silla hasta quedar prácticamente tumbada sobre ella y se desabrochó el cinturón.
-Creo que voy a reventar.
Eri alzó la cabeza y sonrió, apartando por fin el bol con su postre. Casi no haría falta lavarlo; había puesto tanto empeño en recoger hasta la última gota de chocolate que le había quedado allí, que no había dejado el bol total y absolutamente limpio.
-Vas a echar un culo impresionante-se burló, cogiendo el pan que le había sobrado de la cena, cortando un trozo minúsculo y tirándoselo a Alba, que, de tal empacho que tenía, apenas se revolvió para esquivarlo.
-Cierra la boca, puta. Esto lo bajo yo en seguida. ¿Eh, Liam?-le tocó el brazo a su novio con extrema lentitud, parecía más un koala que una humana.
Liam le sonrió mientras seguía peleándose con la mousse, que se negaba a ser devorada con un tenedor.
Harry bebió de un largo trago la bebida que quedaba en su vaso y apoyó el codo en la mesa, tocando a Eri en el hombro, que se giró para mirarlo.
-¿Una partida a las cartas?
-Yo eso no me lo pierdo-replicó Niall antes incluso de que la interpelada pudiera contestar. Eri sonrió, asintió con la cabeza y se fue a la mochila. Sacó una baraja de cartas españolas, abrió la caja de cartón y las esparció por la mesa, apartando el mantel de un manotazo.
-Tranquilos, hombre, ya recojo yo la mesa-repliqué, levantándome y poniendo los boles unos encima de otros, asegurándome de que no se me caerían (la última vez que se me había caído algún utensilio de cocina al suelo mi madre me había soltado una bofetada y me había dicho que nada de salir en un mes, aunque seguramente su enfado se debiera a que a mí no se me había ocurrido otra cosa que ponerme a hacer malabares con sus copas de cristal más selectas, pero no era culpa mía. Si no las hubiera dejado a mi alcance, yo no me habría puesto a hacer el subnormal), y los llevé a la cocina. Los coloqué en el fregadero y regresé, cruzándome con Liam, que llevaba todo lo restante a duras penas. Protesté que yo también tenía manos y que podía encargarme yo de eso, pero me puse pálido en cuanto Liam me soltó que si me encargaba de la mesa también me tendría que encargar de poner la lavadora de vez en cuando.
-¡La lavadora hace ruidos extraños, y me asusta!
-La lavadora no hace nada raro, Louis-replicó Zayn, fumándose el que sería el primero de muchos cigarros esa noche-. Te lo digo yo, que la pongo muy a menudo-se acercó un cenicero y dejó caer la ceniza de su cigarro en éste, asegurándose de que no caía en otro sitio.
-Vete a la mierda. A mí no me gusta, y punto. Pero que no la ponga no significa que sea un minusválido o algo. Puedo hacer trabajos por la comunidad, ¿sabes?
-Yo en mi casa no me quejo si alguien no me deja recoger la mesa. Al contrario-murmuró Alba, mirando por encima del hombro de Harry las cartas de éste, que estaba esperando a que Eri tirara una de las suyas. Un rey de copas descansaba encima de la mesa, arrojado por Niall.
-Yo me largo a mi habitación antes siquiera de que me den la posibilidad de recogerla-replicó Eri, negando con la cabeza y dejando caer un dos del mismo palo en la mesa.
-Gracias por esperarme-espeté, sentándome a su lado y contemplando las dos cartas que le quedaban restantes. Reconocí el juego inmediatamente.
-Lo siento, amor-replicó ella, dándome un beso en la mejilla y dejando un rastro ardiente cuando retiró su boca. No iba a acostumbrarme a eso, y lo sabía.
Niall continuó con su parloteo sobre Irlanda, sólo dándose por satisfecho en los momentos en los que las conversaciones con Victoria se hacían inminentes, celoso de su intimidad de pareja.
-¿Os habéis animado ya?-preguntó Harry mientras yo me ocultaba tras mis cartas. Eri me había cedido su sitio en la mesa cuando quedó última en la partida anterior, pero yo no iba a mejorar demasiado su posición.
Niall frunció el ceño.
-He intentado sacarle el tema varias veces, pero siempre contesta con evasivas.
-Mujeres-espeté, chasqueando la lengua. Liam miró a Alba.
-Pero mira que sois complicadas.
-¿Y si no está lista?-defendió a la galesa la interpelada, frunciendo el ceño-. ¿Queréis presionarla?
-No le digáis nada-intervino Niall, clavándonos una mirada envenenada. Alcé las manos y casi les enseño mis cartas a los demás, de no ser porque Eri levantó la mano para taparlas a tiempo, habría tenido que retirarme o limpiar mi mano lo antes posible-. Va en serio. No quiero que le digáis nada.
-Si no hace nada es porque ella cree que eres tú quien no quiere. ¿No dijiste que ya se había acostado con otro?-quiso saber Eri, mirando a Niall fijamente. Niall entrecerró los ojos, sumergiéndose en sus recuerdos.
-Creo haberle entendido que fue así, sí.
-¿Entonces, de qué te quejas? Tienes que hacerle entender que realmente te apetece acostarte con ella. Seguro que ella también tiene ganas pero se controla porque cree que tú no te sientes preparado aún.
-Me lo siento. Pero sobre todo tengo curiosidad.
-No es nada del otro mundo.
-Gracias-gruñí, abriendo los ojos y mirando a Eri-. Muchísimas gracias.
-A ver-ella se apartó el pelo de la cara y dejó caer su mano en mi brazo, pensando cómo me explicaba aquello. Su contacto provocó en mí el efecto tranquilizador que ella fingía no haber buscado, pero que había buscado con total seguridad-. Lo que quiero decir es que... si Niall no se siente preparado-dejó de tocarme para hacer un gesto en su dirección con la palma de la mano orientada hacia el cielo-, tampoco es nada que haya que hacer con prisa.
-Ya-murmuré, porque ya se había acostumbrado a mi vale que en realidad venía a decir como déjame tranquilo, lo que tú digas.
-Pues eso.
-Pues bien.
-Pues vale.
-Pues guay.
-Pues oc-me volvió a repetir, igual que hacía un par de días. Sonreí y le acaricié la espalda; sus ojos brillaron cuando la toqué. Me gustaba cuando lo hacían.
-Ahora es cuando abriríamos nuestros regalos de Navidad-reflexionó Harry, que le había dado la vuelta a su silla y se había sentado con el respaldo entre sus piernas, apoyando la barbilla en la parte de arriba y contemplando el vacío, pensativo. Algo le pasaba.
-Tenemos que esperar a Victoria-masculló Liam, tirando la última carta y observando cómo Zayn ganaba la última jugada. A continuación se puso a contar los tantos que se había apuntado, pero me parecía que Niall había ganado la partida esta vez.
Asentí con la cabeza: yo había recibido un coche espectacular por mi cumpleaños, así que ya no esperaba ningún regalo más. Y tampoco lo quería, sinceramente. El Lamborghini y el tatuaje de Eri en la cadera habían sido más de lo que yo me habría atrevido a pedir en seis vidas enteras.
Las chicas se excusaron y subieron a la cama antes que nosotros, que aprovechamos nuestro momento de soledad para volvernos los machos que no nos atrevíamos a ser con ellas delante. Nos sentamos delante del sofá y encendimos la tele, más porque no queríamos que ellas se quedaran calladas en el piso de arriba y escucharan nuestras conversaciones, que porque realmente nos interesara qué había pasado al sur de Inglaterra con un barco encallado en tal playa.
-¿Qué tal el fin de semana, Tommo?
-¿Tuviste mucha marcha?
-Seguro que te pusiste morado a estar en la cama, tío. Confiesa. Estás entre amigos.
-Cuéntanoslo todo.
-Con detalles.
-Con muchos detalles.
-¿Te la comió?
-Te corriste en su boca, ¿a que sí, hijo de puta?
-Cómo te debió de gustar eso, so cabrón.
-¿Se lo comiste tú?
-Tíos-repliqué, riéndome y negando con la cabeza-. ¿Qué es esto? ¿Una línea erótica?
-¡Contesta!-bramaron los cuatro al unísono, haciéndome dar un brinco. Me levanté la manga de la camiseta para contemplar el tatuaje de Far Away. que me había hecho; había sentido que lo necesitaba, y no había visto tan claro por qué hasta que Eri me lo dijo: era por ella. No era porque estuviera lejos de casa. Los pájaros de mi muñeca eran los que representaban mi huida del nido. El Far Away de mi antebrazo era porque en realidad siempre tenía a una de las mayores razones  de mi sonrisa lejos de mí.
Lo recorrí con el dedo índice, pensativo. Iba a terminar diciéndoselo, estaba claro: siempre lo hacíamos, siempre dábamos detalles indecentes que en teoría no deberíamos dar, pero que terminábamos compartiendo de todas formas.
-Sí.
-Sí, ¿qué?-espetó Harry, molesto porque no dijera a qué sí.
-Sí... a todo-les concedí, levantando la cabeza y contemplándolos con una mirada y una sonrisa pícaras dibujados en el rostro. Se me quedaron mirando, tiesos como estatuas, después se miraron entre ellos, algunos tenían la boca abierta, otros simplemente alucinaban con ella cerrada... y, cuando procesaron la información, se abalanzaron sobre mí.
-Qué hijo de puta. Qué hijo de puta-murmuraba Zayn por lo bajo; seguramente yo había llegado más lejos que él en cuanto a sexo oral se refería.
-No me la imagino ahí...
-¿Estabas de pie?-quiso saber Harry, alzando una ceja. Hazza y los detalles, los detalles y Hazza. Negué con la cabeza.
-Fue en la cama.
-Tenéis que probarlo de pie. Es genial.
-¿Y tú cómo coño lo sabes?-preguntó Liam, frunciendo el ceño, divertido. Harry encogió sus enormes hombros.
-A Noe le gusta probar cosas nuevas.
Y volvimos a reírnos con más ganas.
-¿Y tú a ella?
-Es lo justo-asentí con la cabeza.
-¿Cómo es?-preguntó Niall, mirándome de arriba a abajo.
-¿Que te lo hagan o que lo hagas?
-Las dos cosas.
-Es... diferente.
-Tienes que estrenarte, duendecillo-Zayn le dio una palmada en la espalda y Niall se rió. La verdad es que no me imaginaba a Niall haciendo esas cosas con nadie. Parecía tan puro, y era tan tierno...
-¿Algún polvo que merezca la pena reseñar?-inquirió Liam, cruzándose de brazos y dejándose caer contra el respaldo del sofá. Me encogí de hombros.
-No lo sé... ¿En la bañera? ¿Sobre el piano?-oh, joder, el del piano...- ¿En la piscina?
-Será coña-gruñó, estupefacto-. ¿En la piscina?
Sonreí.
-Eres un auténtico y enorme golfo, Tommo. El mayor que he visto en mi vida.
-En Doncaster nos lo montamos bien-repliqué, abriendo los brazos.
-Qué hijo de puta-murmuró Zayn, que no se lo podía creer. Había apagado con rabia el cigarro, aplastándolo contra la fría superficie del cenicero-. Y luego él es el caballero.
-El caballero es Liam-advirtió Niall.
-El segundo caballero.
-Es que engaño muy bien a la prensa-me llevé la mano a la boca, dejé salir el aliento en su dirección, y me limpié la mano contra la camiseta, sacándole brillo a las uñas. Alcé las cejas varias veces y todos se echaron a reír.
-Qué putada volver aquí, ¿no?
-Un poco. Pero se os echaba de menos. Conseguís meteros dentro.
-Y tan dentro-replicó Harry, simulando que estar sin Noemí no le afectaba tanto como realmente lo hacía. Ante mis ojos, recordó algo, y su expresión cambió-. Oye, ¿y la pelea que tuvisteis...?
Dejó la frase en el aire, temiendo preguntar si ahora Eri y yo estábamos en una tregua y realmente no habíamos solucionado el tema que nos había hecho discutir, o si todo estaba arreglado.
-Está arreglado.
-¿Por qué os peleasteis?-quiso saber Zayn.
-Dice que bebo mucho-me encogí de hombros. Todos soltaron un ¡Aaaaaah! que me dio qué pensar- ¿Qué cojones se supone que significa eso?
-Nos preguntábamos por qué no habías cogido una cerveza en cuanto llegaste a casa-confesó Niall, que había sido siempre el que se encargaba de estas cuestiones, porque nadie con corazón en el pecho era capaz de levantarle la voz. Fruncí el ceño.
-¿Va en serio?
-Es lo primero que haces nada más llegar a casa-Liam puso la mano plana y vertical a frente a su cara-. Derecho hacia la nevera, a buscar una cerveza.
Me rasqué la tripa.
-¿Hago eso?
Asintieron a la vez, por lo que empecé a ponerme de mala leche. Mierda, había hecho llorar a Eri por algo en lo que ella tenía razón desde el principio.
-Me llamó alcohólico-terminé de defenderme como buenamente pude, escudándome en la ofensa. Y pareció funcionar, porque todos volvieron a sorprenderse.
-No eres alcohólico. Bebes mucho, pero no creo que lo seas-me apoyó Harry, dándome una palmada en el hombro- Es que te gusta.
-Como a ti y Zayn andar con mujeres.
-Aquí cada uno tiene el hobby que le sale de las pelotas, ¿estamos?-gruñó Zayn-. ¿O tenemos que hablar de Liam y las cucharas?
-Vale,chicos, vale-llamó a la calma el más sensato del grupo, sabiendo que una tormenta sería lo que menos necesitábamos en ese momento, pues mañana nos íbamos a rodar otra parte de One Way Or Another.
Harry se mordía el labio.
-Yo no soy así. No soy un mujeriego. No las trato como objetos.
-Tienes razón, Haz. Perdona-susurré, revolviéndole el pelo. Me sonrió.
-Estás perdonado.
Pues claro que estoy perdonado. Soy yo. Tu mejor amigo.
Le devolví la sonrisa, pero yo no tenía hoyuelos que me hicieran parecer adorable. Sólo un diente torcido que a Eri le parecía simpático (como si se hubiera puesto a hablar con el diente y este le hubiera respondido que hacía un día precioso), y al que cada día llamaba de una manera. Su favorito era Eustaquio. Pues muy bien. Mi novia era tan normal que le ponía nombres a mis dientes torcidos.
-Ya tenemos fecha para ir a Ghana, tíos-comentó Liam, que era el que siempre nos estaba recordando nuestros compromisos y al que deberían llamar el primero para que se asegurara de que la agenda nos permitiría cumplir con las diferentes demandas que se nos iban presentando.
-¿Cuándo es?-Niall se levantó para ir a la cocina a por una bolsa de Doritos.
Liam miró directamente a Zayn.
-En tu cumpleaños.
Se encogió de hombros.
-No importa. Podemos hacerles una tarta, o algo así.
-Joder, tíos-susurré, pasándome una mano por los ojos y frotándomelos-. Va a ser horrible.
-Ya te digo-murmuró Harry; sus ojos estaban un poco húmedos. Seguramente ya se había puesto a buscar para saber a qué nos enfrentábamos, y seguramente hubiera visto cosas que no se imaginaba y que le habían impactado mucho más de lo que en principio esperábamos.
Ninguno sabía entonces que el viaje a África iba a ser tanto devastador como inspirador. No esperaríamos encontrarnos las cosas como nos las encontramos.  Y no dejaríamos de luchar a partir de entonces por cambiarlas.
-¿Va a haber críos?
-Vamos a un campamento de niños, Lou. A nosotros nos tocan los niños. A Jessie J le toca la gente que sufre bullying, y, ahora mismo no recuerdo a quién, es a quien le toca el campamento de los adultos.
-¿Qué enfermedad?
-Malaria.
Bufé, cerrando los ojos.
-Ya me veo suicidándome para no ver aquello cuando estemos allí.
-Lo superarás-aseguró Niall.
-Sabéis lo que adoro a los críos-le contravine, apartándome la mano de la cara y frotándome los muslos con ambas-. No me jodáis. Voy a quedar hecho una porquería.
-Les ayudaremos-aseguró Liam-, y mucho más si vamos los cinco.
-No me voy a quedar sin ir a visitarlos, no te preocupes. Sólo espero poder hacer sonreír a un par de ellos.
Los chicos sonrieron, los cuatro esbozaron tiernas sonrisas, como si yo fuera el más joven allí.
-Qué tierno eres, Louis.
-He crecido con niños en casa, joder, y sé quererlos con todo mi corazón.
-Seguro que les caes bien.
-Tenemos tiempo para deprimirnos con los pobres niños de África, tíos-anunció Zayn, levantando las manos para llamar nuestra atención-. ¿Qué os parece si vemos un poco de fútbol, o incluso echamos una partida?
-Yo voto por la partida.
-Y yo.
-Yo si eso os veo-no me sentía con muchas ganas de jugar, ahora que era consciente de toda la mierda que salía por mi boca cada vez que me quejaba de algo. Vale, mis padres se divorciaban, pero yo al menos tenía padres y estaba sano. Y, desgraciadamente, había mucha gente en el mundo que no podía hacer esas afirmaciones, a veces incluso ninguna, y nunca se quejaban. Menudo egoísmo podíamos llegar a concentrar en un solo cuerpo los que vivíamos en el mundo desarrollado.
Y luego teníamos, además, que yo estaba viviendo mi sueño, algo que casi nadie podía decir en el planeta.
-Necesito una cerveza-susurré, parpadeando despacio mientras los chicos se preparaban para echar una partida. Subí las escaleras justo para encontrarme a Alba en el pasillo, que iba de mi habitación a la de Liam.
-¿Ya vas a dormir?-pregunté, inclinándome para que me diera un beso. Me besó en la mejilla y asintió.
-Sí. Estoy molida.
-Vale. Que descanses.
-Gracias, Lou. Buenas noches.
-Buenas noches.
Abrí la puerta de mi habitación sin llamar; lo peor que podía pasar era que Eri estuviera desnuda y no me esperara.
Levantó la vista del libro (joder, ya iba por el segundo de la trilogía que le había regalado) y me sonrió, aunque precavida, mientras se masajeaba las piernas con la mano libre.
-¿Qué haces?-pregunté.
-Echarme crema hidratante.
-Ah. ¿Desde cuándo eres tú aficionada a las cremas?
-Desde que fui de compras con Gemma.
-¿Gemma? ¿Qué Gemma?
-La hermana de Harry.
-¿Harry? ¿Qué Harry?
-El compañero de banda de Louis.
-¿Louis? ¿Qué Louis?-bromeé. Tal vez fuera más fácil que no se pusiera como loca si primero la hacía reír.
-Mi novio-respondió, sonriendo.
-Creía que tu novio se llamaba Luisín.
-Te ha hecho gracia, ¿eh, bobo?
-Fue bestial-murmuré, contemplándola embobado.
-¿Ya vienes a dormir?
-¿Puedo beber una cerveza?
Pestañeó, asintiendo despacio con la cabeza.
-Yo no te quito de beber, Louis. Yo sólo te digo que tienes que beber menos. Y si pudieras dejarlo, mejor...
-La necesito-me justifiqué. Ni con mi madre me había justificado de aquella manera, con ella la conversación era simple.
-Mamá, ¿puedo coger una cerveza de papá?
-No, hijo, no puedes.
-Vale-y la cogía igual porque estaba hecho todo un rebelde.
-Vale, mi amor-replicó ella, devolviéndome a la realidad. Le sonreí.
-No te preocupes. Lo dejaré en fin de año.
-En fin de año vas a coger un ciego que no me vas a reconocer ni a mí, Lou-espetó, sonriéndome a la boca, que estaba ya a escasos centímetros de la suya.
-Da gracias si me acuerdo de cómo me llamo.
La besé despacio y bajé corriendo las escaleras, abalanzándome sobre la nevera y cogiendo una botella. Cogí también para los demás, y las dejé sobre la mesa mientras me tumbaba sobre el sofá a  comentar las jugadas de cada uno.
Abandonaron la partida a eso de las doce de la noche, porque mañana teníamos que madrugar. Subimos en fila india las escaleras, como zombies, despidiéndonos con la mano o con un gesto, y cada uno metiéndose en su respectiva habitación.
Niall metió una bolsa de palomitas en la suya y cerró la puerta. A los pocos segundos lo escuché teclear en su portátil. Me alejé despacio, en silencio, decidido a darle al irlandés toda la intimidad que se merecía. Debía de ser muy difícil no tener a tu novia contigo ni siquiera en los fines de semana.
Abrí la puerta de la habitación sólo para encontrarme con que Eri seguía leyendo, pensativa. Fruncía el ceño en una mueca que a mí me encantaba. Me quité la camiseta y, de repente, tenía sus ojos posados en mí.
-¿Sigues con lo mismo? ¿Cuántas páginas te quedan?-pregunté, mirándola, mientras decidía si me quitaba los pantalones o no. No es que no hiciera un poco de frío, pero Eri siempre terminaba dándome calor. En los dos sentidos.
-Lo dejé un poco y me metí en Internet con tu móvil. ¿Te importa?
Negué con la cabeza.
-Te llegó un mensaje-desbloqueó el teléfono y me lo tendió-. De Stan. Quiere que mañana por la mañana lo llames, sobre la una.
-Eso ya no es la mañana.
Se encogió de hombros y siguió con lo suyo, volviendo la vista hacia sus libros.
Me senté a su lado y comencé a besarle el hombro, descubierto gracias a la camiseta de finos tirantes que últimamente se ponía para dormir. Sonrió, revolviéndose cuando llegué a su cuello y le hice cosquillas, colmándola a besos.
-Te estás yendo por mal camino, Tommo.
-Con un poco de suerte arrastraré a mi novia por ahí conmigo.
Me aparté de ella y la miré, sonriéndole. Vamos, nena. Otra vez más. La última de este falso fin de semana tan perfecto.
-No lo necesitas.
-¿Y eso?-repliqué, poniéndome encima de ella, todavía vestido, metiéndola entre mis piernas y tirando de la manta, sólo para descubrir que llevaba unos pantalones que no merecían ni llamarse así de lo pequeños que eran.
-He estado leyendo fanfics, y la verdad, es que no sabes el calentón que tengo encima.
-Eso me gusta-repliqué, uniendo nuestras bocas y empezando a deslizar los tirantes por sus hombros. Dentro de poco podría besarle los pechos, contemplarlos, jugar con ellos. Sonrió en mi boca.
-Y, ¿sabes qué es lo mejor?
¿Que tal vez te dura el efecto de la píldora del día después y no me tengo que poner condón?
No esperó a que respondiera.
-Que yo no soy Rayita. Yo soy real.
-¿Quién coño es esa?-espeté, confuso. ¿De qué iba la cosa, ahora? Me estaba perdiendo media conversación por culpa de los puñeteros tirantes, que ya le llegaban por el codo. Se los sacudí de encima, pero su pecho seguía oculto.
-Te estoy pidiendo sexo, Louis-Eri puso los ojos en blanco y se echó a reír.
-Ah. Pues empieza por ahí.
Tiré de la manta que la cubría y ella abrió las piernas, dejándome meterme entre ellas. Se sacudió la camiseta de encima y sonrió cuando yo le besé los pechos. Suspiró, tirando de mis pantalones hacia abajo.
-¿Qué tal la cerveza, mi pequeño alcohólico?
-Cállate-respondí yo, divertido, cerrando mis manos en torno a su cintura, dejando que terminara de desnudarme. Deslicé los pulgares bajo sus pantalones y sus bragas, acariciándole tan despacio la piel que gimió. Me encantaba torturarla de aquella manera.
Por fin, nos encontramos en igualdad de condiciones, tal y como habíamos venido al mundo. Me sonrió, se inclinó para besarme y me acarició el pelo y la espalda. Noté la plata fría del anillo que el había regalado en la piel. Cerré los ojos, disfrutando del contacto de su cuerpo bajo el mío. Separó un poco más las piernas.
-¿Te dura...?
-Creo que no. Pero da igual.
-¿Segura?
-Sí-asintió con la cabeza y me besó bajo la mandíbula, en aquel punto donde me volvía loco.
Me hundí lentamente en ella,disfrutando del contacto puro de nuestros cuerpos, sin nada que nos separara. Me fui moviendo despacio en su interior, disfrutando de la sensación de estar rodeado total y absolutamente por ella, y cerré los ojos. Fui acelerando poco a poco, empujándola, mientras ella también me ayudaba a entrar moviéndose en dirección contraria.  Gimió mi nombre, me acarició despacio la espalda mientras yo le mordía el labio, y yo suspiré el suyo. Jugué con su piel, con sus pechos, mientras ella  se estremecía debajo de mí. Muchas veces, como aquella, era incapaz de creerme que le pudiera causar ese efecto a ella,que me enloquecía tanto con tan sólo respirar cerca de mí.
Su aliento entrecortado me quemaba la piel de la garganta cuando me volví a inclinar para besarla. De repente, me apetecía que ella se pusiera encima. Le mordisqueé el cuello y me tumbé a su lado. Comprendió lo que quería, y se sentó encima, dirigiéndonos, moviéndose más rápido, dejándome entrar más y más dentro, arrastrándome al clímax.
Me corrí, y a los pocos segundos ella hacía lo propio, derrumbándose sobre mí y suspirando mi nombre en un susurro que apenas tenía nada que ver con lo que una vez me había dicho antes de que entrara en ella como tantas veces había hecho ya.
Siempre me sentía a gusto, protegido, cuando estaba dentro de ella. Me incorporé, le besé el pelo y le acaricié la espalda. Ella me besó el esternón.
-Te quiero.
-Y yo a ti-aseguró, cerrando los ojos y quedándose dormida. Había sido un día lleno de nuevas experiencias, y los dos estábamos agotados, pero yo sentía que aún tenía unas cosas que hacer. No podía quitarme de la cabeza la mirada perdida de Harry mientras Alba y Liam o Eri y yo nos besábamos, recordando a su chica, que no estaba con él. Joder, ¿dónde estaba Noemí? Podía escaparse de casa y venir con nosotros, o algo. No sería la primera vez que cuidábamos de ella. Tampoco éramos tan malos, su madre tenía que darse cuenta de ello.
-Nena-susurré, haciendo que se despertara. Abrió los ojos, le costó mucho, pero lo consiguió.
-¿Qué?
-Voy a ver a Harry. Me pareció que estaba preocupado.
-Super Lou al rescate-sonrió, rodando sobre sí misma y tumbándose boca abajo de nuevo en el colchón. Le acaricié la espalda, le palmeé el culo y me levanté. Me puse unos pantalones y, en un acto inspirado por no sabía quién, me puse también una camiseta.
Gracias a Dios, porque tuve que salir a la piscina a hablar con Harry. Tras llamar a la puerta de su habitación, abrirla y descubrir que no estaba allí, bajé al salón, esperando tener más suerte.
Me había sentado en la cocina, pensando si habría salido a dar una vuelta, y había mirado por la ventana justo en el momento en que había terminado de convencerme a mí mismo de que así era cuando lo vi. Sentado al borde de la piscina, con los pies metidos en el agua. Exactamente en la misma posición en la que, meses atrás, Eri se encontraba mirando al horizonte y pensando cómo ocultarnos un día más que era anoréxica cuando todos en casa (al menos todos los chicos) ya lo sabíamos.
Entré en la  habitación de los instrumentos y abrí la cristalera. Harry no se movió.
-¿Hazza?
No contestó.
-¿Qué pasa?
Murmuró una única palabra. Su nombre.
-Noemí.
Cerré los ojos, sentándome a su lado y hundiendo los pies en el agua. Contemplé su cara, los reflejos del agua bailaban en sus rasgos, dándole un aire de ultra tumba.
-Hay otro-espetó por fin. No me eché a reír porque sabía que, si lo hacía, seguramente me ganaría un par de bien merecidas bofetadas y le pondría peor de lo que ya estaba.
-¿Cómo va a haber otro, tío? ¿Quién puede competir contigo?
Y musitó otro nombre.
-Pasa de ella. Y lo sabes.
-Eso es mentira-replicó, negando con la cabeza y sacando el teléfono de Dios sabía dónde, pues iba vestido sólo con unos calzoncillos. Protesté en cuanto me di cuenta de este detalle.
-Harry, tío, vas a coger frío, joder.
Pero no me hizo caso, siguió mirando la pantalla de su teléfono en silencio. Pataleé en el agua despacio, preguntándome qué sería aquello que me haría cambiar de opinión tan rápidamente acerca de los sentimientos de Noemí.
Cuando estiró la mano hacia mí, yo me incliné automáticamente sobre la pantalla del teléfono. Reconocí de inmediato la aplicación de Twitter para iPhone, y fruncí el ceño al ver las conversaciones que Noe había mantenido con la cuenta verificada de Justin. Joder, si estaban realmente juntos, no tenían vergüenza ninguna. Todo el mundo podría ver si se tiraban los tejos o no; todo el mundo podría ver si Noe le ponía los cuernos descaradamente a Harry. Leí en silencio las menciones que canadiense y española se intercambiaban. Tan sólo se preguntaban inocentemente (o eso me pareció a mí) cómo estaba uno, qué tal le iba al otro, si había algo interesante que mereciera la pena contar y que, efectivamente, sería contado más tarde por WhatsApp...
Oh, joder, pensé, pero debí de decirlo en voz alta porque Harry retiró el teléfono, bloqueándolo y mirando la luna como si ella pudiera convencerlo de que todo aquello no estaba pasando en realidad.
-¿Cuándo se han dado los teléfonos?
-No lo sé.
-Seguro que no están siendo más que amigos, Haz. Estoy seguro. Total y absolutamente.
-Yo no-replicó, negando con la cabeza y apretando los puños-. No estoy para nada seguro. Has visto qué cantidad de besos y abrazos se mandaban a base de poner las putas x.
Evité poner los ojos en blanco, porque las chicas ponían x en los mensajes constantemente.
-Ni siquiera a mí me pone tantas.
Reprimí el comentario sarcástico que me subía por la boca: Harry necesitaba que lo apoyaran, no que lo hundieran aún más en la miseria. Pero, ¡era su ídolo, joder! Seguro que Eri haría lo mismo de tratarse de Taylor Lautner.
-Di algo, Louis-suplicó, mirándome. Le brillaban los ojos. Cuando me quise dar cuenta estaba estrechando a ese tío que me sacaba una cabeza pero al que yo sacaba dos años entre mis brazos. Para mí, en ese instante, Harry era la criatura más vulnerable del universo.
-Hay una explicación. Tiene que haberla. Está colada por ti.
-Soy Noe, y soy Belieber. No lo dijo por casualidad-recordó, yo me mordí el labio; Eri ni siquiera había negado no ser Directioner cuando nos conoció. Había dicho que era fan nuestra, sí, pero era una Lautie, una fanática totalmente entregada al gilipollas de Lautner.
-Eri tampoco...
-Eri es distinta. Eri está aquí.
Suspiré, meciéndolo despacio.
-Si una tía pasara de ti por un canadiense sería imbécil total, Harry.
Harry intentó calmar sus sollozos, como si a mí me molestara que estuviera llorando en mi hombro, cuando no era así para nada. Recordé la vez en que le falló la voz en nuestra primera actuación en la televisión, cuando se sentó en una esquina a mirar comentarios horribles acerca de él, sin dejar que nadie le consolara. Lo mal que me sentí. La necesidad imperiosa de ir a ayudarlo.
-Encontrarás a otra si ella te engaña, Haz.
-¿Y si no la encuentro?
-Eres Harry Styles, tío. Si no la encuentras tú, los demás moriremos solteros. Es un hecho.
Sonrió, limpiándose las lágrimas.
-No me llores, ¿vale? Seguro que al final no es nada y tú te has puesto celoso como un caballo por nada.
-¿Cómo que celoso como un caballo?
-Sí, como los caballos que se ponen celosos cuando sus dueños usan a otros en las carreras porque ellos se han roto una pata.
-No quiero perderla.
-No la perderás.
-Es mi Eri particular, Louis. La necesito para vivir. No me imagino la vida sin ella ahora que la he conocido.
-Sé cómo es eso-repliqué, acariciándole el pelo y la espalda-. Y eso quiere decir que matarías por ella.
-Daría mi vida por ella-aseguró.
-Y lo mismo hará ella. Así que no te preocupes por alguien que no te llega a la puta suela de los zapatos, ¿vale?
-Es la persona con más seguidores de Twitter.
-¿Y Lady Gaga?
-Ya la ha superado.
-Mierda. Me caía bien Gaga-sacudí la cabeza-. El caso, querido Harold, es que las personas no se miden por sus seguidores. Se miden por lo que llevan aquí dentro-coloqué el dedo índice exactamente sobre su corazón, asintiendo con la cabeza-. Y sé que no hay nadie en este mundo con un corazón tan grande como el tuyo.
-Liam-sonrió; todavía algunas lágrimas rezagadas le caían por las mejillas, pero aquello no era nada comparado con lo que había sido antes. Ya no lloraba. Aquellas lágrimas simplemente se negaban a deslizarse más rápido por la cara de mi amigo, arrastrando los recuerdos con ellas.
Le di un beso en la mejilla y sonrió.
-¿Mejor?
-Sí. Gracias, Lou-se limpió las lágrimas que se negaban a largarse con el dorso de la mano y me sonrió, triste.
-Para eso estamos. Ya verás. Cuando la veas y le digas eso, se reirá en tu cara. A veces puedes ser muy bobo, Harry.
Le sonrió al suelo.
-Espero que tengas razón.
-Eh. Soy yo. Yo siempre tengo razón.
-Dijiste que apostáramos por el caballo 15 en una carrera y el caballo se cayó nada más salir de su cajón.
-No es mi culpa que el caballo fuera tonto-protesté. Harry se echó a reír.
-Me alegro de tener a alguien como tú en mi vida, Louis.
-Ay, calla-repliqué, dándole un manotazo en el brazo, igual que había visto hacer a las marujas en Doncaster cuando alguien les lanzaba un piropo que les encantaba pero que no terminaban de entender del todo-. Como sigas así, terminaré dándote hijos.
-Eres un tío, Louis.
-Podemos fugarnos a Nueva York y adoptar un chino.
-¿Por qué hay que ir a Nueva York? Además, yo no quiero un chino.
-Eres un puto racista.
-Yo quiero un hijo de tu sangre.
Parpadeé.
-¿Me estás tirando los tejos?
-¿No se me nota?
-Me largo antes de que me violes-repliqué, levantándome y tendiéndole la mano para ayudarlo. La aceptó en seguida, y me siguió hasta casa. Me detuve y me giré-. Y no me mires el culo.
-Ocupa todo mi campo de visión.
-¿A que mi culo mola?
-Corre, Louis, corre al bosque y la reunión. De los cinco de Inglaterra siempre fuiste el más culón.
Me eché a reír a carcajadas.
-¿Qué mierda ha sido eso?
-Un pareado. Me siento Ed Sheeran. Tira para casa-ordenó.
Subimos las escaleras en silencio y, tras pensarlo un momento, fui a su habitación a arroparlo, como el hermano mayor de la banda que era. Le di un besito en la frente, tal y como si yo mismo me hubiera encargado de crearlo dieciocho años atrás, y lo tapé hasta la nariz con la manta.
-Buenas noches, Lou.
-Buenas noches, Haz.
-Que duermas bien.
-Y que no te piquen las chinches.
-Dulces sueños.
-Que descanses.
Si entrábamos en el bucle, nos costaría mucho salir, así que cerré la puerta mientras agitaba la mano libre, y me encaminé a la habitación.
Abrí la puerta y no pude evitar sonreír al ver a Eri tapada hasta arriba. Aparté un poco la manta y observé con el ceño fruncido los cables de su iPod, que se enredaban sobre su cuerpo, trepando hasta sus oídos. Se los quité despacio; ella acusó la ausencia de los auriculares, pues frunció el ceño y se sacudió en sueños. Se giró y ya no hizo ningún otro movimiento, aparte de suspirar desde  la tierra de los sueños. Me puse un auricular con curiosidad en el oído, preguntándome qué estaba escuchando.
Reconocí inmediatamente Summer Love en el reproductor, y me la quedé mirando. Todo en esa canción tenía mucho sentido si lo aplicábamos a nosotros; nos habíamos conocido en verano, habíamos tenido que separarnos cientos de veces, y siempre teníamos miedo que la última vez fuese la última verdadera, que no hubiera una próxima. Recordé su rostro mirándome cuando se embarcó en el primer avión con destino a su instituto, sus ojos llorosos cuando me dijo que no soportaría una relación a distancia.
-Pero yo te voy a esperar.
-Te quiero, Louis. Muchísimo. Más que a mi propia vida-más tarde vi que lo había cogido de Crepúsculo, pero me dio absolutamente igual-. Nos vemos el fin de semana que viene.
-No lo dudes.
Ojalá pudiéramos estar solos ahora, encontrar un sitio en el que escondernos, hacer esa última vez como la primera, sin nadie que nos moleste, canté yo en el reproductor, y supe que había puesto la canción por mi solo, que tantas cosas decía. Habríamos dado mucho por regresar a aquella noche en la que empezamos a salir y convertirla en la primera de muchas, habríamos dado todo por ser una de esas parejas que no necesita de aviones para verse.
Detuve la canción, enrollé los auriculares alrededor del reproductor y me metí con ella en la cama. Eri valía los aviones. Las esperas. Las llamadas de teléfono. El acariciar una pantalla porque no podías acariciarla a ella. Ni siquiera se podría decir que ella valiera su peso en oro, porque sería mentira.
Valía mucho más que su propio peso en oro.
Abrió los ojos despacio y me miró mientras me quitaba la camiseta. Me acarició la línea que iba del esternón al ombligo, bostezando.
-¿Cómo está Hazza?
-Bien.
-¿Qué le pasaba?
-Estaba preocupado.
-¿Por qué?
-Mañana te lo cuento; ahora, duérmete.
-Pero, Lou...
-Duérmete, amor.
Cerró los ojos y, para variar, me obedeció. Menuda novedad.
Apagué la luz y la acurruqué contra mí, dejándome llevar por el sueño mientras una pregunta reverberaba en mi conciencia.
¿En qué cojones está pensando Noemí?

1 comentario:

  1. Asdfdgereñ me encanta, tienes que seguirla, me he hecho fan de tu novela, es jodidamente perfecta.

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