martes, 31 de julio de 2012

Luisín mola más que Chiquito de la Calzada.

El timbre de la puerta sonó, y todos en la cocina nos observamos entre nosotros: Alba y yo nos miramos, Louis y Niall miraron a Liam, Zayn miró a Louis y Niall , al ver que estos observaban al segundo mayor, los imitó. Liam bufó, se levantó de la mesa con su taza de café humeante y fue a abrir.
Aguzamos el oído, intentando oír su conversación, intentando oír el chirrido de la puerta al abrirse. Tal chirrido sucedió, pero no conseguimos escuchar la conversación.
Tras un par de segundos, Liam volvió, pálido, y con los nudillos blanquecinos de tan fuerte que agarraba su taza.
-La reina-musitó, con los ojos como platos. Los demás enmudecimos, casi escuchábamos nuestras respiraciones, y estaba segura de que Louis, sentado a mi lado en la encimera (me había seducido soberanamente la idea de sentarme así y a Louis también le encantó), podría oír mis pensamientos. 
-¿La  reina está… AQUÍ?-gritó Niall, aterrorizado. Liam lo miró como si fuera estúpido.
-No, Dios. La reina quiere vernos-ladró. Observamos nuestro desayuno en silencio; mi Cola Cao, el café con leche de Louis, la leche caliente con caramelo de Niall (¿se podía ser más mono?), el café cargado de Zayn, el Cola Cao de Alba y el café solo de Liam. De repente, parecían galaxias en sí mismos.
-Harry-susurró Zayn, levantándose.
-¡Noe!-gritó Alba, a su vez.
Como si se tratara de un grito agonizante en los pisos inferiores, todos dejamos nuestras tazas y corrimos a vestirnos. Me metí directamente en la habitación de Louis.
-¡No hay tiempo para mimos, Eri!-me reprendió.
-¡Déjame una puta camisa!-le grité yo, alzando los brazos.
Abrimos la puerta de su armario y nos pusimos a revolver dentro. No encontraba la camisa verde, la que tanto me tranquilizaba porque oía a él, la que me daba tanta suerte, la que tanto me gustaba…
-AYÚDAME A COGER ALGO DECENTE-suplicó, tirando camisas y camisetas sobre la cama y abalanzándose sobre los pantalones.
Vale, tal vez esa actitud sería un poco rara en un tío normal, pero un par de asuntos. Asunto uno: Louis, reconozcámoslo, no es muy normal. Y dos: era la puta reina de Inglaterra, joder. Podría mandar que te arrancaran la cabeza como te presentaras con un look que no le gustara.
Conseguimos elegirle entre los dos unos pantalones negros a los que se empeñó en añadirle los típicos tirantes de abuelito que siempre se empeñaba en llevar, y una camisa blanca con los botones negros. Mientras le colocaba el cuello de la camisa, me fijé en que tenía una sombra de barba que yo no le había visto nunca. Le besé rápidamente en la mandíbula, y él gruñó.
Me separé corriendo de él.
-Pero, ¿a dónde vas?
-A por un maldito vestido, o algo. Por Dios, Lou, por Dios, VEN A AYUDARME A VESTIRME-chillé, entre los gritos histéricos de los demás. Choqué con Noemí en el pasillo, que estaba pálida como un muerto.
-¡NO TENGO QUÉ PONERME PARA VER A LA REINA, ERI!-bramó, entre lágrimas. Tal vez, si hubiera sido un pelín más alta, podría haberle prestado mis vestidos. Le susurré que cogiera uno de los suyos y que se pusiera los tacones más altos que tuviera.
-¡¡NO PODÉIS METERME EN BUCKINGHAM CON UN PUTO VESTIDO QUE NO SEA DE DISEÑO, JODER!! ¡¡NO PODÉIS HACERME ESO!!-y salió corriendo a encerrarse en su habitación.
Abrí el armario, desesperada, e imité a Louis: empecé a tirar toda la ropa sobre la cama. Él no tardó en aparecer anudándose una pajarita negra. Mi subconsciente no pudo evitar fijarse en que sus ojos parecían muchísimo más azules con ese conjunto. Me recordé que tenía que ver a la mujer más poderosa de toda la tierra y que no tenía tiempo para restregarme contra mi novio. Lástima.
Se sentó en mi cama y me miró mientras inspeccionaba la ropa, frenética. Saqué unos vaqueros pitillos oscuros, los levanté delante de él, que asintió; entonces cogí una  blusa crema, que le hizo sonreír.
-Ya lo tienes, nena.
Oh, joder, me encantaba cuando me llamaba nena.
Carraspeó y se puso a mirar por la ventana mientras yo me desnudaba, me ponía un sujetador decente y pasaba mi cuerpo por las prendas. Cuando le dije que podía girarse, lo hizo, me inspeccionó de arriba a abajo, se pasó una mano por el pelo y se mordió un labio.
-Fóllame, Louis-le susurré en mi lengua; no pude evitarlo. Dios, esa barba incipiente, esos ojos azulísimos, esos brazos fuertes... él alzó las cejas.
-¿Qué?
-Nada, que me voy a maquillar-me senté en el tocador y él se sentó agachó a mi lado, observando mi reflejo al lado del suyo. Me besó en la mejilla.
-¿Crees que es necesario?
-¿Crees tú que lo es?
Se detuvo a pensar un momento.
-La reina sabe tu edad, no hace falta que intentes echarte años encima con maquillaje-reflexionó. Lo miré a los ojos-. Además, creo que estás más guapa al natural. Más...espera, natural ya lo he dicho-volvió a detenerse un segundo-. Vale, necesito un diccionario. Ya sabes mi regalo de cumpleaños-se encogió de hombros y cerró los ojos cuando lo besé.
-Oh, gracias, Lou.
Me dio un piquito.
-Eso sí, tendrás que peinarte.
-¿Servirá un moño?
-¿Tengo pinta de ser Stella McCartney? Yo qué sé si servirá un moño. Inténtalo. Eres española; no puede hacerte nada-susurró, acariciándome la mejilla. Fruncí el ceño.
-¿Y a ti sí?
-A mí me ama, no quiere hacerme daño-sonrió. Me eché a reír; no tardó en acompañarme.
-Eres muy tonto-susurré, acercándome a él.
-¿Sí?
-Sí-asentí, y dejé que sus labios jugaran con los míos, que su lengua persiguiera la mía y sus manos acariciaran mi pelo.
Llamaron a mi puerta.
-No me lo puedo creer-musitó Liam-. ¡ROMEO, JULIETA! Por si no lo recordáis, su Majestad Isabel II nos está esperando. ¡COMÉOS LOS MORROS DE CAMINO, JODER!
Louis sonrió, retador, y me dio un rápido beso.
-Estaremos todos muertos por tu culpa, Lou-espetó Liam, sin ni siquiera mirarme. Echó a correr por el pasillo, sorteando a  un histérico Niall (¡Nos va a matar, nos va a matar, NOS MATARÁ A TODOS!, gritaba el irlandés), y llamando a gritos a Alba. Alba le respondió con otro grito más fuerte.
Salimos al pasillo, yo todavía calzándome los zapatos de tacón y llegando a sobrepasar mi "nivel predeterminado de altura según Louis Tomlinson", trotando detrás de mi  favorito.
Bajamos las escaleras, y Alba gimió al ver que Noe y yo íbamos de tacones, mientras que ella llevaba unas Converse. Liam le apretó la mano (me alegró comprobar que tenían las manos unidas) y le dio un suave beso en la mejilla. Una sonrisa boba cruzó el rostro de mi amiga.
-¿Todo el mundo listo?-preguntó un hombre detrás de nosotros, esperando en la puerta. Asentimos lentamente, y el hombre en cuestión, sin mediar palabra, se metió en un coche y arrancó a toda velocidad.
Nosotros entramos en el monovolumen/furgón de los chicos. Harry corrió a ponerse al volante.
Yo me senté en la parte de atrás del coche con Noe y con Alba, ante una mirada de disgusto de Louis. Me encogí de hombros, le acaricié el pelo y lo besé en los labios.
-Tenemos que ponernos al día-me justifiqué con voz melosa.
Se cansó de hacer pucheros a los diez minutos de viaje frenético y ruidoso, lleno de pitidos e insultos a los demás conductores.
Noe no podía esperar, y nos soltó la bomba.
-¡Lo he hecho con Harry!-ahogó un gritito, Alba y yo sonreímos y le tocamos la pierna.
-¡Eso es fantástico, Noe!-la felicitamos.
-Y eso no es todo-se inclinó hacia nosotras, y nos confesó en tono confidencial-. Se la he... ya sabéis-meneó la lengua dentro de su boca. Abrí los ojos como platos, puse voz de pito y empecé a gritar:
-¡OH, VAYA, HOLA JUSTIN, LO SIENTO, PERO SOY UNA MENTIROSA, NO ME APETECE COMERTE EL RABO PORQUE ME DA ASCO, A NO SER QUE SEAS HARRY, QUE ENTONCES TE LO DEVORO GUSTOSA!-puse los ojos en blanco, Alba se echó a reír y en seguida se puso roja como un tomate, y Noemí me miró furiosa.
-¡Cállate, zorra!-espetó, pero terminó riéndose.
Recordé con qué felicidad nos habíamos puesto a elegirles nombres a los chicos para intercambiar confidencias delante de ellos en español sin que supieran que hablábamos de ellos. Aunque algunas eran muy estúpidas, como llamar a Niall "Gallego" porque su apellido se parecía a esa palabra; a Liam, Jaime por su segundo nombre, a Harry, Geraldo (en realidad a Noemí no le hacía ni puta gracia que Alba y yo lo llamásemos así, pero éramos mayoría y en nuestra amistad reinaba la democracia CUANDO A MÍ ME DABA LA GANA); a Zayn, Mohamed (aunque Alba a veces se veía seducida por la idea de soltar "y mi putomorodemierdaoknoescoña se puso a cantar de tal manera), y a Louis, Luisito. Con este último éramos muy originales, pero me negaba a que ese par de putones de España lo llamaran Chiquito de la Calzada.
Porque entonces me ponía a despotricar contra Geraldo y Jaime.
Los chicos se giraron en redondo a observar a esa loca que gritaba en español en el asiento de atrás.
-¿De qué habláis, Supernenas?-inquirió Zayn, alzando las cejas.
-¿Supernenas? ¿Cuál soy yo?-preguntó a su vez Noe, aleteando con las pestañas.
-Tú no sé-intervino Louis-, pero Eri... me juego la cabeza a que es Cactus.
Y risas en el coche.
-Oh, amor, qué gracioso eres. ¿Sabes? He oído por ahí que a los deficientes mentales les dan a elegir entre serlo o ser tú. Se quedan con ser deficientes mentales. Yo también lo haría-le dije, sonriendo. Louis se quedó a cuadros, los demás gritaron y silbaron. Harry pinchó a su amigo:
-OH, LOUIS, ¿VAS A PERMITIRLE ESO?
Pero Louis estaba demasiado ocupado flipando como para pensar algo que replicar.
Le di un beso a modo de disculpa, beso que aceptó encantado.
-Sabes que en el fondo te quiero.
-Muy en el fondo-replicó él, riéndose.
Retomamos nuestra conversación.
-¿Y cómo fue?-quise saber, pegándome a Noe. Sus ojos se perdieron en el infinito.
-Fue precioso...
-Fue muy caliente
-convino Alba, asintiendo con la cabeza-. Liam folla que da gusto.
-Y después de esta pausa publicitaria patrocinada por Alba García, volvemos a la exclusiva. En otras palabras; CIERRA LA BOCONA, ALBA-espeté.
-Perdón, perdón. Lo siento, Noe.
-Da igual, Alba. El caso es que... ¡Dios!
-se pasó una mano por el pelo y miró a los ojos azules que se reflejaban en el retrovisor-. Fue precioso, fue genial, fue ...
-Déjame adivinar-dije, recostándome contra el respaldo y jugueteando con una pulsera que no recordaba haberme puesto-, ¿precioso, no?
-CIERRA LA BOCONA, ERIKA-me imitó Alba. Alcé las manos.
-Me desnudé delante de él, me miró con una adoración, como si fuera una diosa... Me cogió con tanta delicadeza, me tumbó debajo de él, me hizo el amor con tanta suavidad, tan despacio, dejando que marcara yo el ritmo...
Suspiró.
Alba sonrió en mi dirección. Alcé una ceja.
-Sigue, y terminaré enamorándome de él-me eché a reír.
Sus ojos permanecieron soñadores, estudiando los de su chico recién estrenado.
-Pasemos a lo importante-animó Alba, mirándome con intención.
-Tienes razón, Alba. Noemí, queremos saberlo, y nos tienes que contestar.
Alba me miró confundida; sabía lo que me quería preguntar.
-¿Se corrió en tu boca? ¿Te lo tragaste? ¿Te gustó, eh, perrilla?
Noemí se echó a reír.
-¡Que no, tía!-espetó, entre risas, y las dos nos sumamos a ella.
-Harry-llamé a nuestro conductor. Sus ojos se clavaron en los míos-, Noemí te está criticando.
-No la creáis, es una mala pécora.
-Ah, vale, gracias Harold-espetó ella. Todos nos echamos a reír.
Mis amigas me miraron con intención. Observé el Big Ben, y fingí interés en los viandantes.
-Oh, fijaos, londinenses-comenté, como si ver londinenses en Londres fuera la cosa más difícil del mundo.
-¿Y tú qué, Eri?
-¿Yo qué de qué?
-Que cuándo lo vas a hacer con Luisín aquí presente.

Miré a Lou un segundo, que hacía burla a Niall, y Niall le hacía burla a él, mientras Liam los observaba divertido.
-No sé, chicas... Quiero ir despacio, ¿sabéis?
-Uh.
-Crisis.
-No quiere hacerlo con él.
-Fulana eres, Erikina, fulana eres.
-¡CÓMESELO, LO ESTÁS DESEANDO, GOLFA!

-Sois un par de putas, las dos. Ya sabéis lo que pienso del amor, mujeres-aparté la cara. Me cogieron de las manos.
-Eri, piensa.
-¿Quién es?
-Yo te diré quién eres, Alba. Louis Tomlinson
-Lou se giró un momento para observarnos.
-¿Me estáis criticando?
-Te estamos poniendo a caldo perejil, mi amor-le acaricié la frente.
-Trío de golfas.
-Mucho, mi amor. Cállate, tenemos una conversación seria.
-Todo lo que os diga esta mentirosa, es mentira-les dijo a mis amigas, sacudiendo su dedo índice en el aire-.Beso muy bien y soy un gran amante.
-Doy fe-Harry levantó una mano y rápidamente la pegó al volante para pitarle a una señora mayor que se había puesto a cruzar con el semáforo de los peatones en rojo.
-Gracias Harold-sonrió Lou, y el interpelado le devolvió las sonrisa.
Acomodé la cabeza en la parte trasera de su asiento, al lado de la cabeza.
-Luego te lo cuento, ¿vale?
-Vaaaaaaaaaaaaaaale.
Volví a centrarme en mis amigas.
-No porque sea famoso deba de ir rápido con él.
-Tíratelo sin condón, quédate preñada, y así se casará contigo. Vida resuelta. ADIÓS PREOCUPACIONES, ADIÓS CHARLAS DE LA SUSI-graznó Noe, echándose hacia atrás en el asiento y pasando los brazos detrás de su cabeza, en un clarísimo gesto de "esto es vida".
-Secundo a la Bieber.
Noe le guiñó un ojo.
-Por una parte quiero hacerlo con él, pero por otra quiero esperar. ¿Y si sale mal? ¿Y si no es el indicado?
-¿Y si no es el Él con mayúsculas?-
se burló Noe, poniendo los ojos en blanco-. Eri, es Louis, no es un él con E mayúscula, es un OHDIOSMÍOESÉL todo con mayúsculas, ma-yús-cu-las. Tú le quieres, él te quiere, fin de la historia. Tíratelo.
-Haré con mi coño lo que me de la gana, mona.

-Tienes razón-admitió ella, Alba asintió en silencio.-Es muy noble que quieras esperar.
-Las fans os odian porque os los tiráis, a mí no me odian todavía.
-Las fans no nos conocen, pero a ti sí, princesa.

Suspiré; era verdad.
-Os propongo un trato: no me dais más la brasa con eso, y, a cambio, cuando lo haga con él os lo cuento con pelos y señales.
Mostraron su conformidad.
-Y ahora, querida señora Pattinson, cuénteme qué le ha pasado con su mozo-la invité, apoyando la barbilla en mis manos.
-Ayer por la noche estuvimos hablando un rato, besándonos, esas cosas... Ya sabes, lo normal.
-Oh, genial. Mientras una fornica salvajemente, (con condón, espero)-miré preocupada a Noe, que asintió-, yo me revuelco en la cama con Louis, y tú frotas tus senos contra el pobre Liam. Menuda imagen estamos dando de España.
-¿Cómo que te revuelcas en la cama con Louis?
Les dediqué una sonrisa pícara.
-Yo también sé ser una zorra y una puta cuando estoy con mi chico, nenas. Lo único que yo hago que él espere para que así me coja con más ganas; soy más lista que vosotras.
Se sumieron en un silencio reflexivo. Alba fue la encargada de romperlo.
-Tienes razón, Eri.
-¿Cuándo no la tengo?
-Eres una diosa, Eri.
-¿Desde cuándo no lo soy, Noe?

Y nos echamos a reír.

lunes, 30 de julio de 2012

Noemí me ama por esto y esta tarde me viola-Eri.

Me dieron el alta al día siguiente mi ingreso por la mañana. Tras unos aburridos minutos de papeleo (Sí, maldita perra, sabes de sobra quién soy, no hace falta que me preguntes mi nombre), por fin me dejaron largarme de allí.
Bastante tenía con que me hubieran dicho en esas paredes blancas y esos suelos que apestaban a lejía que no iba a poder cantar en los Juegos, y joderles la ilusión a mis amigos, como para encima quedarme más tiempo del estrictamente necesario.
Los chicos, Eri y Alba vinieron a buscarme. Eri y Louis estaban pegados el uno al otro, como siempre; él con su brazo alrededor de la cintura de ella, y ella con la cabeza ligeramente apoyada en el pecho de él.
Liam saludó a Alba con un rápido beso en los labios.
Me dieron un puñetero jarabe que sabía a sangre de muerto, y yo estaba decidirlo a no tomarlo (ya me curaría, joder, total, el jarabe no iba a ser lo bastante rápido), pero Niall era buenísimo haciéndome sentir como la peor persona del mundo. Cuando te miraba con la mirada del Gato con Botas era imposible resistirse.
Encantos irlandeses.
Suerte que nadie estaba conmigo cuando metí los pies en la piscina y me quedé observando la luna con mi camiseta y mi blazer. Los vaqueros remalgados y los playeros a mi lado, por si tenía que salir corriendo si alguien me veía.
Necesitaba estar solo. Me habían agobiado todo el día encima de mí. ¿Estás bien, Harry? ¿Te traigo algo, Harry? ¿Quieres otra manta, Harry?
Estoy resfriado, joder, no paralítico.
A la única que no había visto en todo el día fue a Noemí; no hubo ni rastro de ella desde que llegué a casa. Cuando se me ocurrió que tal vez hubiera vuelto a su país, me acerqué disimuladamente a su habitación, pero la cama estaba deshecha, y su ropa, sobre ella. Suspiré de alivio, preguntándome si en el fondo sería capaz de ir a por ella a España si resultaba que mi corazonada era acertada y realmente se había ido.
Me eché hacia atrás, apoyándome sobre los codos, eché la cabeza hacia atrás y observé las estrellas. Las pocas que se veían por culpa de las luces londinenses.
Echaba de menos las estrellas de Chesire. O las del pueblo de Eri, ya puestos. En aquel río había miles y miles que yo no había visto nunca, tan bonitas y brillantes...
Aunque había tenido a la más bonita a mi lado, entre mis brazos.
Y la dejé escapar.
Mi corazón se estremeció.
-¿Cómo hago para recuperarla?-les pregunté a las estrellas, que, obviamente, no me contestaron. Estarían ocupadas en sus asuntos estelares. Sonreí ante mi ocurrencia, y decidí contárselo a Louis o a Eri en cuanto los viera. Tal vez se rieran.
Unos nudillos golpearon el cristal de la sala del piano que quedaba a mi espalda. Me giré, y allí estaba ella: con un vestido blanco, el pelo negro azabache suelto y una flor en la oreja.
Solo le faltaba ir descalza para parecer una diosa.
La observé mientras abría la puerta de cristal con sumo sigilo y pasaba a través de ella su delicado cuerpecito. Se quedó observándome un momento, sin atreverse a acercarse.
Todo mi ser le suplicaba al karma que la atrayera un poco más a mí. Y el karma pareció oír mis plegarias.
-Hola-musitó a la luz de la luna. Cuando quise darme cuenta, mi sonrisa de rompecorazones/Colgate, dependiendo a quién le preguntaras, si a la prensa o a mis chicas, estaba en mi cara.
-Hola-susurré. Dio un paso vacilante más en mi dirección. Señaló las baldosas a mi lado.
-¿Puedo... sentarme?
-Claro-dije, y me moví un poco a mi izquierda, para hacerle sitio. En el supuesto de que cinco metros no fuera sitio suficiente para una chica como ella.
Se quitó las sandalias y se sentó a unos centímetros de mí, de forma que no llegáramos a tocarnos. Se quedó mirando el agua cuando unas minúsculas olas se agitaron cuando ella introdujo los pies.
Me pregunté cuántas bofetadas me daría si ahora le daba un beso, o si la aturdiría lo suficiente para no pegarme.
Luego me acordé de que hacía dos noches estaba sin camiseta delante de ella y pareció no afectarle ese hecho.
Suspiré.
Estudió mi rostro.
-Así que... te has puesto malo-comentó. Las palabras se atropellaban en su boca.
-Sí, un poco.
-Lo siento-agachó la cabeza y su pelo tapó su cara.
-No es culpa tuya-protesté, alarmado. En el fondo no sintiera que fuera su culpa. Aunque sí que su charla me había aturdido bastante.
-Yo creo que sí-ahora hablaba con un hilo de voz. Me acerqué a ella, y lentamente toqué su mano con la mía. No la movió.
-Noe...-susurré, apartándole el pelo de la cara.
Oh, mierda.
Estaba llorando.
Otra vez.
¿Qué se supone que debía hacer? ¿Abrazarla? ¿Para así tener ella una excusa para tirarme a la piscina, coger una red y empujar mi cuerpo hasta al fondo hasta que me ahogara?
En realidad, tenía una pregunta más importante: ¿desde cuándo era yo tan paranoico, sobre todo con las mujeres?
Una Eri imaginaria contestó a mi pregunta: Em, ¿desde que te quedas lloriqueando en tu habitación con la ventana abierta y sin camiseta, perdiendo así la voz y no yendo a los Juegos a cantar? ¿Será desde eso, tal vez?
 Luego, esa Eri sarcástica se volvió más comprensiva. Abrázala, Harry. Os hará bien a los dos.
Me sorprendí cuando vi que mi amiga tenia razón. Mi sorpresa fue máxima cuando Noe no me empujó lejos de ella al pasar un brazo por sus hombros, si no que, todo lo contrario, se pegó a mí y acunó su cabeza contra mi pecho.
Como hacía Eri cuando Louis la cogía de la cintura.
Besé su cabeza.
-No es culpa tuya, Noe. Es solo que yo soy un estúpido. En muchos sentidos-sentía que en realidad no me estaba haciendo caso, pero ahora era mi turno de desahogarme-. Pongo en peligro mi voz, haciendo que los chicos no puedan cantar en la apertura de los Juegos, una oportunidad que no se repetirá, los preocupo por pasar una noche medio desnudo, con la ventana abierta y llorando como un crío pequeño, te hago daño a ti, que eres una de las chicas más alucinantes que he conocido, ni siquiera aviso a mi madre de que me ingresan en el hospital...-fruncí el ceño. Oh, mi pobre madre-. Soy un estúpido de los de antes, de los legendarios.
Me miró con ojos vidriosos, pero sonreía.
Joder, aquí viene la loca histérica.
-¿De verdad soy una de las chicas más alucinantes que has conocido?-una lágrima se resbaló por su mejilla, aunque deduje que no estaba hecha de los mismos sentimientos que sus primas. Suspiré, aliviado, y la observé. Sus ojos tenían un brillo especial, no solo por las lágrimas, sino por la luz de la noche; su pelo parecía una manta hecha de nubes que te invitaba a hundir la mano en él, sus rasgos se marcaban más con la luz bailante del agua de la piscina; sus labios...
Sus labios, sus labios, podría besarlos todo el día si ella me dejara, canturreó Bruno Mars en mi cabeza. Nunca había visto unos labios tan apetecibles como aquellos, y esa noche estaban espectaculares. Tuve que reprimirme para no inclinarme y hacerlos míos, devorarlos, no dejar nada para los demás, tenían que ser míos, los necesitaba...
-De las más alucinantes-asentí, uniendo nuestras frentes. Clavé mis ojos en los suyos y tomé sus manos entre las mías-. La más alucinante.
Su sonrisa al suelo me hizo saber que no sabía que para mí era preciosa (AH JAJAJAJAJA QUÉ BARATO ERES, HAROLD bramó Eri en mi mente, y no pude reprimir una sonrisa).
Calla tú, maldita zorra espeté, divertido.
Cállame tú, estúpido.
-No creo que seas estúpido, Harry-negó ella, acariciando mi boca.
Bésala. Bésala.
¿Desde cuanto tengo al cangrejo Sebastián en mi cabeza? Como me descuide, se me meterá Ariel también.
-Quería disculparme por lo de la otra noche. No he sido justa-cerró los ojos muy fuerte, conteniendo las lágrimas. Se las secó con la mano, sin romper nuestra unión frontal.-. Tienes derecho a hacer lo que quieras con tu vida, y...
Me separé de ella y le puse un dedo en los labios, interrumpiéndola.
-En el fondo tenías razón, Noe. Me comportaba como un estúpido, y tú no te mereces estar con alguien así...
-Yo te quiero, Harry. Esos ojos que tienes me vuelven loca, tus ricitos son los más bonitos que he visto...
-¿Lo sabe Eri?
-Supongo que se lo imagina...-asintió lentamente, insegura. Después, continuó-. Los hoyuelos que te salen cuando sonríes... como ahora-ni siquiera sabía que estaba sonriendo, pero estaba bien-, son los más monos, los más bonitos, que he visto en toda mi vida. Me encantan-se quedó callada un momento, mirando al agua, pensando. Después, me atravesó con sus preciosos ojos marrones-. Me encantas tú, Harry.
Y ya no lo soporté más. Me incliné hacia ella y la besé suavemente, como había visto que lo hacían Louis y Eri. A veces parecía que tuvieran miedo de recordarnos a los demás que eran la única "pareja estable" del grupo. Porque lo que yo tenía con Noe, aunque erróneamente considerado por ella como pareja, para mí no lo era; y Liam iba por la vida confundido con sus sentmientos por Alba. Y por la rizosa esa.
Me acarició la mejilla y su lengua buscó la mía. Suspiró, enredando sus manos en mi pelo. La tomé de la cintura y la atraje más hacia mí. Entonces, una columna de fuego y humo se alzó por mi pecho, me separé de ella y empecé a toser. Me miró con preocupación.
-Siento mucho todo esto, Harry-susurró, como si fuera culpa suya. Levanté un dedo mientras continuaba tratando de expulsar los pulmones por la boca, y notaba grietas abriéndose en mi garganta. Desde que  me había puesto a toser, me extrañó mucho no escupir sangre, aunque justo en ese momento me alegré de que mi boca no tuiera ese sabor metálico que irremediablemente acompañaba al líquido rojo.
Cuando mi tos por fin remitió, me volví para mirarla. Las lágrimas volvían a surcar su rostro. Las detuve con mis pulgares.
-No llores, Noe-supliqué. Ella asintió, sorbió por la nariz y apartó la cara mientras intentaba quitarse la humedad de los ojos sin estropear su rimel-. Tal vez... -vacilé. No quería, quería quedarme con ella, pero-, tal vez sería mejor que entráramos. Hace un poco de frío.
Asintió lentamente, sacó los pies de la piscina y se calzó sus sandalias, pero no se incorporó. Metí los pies en los playeros y me recoloqué los vaqueros. Ella continuó con las piernas dobladas, protegiendo su pecho.
Ese vestido no podía mantener mucho de su calor corporal.
Le tendí una mano que ella aceptó con una sonrisa triste, y la ayudé a levantarse. Observó la supeficie de la piscina mientras yo me dirigía a la puerta de cristal.
-¿No vienes?-me giré, tratando de dilucidar si estaba triste. Me miró un segundo antes de devolver su mirada a la superficie danzante del agua.
-Vete tú, ahora te alcanzo.
Obedecí.

Había dejado la chaqueta en la silla, me había descalzado y ahora estaba quitándome el cinturón cuando ella entró en mi habitación, cerrando la puerta tras de sí. Me miró, tratando de disculpar su atrevimiento.
-Me apetecía volver a verte.
Sonreí.
-¿Cómo haces para entrar siempre que me estoy cambiando?
Su risa llenó mi habitación, y mi alma. Dio un paso vacilante hacia mí, se giró sin mover los pies del sitio para comprobar la puerta cerrada, y volvió a dirigirme esa sonrisa de disculpa.
Me fijé en que iba descalza.
-Harry, quiero decirte una cosa...-se apartó el pelo, colocándoselo detrás de la oreja, y yo asentí, a la espera de que volviera a ponerse hecha una fiera-. Bueno, en realidad quiero proponerte algo.
Iba a preguntarle qué quería proponerme cuando me hizo un gesto para que esperara.
-No me interrumpas, ¿vale? No me interrumpas, o no podré continuar. Sé que me he portado como uan imbécil últimamente, y que la otra noche me pasé tres pueblos contigo, pero quiero que sepas que si a ti te gusta ir de flor en flor, supongo que podré soportarlo. Si quieres ser una abejita, bueno... yo podría ser tu colmena, ya sabes-alzó las cejas, como quien no quiere la cosa-. Yo... yo... quiero acostarme contigo, Harry. Creo que te quiero lo suficiente como para aceptarte tal y como eres.
Me quedé helado. Supuse que era la primera vez que intentaría ir despacio con una chica, pero resultaba que la chica no se aclaraba: primero tenía que madurar, ahora...
Ahora se quitaba el vestido y se quedaba desnuda delante de mí.
Me sonrió con timidez. Llegué hasta ella dando dos zancadas, acaricié su pelo y me incliné lentamente hacia ella, reclamando sus labios entre los míos. Recorrí su espalda con mis manos, maravillándome ante la suavidad de su piel, y la dureza de su culo. Agarrándola de la cintura, la levanté sobre mi cabeza, y cuando fui a bajarla, ella pasó sus piernas por la mía, dejándome encerrado entre ellas. Gimió.
Jugó con mi camiseta hasta que decidió que no podía esperar más, y me la quitó. Yo no podía separar mis labios de los suyos, de su cuello, sus oídos o sus pechos. Se los acaricié suavemente, y cuando lela trató de ahogar un gemido, le apreté los pezones. Lanzó un gritito de excitación que me provocó una erección, y ella volvió a gemir, notándome duro  en su sexo.
Se afanó con mi cinturón, me lo quitó y lo tiró al suelo. Me ayudó a quitarme los pantalones, luego los boxers, y a tumbarme sobre ella.
Sus manos recorrieron todo mi cuerpo hasta llegar donde yo más la deseaba. Jugó con mi pene erecto con una mirada coqueta. Luego, se dio cuenta de algo, se incorporó un poco y dejó sus ojos a centímetros de los míos.
-Por favor, Harry... dime que tienes condones.
Le sonreí, y devoré su boca.
-¿Por quién me tomas? ¿Te crees que me gusta ir embarazando a las mujeres como si nada?
Me levanté, no sin sus protestas, y me encaminé a la mesita. Revolví en el primer cajón, y por fin encontré un preservativo. Lo abrí con la boca y me lo iba a poner cuando ella me interrumpió:
-Quiero hacerlo yo.
-¿Segura?
-Déjame a mí.
Me acerqué a ella, me senté en la cama, se colocó a mi espalda y cogió la funda de goma. Fue bajando lentamente las manos, desde mi cuello hasta mi miembro, pasando por mi pecho y por mis abdominales. No pude reprimir una risa ante su gesto de máxima concentración. Lo cogió entre sus manos, lo abrió un poco, y me lo puso de tal manera que me eché a temblar. Gemí de placer cuando sus manos se retiraron con otra caricia.
Continuamos besándonos, acariciándonos y adorándonos hasta que la sentí preparada. Separó las piernas lentamente, me tomó de la mano, y me la llevó en una tierna caricia por sus muslos. Gimió cuando llegué a su sexo y acaricié sus rizos azabache.
-¿Estás segura, no?-inquirí, besándola, aunque en el fondo sabía que ya no podría parar. Lanzó un gritito.
-Hazlo, Harry-murmuró entre gemidos, sus pezones arrascaban los míos como dos rastrillos-. Hazme tuya. Poséeme.
Y lo hice. Entré lentamente en ella, temiendo dañarla, y ella chilló. Sin embargo, cuando intenté retirarme (aunque no había sentido nada de la famosa membranita, según me habían dicho los chicos, que tenían todas las que nunca habían tenido sexo, osea, ninguna de las chicas con las que había estado antes), ella me empujó hacia sí con las piernas. Noté que algo se rompía en ella, haciendo que se dejara caer y lanzara un gritito ahogado.
Seguí más hondo, explorándola como ninguno había hecho antes. Gimió cuando la embestí suavemente la primera vez, la segunda me acompañó con su cuerpo, la tercera puso sus manos en mi espalda y se levantó ligeramente, haciendo que yo llegara más hondo. La sente´a horcajadas sobre mí, y empecé a moverme más rápido, cada vez más rápido. Ella acompañaba mis movimientos con todo su cuerpo, devoraba mi boca, acariciaba nuestra unión, echaba el pelo hacia atrás y me invitaba a moderle los senos, algo a lo que yo no le hice ascos.
El primero en llegar al orgasmo fui yo. Después de varios minutos de embestidas salvajes, gritos ahogados y gemidos escandalosos, ella me tapó la boca para que nadie en la casa viera nuestra  unión. Grité en su mano, abrí sus dedos y se los besé; ella sonrió al captar mi indirecta. Llevó una de mis manos a nuestra unión, ayudándome a acariciarnos, a acariciarla. Entonces,  cuando ella legó al clímax, eyaculé. Noté un líquido caliente salir de ella también, que suspiró, feliz, y se dejó caer contra mi pecho. Nos tumbé en la cama, feliz, y la observé. Abrió los ojos, me miró un segundo, me dedicó una sonrisa traviesa, y comenzó a darme rápidos besos en los labios. Fue bajando lentamente, lentamente, hasta quitarme el condón, y jugar conmigo con su lengua.
Luego, yo terminé haciendo lo mismo.

Estábamos tumbados mirando al techo. Acariciaba su pequeño cuerpo sobre el mío, cada vez que no soportaba una de sus curvas, bajaba a su entrepierna y jugueteaba con sus pequeños rizos. Y, cada vez que yo hacía eso, ella se reía.
Sin embargo, a pesar de tener a la chica que quería entre mis brazos, a pesar de haber tenido sexo con ella, no sentía que hubiéramos hecho el amor.
En el fondo, yo sabía que acabaría yéndome con otras, estaba en mi naturaleza, había nacido así.
Pero aquellos ojos, aquella boca, aquellos pequeños pechos, su pequeño cuerpo... Eran superiores a mí.
Besé su cabeza, su pelo suave y negro.
-¿En qué piensas, Harry?
Me detuve un segundo. Interioricé su pregunta. Y vi la respuesta clara.
-En que somos la segunda pareja de la banda-sonreí, satisfecho. Mi promiscuidad podría esperar.
Se giró a mirarme, feliz. Sus dientes perfectos parecían brillar en la oscuridad. Me acarició la cara, recordando nuestra noche. Besó mi boca.
-Te quiero, Harry.
-Y yo a ti, pequeña-no lo dudé.
Su sonrisa se ensanchó.
Volvimos a hacer el amor mientras la luna nos observaba. Ella también sonreía, contenta de haberme cambiado, al menos esa noche.

domingo, 29 de julio de 2012

No pueden leer mi cara de poker.

-No voy-gruñó Zayn, tirando las cartas sobre la cama de Harry. Niall, Louis y Harold sonrieron, observándose mutuamente, preguntándose cuál de ellos tendría mejor mano.
Liam había sido el primero en caer; a mí me habían ofrecido jugar, pero me disculpé diciendo que no sabía.
Escudriñé las cartas de Louis por encima de su hombro. Un 7 y un 4 de tréboles , una reina y un rey de diamantes y un as de corazones. Me había dado un cabezazo para no delatar sus cartas a los demás cuando vi esa última carta.
Zayn empujó las fichas que le quedaban al centro de la cama, y le cedió su sitio a Niall. El irlandés recolocó sus cartas y observó a sus compañeros.
-¿Louis?-invitó Harry, tirando dos fichas rojas. Louis frunció el ceño, movió los labios hacia los lados, se encogió de hombros, miró a los ojos a su amigo, cogió tres fichas y murmuró:
-Los veo. Y subo uno.
Niall bufó, se estaba quedando sin fichas rápidamente. Aunque en realidad no se estaban jugando nada, era simplemente por pasar el rato.
Harry sonrió ante el bufido de su amigo. Niall se dio cuenta, sacudió la cabeza y volvió a cambiar las cartas de lugar. Harry toqueteó la botella de agua que había en la mesita, contento, y tiró otras dos fichas. Louis las lanzó sin miramientos.
-No tienes nada, ¿no, rizos?
Harry se rió, estupefacto.
-¿Por eso no paro de tirar fichas?-y se carcajeó más todavía.
-Por eso no paras de sobar la botella.
Harry puso unos ojos como platos, Louis alzó las cejas. El primero apartó las manos de la botella de agua como si, de repente, quemara. Niall se rió entre dientes.
Aquella mirada era la misma que tenía Noemí en los ojos cuando la alcé por el cuello.
-¿Tengo un tic y ni dios me dice nada? Esto es genial, chicos. No pensé que me haríais esto, ¡A MÍ!-gritó, y comenzó a toser. Liam sonrió.
-¿Como lo de la embarazada?
Harry lo fulminó con la mirada.
-Hijos de puta-murmuró, observando a Zayn y a Lou. El resto se echó a reír, todos salvo yo.
-¿Qué pasa?
Louis hizo un gesto para que esperara, me dio sus cartas y estiró la mano para coger las de Harry. Se las enseñó a Niall.
Los montoncitos que Harry había adelantado fueron arrojados con los demás.
-Bueno, irlandesito...-musitó Louis.
-Bueno, inglesito...
-¿Subirás si yo subo?
Niall puso cara de angustia. Se encogió de hombros, resignado, y Louis tiró todo lo que le quedaba: sería más del doble de lo que correspondía a Niall. Este último cogió de mala gana su pila de fichas, y la colocó cuidadosamente en el centro. Todos observábamos pasmados, dando como ganador a Louis.
Niall empezó a reírse, y mostró sus cartas.
A Lou se le cayeron las suyas de la mano, recordándome a Harry cuando perdía con la DS.
Dos ases. Pareja de ases, y un trío de treses. Y encima, todas las cartas del mismo color.
-Un full.
-Y escalera de color.
-¡HAS HECHO TRAMPAS, PUÑETERO!-chilló Louis.
-Uf, alguien no soporta perder-canturreó Niall, alzando las fichas al aire como si de una película de casinos se tratara.
-Enseñadme lo de la embarazada-supliqué. Liam me pasó el ordenador, se sentó a mi lado y se metió en Youtube.
Me dejó un vídeo en el que Zayn y Louis se aliaban con Nickelodeon para tomarles el pelo a Harry, Liam y Niall. Una mujer fingía ponerse de parto delante de ellos, y todos se ponían histéricos... todos salvo Niall, que se quedaba mirando a la mujer como diciendo "me importa una mierda lo que te pase, no es mi bebé, no es mi problema". Al final del vídeo yo estaba en el suelo, revolcándome de la risa. Harry se había puesto rojo como un tomate.
Una enfermera entró, y rápidamente me levanté y me senté en un sillón, como si la cosa no fuera conmigo. Louis se rió por lo bajo, sentado a mi lado, y le di un codazo.
-¿Qué tal vas, Harry?-inquirió la chica, mucho más joven que la anterior. Se acercó a él, le colocó un termómetro en la boca y comprobó una jeringuilla que traía. Harry la miró como si la aguja midiera varios kilómetros.
-Bien, bien, muy bien.... no creo que necesites ponerme eso-susurró, en tono suplicante. La chica le sonrió.
-Es para que te mejores, hombre. Venga, no mires-le tomó el brazo y Harry cerró los ojos con fuerza. La chica introdujo la aguja en su brazo, vaciándola con una rapidez fascinante.
Recogió el termómetro.
-¿Cuánto tiene?-preguntó uno de los chicos, seguramente Liam.
-39 y medio. Parece que se va recuperando rápido.
-¿Mi voz se recuperará rápido también?
-No lo sé, querido. Supongo que lo único que podemos hacer es esperar-y, tal como llegó, la muchacha desapareció.
Zayn esbozó una sonrisa pícara.
-Podría esperar a que se me desnudara, ¿sabes, Harold?
-Oh, te entiendo muy bien, Malik-convino Harry, y se sonrieron. Cogí el ordenador y entré en Twitter.
Se me habían disparado los seguidores, los retweets y las menciones desde por la mañana. Todo el mundo sabía el twitter de la novia de Louis Tomlinson, pero nadie le ponía cara a esa chica, de momento.
-¿Cómo nos conociste, Eri?-preguntó Niall, sentándose a los pies de Harry.
-En un bar-espeté, sin prestarle atención.
-Eso ya lo sabemos, niña-Louis puso los ojos en blanco-. Lo que queremos saber es cuándo supiste por primera vez de nosotros.
Alcé la vista y los miré, uno a uno. Todos tenían los ojso clavados en mí, expectantes. Bajé un poco la tapa del ordenador, pero no la cerré del todo.
-Alba y Noemí me hablaron de vosotros un día de... ¿noviembre? Sí, creo que era noviembre. Me pusieron una canción. Another World. Tenía la sensación de haberla escuchado antes, la verdad... Me hablaron de vosotros, de todos. Me dijeron cuál era su favorito. Me enseñaron fotos, y me dijeron los nombres, pero solo me quedé con el de Zayn.
-¿Porque mi nombre es raro?
-Sí, y porque fuiste el que más me gustó, en un principio-fruncí el ceño, Zayn le dirigió una mirada triunfal a Louis, que me pasó un brazo por los hombros y puso cara de "¿Quién ha ganado la guerra, chaval?"-. Te pareces mucho a Taylor-expliqué.
-Y dale con Taylor-se quejó Louis por lo bajo.
-Calla tú, cosa fea-me eché a reír-. Al principio estaba como loca con Zayn, no es que no dejara de hablar de ti, pero digamos que las únicas fotos que miraba de la banda eran tuyas. Hasta que vi que fumabas.
Zayn esbozó una sonrisa triste.
-Lo sé, sé que es duro, Zayn. Pero, oye, te sigo queriendo igual aunque fumes.
-¿Y por qué me elegiste?-inquirió Louis, atravesándome con sus ojos azules. Cuando nuestras miradas se encontraron, me pareció que de repente estábamos solos.
-Porque soy como tú-musité. Sonrió.
-Pero, entonces, ¿cómo empezaste a ser Directioner, Eri?-ahora era Liam el que preguntaba. Les dediqué una ancha sonrisa, abrí la tapa del ordenador y me metí en youtube. No dejé que Louis mirara el título del vídeo que estaba cargando.
-Hi, we're One Direction, and this is our video diary number three!-clamó Zayn en el ordenador. Ellos sonrieron.
-Las chicas me enseñaron este vídeo un día que estábamos de compras. Aunque yo ya decía Vas Happenin, a veces...  Decían que era el mejor video diario, y supongo que tenían razón.
-En ese Louis se sale-comentó Harry, conteniendo la tos. Lou fingió ofenderse.
-Perdona, pero yo me salgo en todos, chaval.
-Y supongo que ahí empecé a ser medio Directioner, ya sabéis... Había escuchado What Makes You Beautiful varias veces, y me encantaba, pero los video diarios fueron demasiado para resistirse. Y estoy aquí gracias a Vas Happenin Celine y Faisbuk and Twitah-todos nos reímos.
-Osea, que Louis es el que te capturó.
Miré a mi novio, que sonreía satisfecho. Me guiñó un ojo.
-Sí-asentí, sin apartar la vista de él-. Lo más gracioso es que nunca me gustaron los chicos con ojos azules... Quiero confesaros algo, chicos, y espero que no os parezca mal.
Algunos levantaron las manos, invitándome a que continuara. Otros simplemente esperaron.
-Creo...-arrugué la nariz-, creo que la mitad de vuestras fans están con vosotros por cómo sois, más que por la música. Aunque la música ayuda-parecían aturdidos, me encogí de hombros-. No sé, me parece que si cualquier otra banda cantara vuestras canciones igual de bien, pero no fueran como vosotros, no tendrían lo que tenéis.
-Que le gustamos a la gente por ser como hermanos, quieres decir, ¿no?-me ayudó Niall. Asentí.
-Molamos por eso-convino Zayn, asintiendo satisfecho.
-Yo molo siempre-comentó Liam, riéndose.
-Las uñas de mis pies molan más que tú, Liam-soltó Harry, y empezamos a bromear así durante casi una hora.

Se armó un gran revuelo en el pasillo. Harry comprobó su reloj, y me pidió que saliera afuera a recibir a nuestra "invitada". Liam estaba protestando que bien podía ir él, que estaba de pie, cuando Harry lo mandó callar:
-A ella no la conocen todavía, Liam. Todavía puede salir al pasillo sin que las Directioners se pongan histéricas porque estamos en el hospital.
Liam asintió. Louis me dio un suave empujoncito para que saliera afuera, sin dejar de estudiarme.
Abrí la puerta y asomé la cabeza. Una gran multitud se arremolinaba al lado de una mujer joven, la mayoría de los observadores eran personal del hospital. La mujer les hablaba en tono cordial y dulce, y la muchedumbre estaba hipnotizada por ella.
Los ojos azules de Catalina de Cambridge se posaron en los míos. Me reconoció al instante, y se acercó a mí.
-Buenas tardes, Erika-saludó, sonriéndome. Flexioné un poco las rodillas.
-Buenas tardes, alteza.
Le franqueé la entrada a la habitación mientras protestaba por mis modales.
-Oh, querida, llámame Kate, ¿quieres? Por mucho que le fastidie a Elizabeth, soy de cuna "humilde", como dice ella. Nací plebeya y moriré plebeya, ni mi marido puede cambiar eso-sentenció, restándole importancia con la mano. Asentí.
-Y llamadme Eri, Kate.
-Guarda el tratamiento de cortesía para la reina, corazón. Es agotadora, esa mujer. Se cree que la corona es la pedantería que la rodea, Dios...-y se rió. Sonreí, me caía bien la futura reina. Luego se giró hacia los chicos y les hizo un gesto con la mano-. Hola, chicos. Louis, Niall, Zayn, Liam-asintió en sus direcciones mientras todos hacían un gesto de saludo. Se acercó a la cama de Harry, que la observaba con adoración-, y Harry. ¿Qué te ha pasado, querido?
-Me he puesto enfermo, alteza.
-Por favor, lo que le he dicho a vuestra amiga también va para vosotros. Toda mi vida he sido Kate, por mucho que le duela a Elizabeth.
-Es cierto, milady. Perdón.
-Así que has enfermado-Kate asintió, acariciándole la mano-. ¿De qué?
-Tengo una neumonía, pero causada por un mal de amores, alte... Kate.
-¿Mal de amores? ¿Una dama ha conseguido llegar al corazón del rompecorazones de Inglaterra?
Harry asintió, azorado.
-¿Cuál es su nombre?
-Noemí.
-Noemí... ¿extranjera?
-Es española, milady-la informé yo-. Es amiga mía.
-Debe de ser muy guapa.
-No está mal-se burló Louis, haciendo que Harry lo taladrara con la mirada.
-¿Y dónde está esa bella dama, si se puede saber?
-En casa, milady. Ella... se ha enfadado conmigo.
Catalina se sorprendió.
-¡No tiene corazón, pues! ¿Cómo enfadarse contigo, querido, si eres un cielo de criatura?-y le acarició la cara. No me hubiera sorprendido que Harry se pusiera a ronronear.
-Supongo que mi comportamiento le molesta.
-Comprendo-se acercó a una silla, la arrastró, hizo un gesto de negación a Niall, que trató de llevarla a donde ella quisiera, y se sentó al lado de Harry. Cruzó las piernas, elevó la barbilla un segundo, luego recordó que no estaba en ningún acto oficial, y se relajó. Sin embargo, no descruzó las piernas.
Clase inglesa.
-Supongo que no me habéis traído aquí para hablar de tu enamorada, ¿no es así?
-Tenemos un problema, y muy grande, Kate.
-Contadme.
Escuchó atentamente la exposición del asunto de mis amigos. Su sonrisa se volvió triste cuando le contaron que Harry no podría cantar en la ceremonia de los juegos. Asintió cuando Zayn sugirió que hicera playback, pero rápidamente se puso de acuerdo con los demás en que a la reina no le haría gracia.
-¿No hay forma de que Su Majestad no se entere?-inquirí. Kate se rió.
-Por favor, estamos hablando de la mismísima reina de Inglaterra. Todo el país la ama, nadie se atreve a rebatir una orden suya. No es como tu realeza, Eri-comentó, entristecida-. Una verdadera lástima, Letizia es una mujer formidable, una gran persona.
-Era plebeya, como tú.
-Moriría plebeya, no tiene sangre "azul" en sus venas. La sangre no cambia de color con el matrimonio. Jugueteó con su alianza. Me observó un segundo.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro.
-¿Eres... republicana, querida?
Negué con la cabeza.
-Debo de ser de las pocas que apoyan la monarquía en España.
-Comprendo.
Entonces, Harry sugirió algo que me dejó con la boca abierta.
-¿Podría cantar Eri por mí?
Los chicos me observaron, Kate miró a Harry un momento, tratando de dilucidar si estaba bromeando o no, y luego sus ojos pasaron a posarse en mí.
-¿Cantas bien?
-No. No, no no. No, me muero. Que no. No-me negué. Rápidamente los chicos se sentaron alrededor de mí, tratando de convencerme de lo contrario.
-Eri, venga, eres buena. ¿No te acuerdas de la fiesta de tu pueblo? Cantas bien-comentó Zayn, y los demás asintieron.
-Que no, chicos, que no. Me moriré de vergüenza, ¿cuánta gente va a haber?-en realidad, no quería que me respondieran, pero lo hicieron.
-Sobre 60 mil personas, puede que más-comentó la princesa. Lancé un gritito, y continué negándome.

Me estaba metiendo en la cama, pertrechada con mi pijama y un libro, cuando Louis dio un par de toquecitos en la puerta y asomó la cabeza por ella.
-Lou-sonreí. Él entró, y cerró la puerta tras de sí. Se inclinó y me besó en los labios.
-¿No habíamos quedado para que te contara mi vida?-se carcajeó ante mi gesto culpable. Le abrí un hueco bajo las sábanas y dejé el libro en la mesilla.
-Pensé que después de todo lo que ha pasado hoy, no te apetecería...
-¿...estar un rato a solas con mi novia? Tienes razón. Vaya coñazo. Me largo-pero no hizo ademán de moverse. Me reí.
Liam había decidido quedarse a dormir con Harry, aunque este había protestado que bien podía pasar la noche solo, a lo que el primero le replicó que le aterraba la idea de que saliera corriendo del hospital a largarse de fiesta y conquistar a alguna mujer.
Supuse que también el factor del pánico en su propia persona ante encontrarse con Alba había jugado un papel muy fuerte en la toma de esa decisión.
-Me acaba de llamar Harry. Dice que mañana por la mañana le dan el alta, y que no quiere que vayamos a por él, que ya le trae Liam.
-¿Vamos a ir igual, verdad?-inquirí. Asintió.
-Sí, que como tenga energía de sobra, se le escapa a Liam. Hay que controlar a rizos, porque se vuelve loco con mucha facilidad. Y, cuando quiere darse cuenta, está subido a un árbol del que no puede bajar. Y hay que llamar a los bomberos-frunció el ceño.
-¿Tienes algún gato que se llame Harry?
-Lo tenía. Lo atropeyó un coche.
-Oh... lo siento.
-Es mentira-se echó a reír-. Dios, deberías haber visto tu cara.
Hinché las mejillas.
-Bueno, a ver qué te cuento. ¿Fecha de nacimiento y eso, no hará falta, no?
-Me he estado documentando a través de la Wikipedia-informé, orgullosa. Sacudió la cabeza.
-¿Entonces qué quieres que te cuente?
-Todo.
-Pero si ya lo has visto todo-puso los ojos en blanco. Negué con la cabeza.
-Si me lo dices tú, me dirás al verdad. Sabe Dios quién escribe en la Wikipedia.
Y empezó a hablar, haciendo bromas de vez en cuando. Así era él. Nacido con otro nombre, adoptó el de su padrastro, Mark, cuando su madre se casó con él. No recordaba mucho acerca del divorcio de sus padres, pero me contó que los dos le habían tratado bien siempre, y que las hijas de su padre y las de su madre para él eran sus hermanas completas, no medio hermanas. Me contó que siempre le había gustado trabajar en la actuación, que había entrado en una escuela de interpretación después de hacer de extra en un programa en el que salieron sus hermanas...
Confirmó y desminitió cosas de la Wikipedia a uan velocidad abismal, pero yo lo escuché embobada, absorbiendo toda la información que él me proporcionaba, igual que había hecho él la noche anterior.
Cuando acabó, me miró largo rato, mientras yo me mordía el labio inferior.
-¿Si alguien te llamara por Louis Troy Austin, te parecería mal? ¿Contestarías?-le pregunté. Se lo pensó un momento. Frunció el ceño, y sus ojos parecieron muchísimo más azules a la luz de la lámpara.
-No sé si contestaría, lo dudo bastante... Y no creo que me pareciera mal, al fin y al cabo, con ese nombre nací, ¿no?-sonrió, tímido, esperando mi reacción. Yo también sonreí-. Pero, no sé... me siento más Tomlinson que Austin. Quiero a mi padrastro como si fuera mi padre. No sé, mi padre siempre ha estado ahí, pero... en un segundo plano. Y su hija, Georgia, ni te cuento. Casi la veo como a una prima, no la he visto demasiado en toda mi vida. Ni siquiera sé cuántos años tiene, y a veces me siento mal por ella.
Lo estreché entre mis brazos.
-Gracias por contármelo-susurré en su oído. Me apretó contra él.
-Gracias a ti por escucharme así, pequeña.

viernes, 27 de julio de 2012

Es 1D.

Ballerina Styles 
 Karaoke Horan & Karaoke Payne
 PAM. Cupido 2.O
 Stripper Styles
 Party Hard

 Marcha Styles
 Desfase Styles

Jaguares.

No había caído en la cuenta de que podríamos pasarnos toda la tarde en el hospital, por lo que no llevé un libro o lo que fuera para estar entretenida, así que lo único que pude hacer fue encender la tele. Mientras tanto, los chicos discutían, a gritos, las canciones más adecuadas para los Juegos. Eran el viernes siguiente, estábamos a domingo, y el lunes ya tendrían que ir a ensayar por primera vez en el estadio.
La única candidata firme era One Thing, el resto de canciones que debían cantar (su Graciosa Majestad no había dicho qué número quería) eran desechadas a voces. La primera en salir fue Moments, pero Louis chilló que no podían ponerse a cantar una canción sobre un suicidio en unas Olimpiadas, joder. Ya de paso podían cantarle al dopaje.
Estaba haciendo zapping en la tele cuando encontré un canal dedicado exclusivamente a perseguir a la antorcha por la capital británica. Observé cómo una anciana la arrastraba durante quince minutos, pero no más de 300 metros, según decían en la televisión, y alcé las cejas. Ingleses.
La misma enfermera que se había encargado de examinar a Harry entró y nos observó. Los chicos se quedaron en silencio, Zayn con la mano alzada, Louis y Liam cogiéndose del cuello, Niall de pie sobre la cama de Harry, y Harry mirando a los demás con mala cara.
En aquella habitación, la única normal era la cría que perseguía a la antorcha olímpica por la televisión.
-Claro-murmuró la enfermera, y los chicos se sonrojaron. Niall se bajó de la cama de un salto, Zayn entrelazó sus manos detrás de la cabeza, Louis y Liam se soltaron y se cruzaron de brazos. Harry siguió mirando a los demás con expresión adusta.
-Tenemos tus resultados, Harry.
-¿Me curaré?-habló con una voz que parecía venir del centro de la Tierra.
-Oh, por Dios, Harold, estamos en el año 2012. No vas a morirte por un catarrillo-espetó Louis, poniendo los ojos en blanco. Era la primera vez que se ponía borde con Harry.
-En realidad, tiene una neumonía.
Enmudecimos y nos miramos largo y tendido. Apagué la tele, y todos se volvieron hacia mí. De repente, sentí que la ausencia de sonido era asfixiante, pero me daba vergüenza volver a encender la caja tonta. Suspiré.
-Tiene una neumonía tan fuerte que, de las toses, tal vez tenga heridas en la garganta. No creemos necesario inspeccionarla-comenzó.
-¡Inspeccionadme, inspeccionadme!-gritó Harry. O ladró. O tal vez fueran un par de piedras las que dijeron eso.
-Te vamos a meter un tubo por la garganta-informó la mujer. Harry se levantó.
-Bueno, muchas gracias por los medicamentos, pero ya estoy mejor-fue a buscar su abrigo, pero Zayn lo cogió de un brazo y lo obligó a echarse en la cama de nuevo. La mujer sonrió.
-Me parecía...-suspiró, y continuó su informe-. No consideramos necesario realizar una inspección minuciosa para su tráquea, pero consideramos importante tenerlo en observación un par de horas. Si todo va bien, Harry, volverás a casa mañana.
-¿Mañana?
-Mañana.
-¿Cuándo hablaré normal?
La mujer consultó sus notas; pasó un par de páginas mientras sus ojos volaban por las líneas. Arrugó la nariz, pero, cuando consiguió su objetivo, asintió con la cabeza.
-Creemos que en un mes ya deberías haber recuperado tu voz normal, para cantar. Tal vez a finales de la semana que viene ya hables con normalidad, pero el esfuerzo de las cuerdas vocales será demasiado para ti hasta finales del mes que viene-alzó la vista, les dirigió una mirada sincera, y se encogió de hombros-. Es lo que hay, chicos.
-Gracias-murmuramos todos, con la cabeza en otra parte. La enfermera se despidió, salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Todos mirábamos al suelo, todos salvo Harry, que inspeccionaba el techo como si fuera lo más interesante del mundo.
-Un mes-musitó.
-Un maldito mes-bufó Zayn.
-Un... mes-Liam estaba en otro mundo.
-Un jodido mes-Louis se dejó caer en el asiento, a mi lado, y me cogió la mano. Se la apreté.
-Dios, Dios. Dios, Dios, no, por favor, un mes no.... Dios, por favor, no-suplicó Niall.
Y experimenté aquello que los chicos vetaban en las entrevistas. Ver a Niall llorar te destroza el corazón; debería hacerse una ley que prohibiera que nadie hiciera llorar a Niall.
 Comenzó a sollozar, enterrando su rostro entre sus manos. Me eché a temblar con el ruido que hacía, parecía lo más triste del mundo. Nunca había estado en una batalla, pero me pareció que un campo humeante lleno de cadáveres agonizantes sonaría como una orquesta de Bethoveen comparado con el llanto de Niall. Cuando quise darme cuenta, todo mi cuerpo temblaba.
Me levanté y abracé a Niall, lo acuné contra mi pecho mientras él se sacudía desesperadamente, chillando que aquello no era justo, que aquello no les podía estar pasando a ellos. Nadie había hecho nada para que aquello pasara.
Pero sí que había alguien. De metro y medio, delgada, pelo oscuro y ojos marrones.
Noemí.

Liam abrió la puerta de la habitación y esperó a que Niall y yo entráramos. Habíamos subido a comer cuando Niall pareció tranquilizarse, y entre los dos habíamos conseguido que se comiera un pedazo de tarta de chocolate, lo que le hizo sentir un poco mejor. A nadie le amarga un dulce.
Harry seguía como cuando Niall comenzó a llorar: retorciendo las sábanas entre sus manos y murmurando algo ininteligible, sacudiendo la cabeza de forma frenética sin apartar la mirada del techo.
-Quiero irme a casa-susurré.
Harry alzó la cabeza.
-Y yo, no te jode. ¿Sabes qué quiero yo, Eri? En estos momentos desearía que mis padres hubieran usado condón el día que se pusieron a follar como locos para crearme. Eso es lo que quiero-y volvió a dejarse caer en la almohada. Los demás le dedicaron una mirada de reproche. Él volvió a erguirse-. Lo siento... no iba en serio, pequeña.
-No pasa nada.
En los ojos de Louie había una interrogación.
-Quiero coger un par de cosas... voy a volver. Y tendréis que ir a comer, tú al menos-le acaricié la mejilla y el cerró los ojos, dejándose llevar por el contacto de mis dedos.
-No voy a hacer el Ramadán hasta después de los juegos-reflexionó Zayn. Todos los presentes lo observamos con asombro; él se limitó a encoger los hombros-. No podemos perder a otro más.
-¿Qué?-espetó Niall-¿Qué dices, Zayn? Ahora ya no importa. Podemos quedarnos mudos todos. Si no va Harry, no va ninguno.
-¿No habrá alguna manera de conseguir que Harry cante sin decir una palabra?
-Díselo a la reina y se hará un abrigo con tu piel-reflexionó Louis.
-Solo playback de su parte. Yo haré notas más largas.
-Zayn, eso está mal.
-¿Sabes qué está mal, Liam? Que Harry esté en el hospital por culpa de la zorra de Noemí-ladró él, levantándose de su silla y encarándose a su amigo.
Oh, joder, los moros leen la mente musitó Alba en mi interior.
 -Noemí no tiene la culpa de...-empezó Harry, pero un ataque de tos lo interrumpió.
-Ayer la vi entrar en tu habitación y la oí dar gritos. No entendí lo que decía, así que no me pareció que debiera acercarme a ver qué pasaba, Hazza-explicó el otro.
-Wuo, wuo, wuo. Nada de secretitos, chavales. ¿Noemí ha hecho qué?-Lou levantó las manos en alto, y, de repente, su acento se tornó texano. Nos obligó a sonreír.
-Me... me dijo que estaba jugando con ella, y que era un superficial. Y muchas otras cosas.
Nos explicó su conversación con ella en varios minutos, parándose constantemente en medio de las frases para inclinarse y toser. Dios, si hubiera llevado una camiseta cuando ella entró...
-Me dijo que ojalá nunca hubiera entrado en el bar-susurró, las lágrimas volvían a asomar por sus ojos. Cerré los puños.
-Pienso matarla-dije, con la mirada perdida.
-Eri...
-No, Eri no, Louis. Eri no. Os tengo a vosotros, a todos, porque nos metimos en ese bar. Si no es feliz con vosotros, es SU problema. Con vosotros soy yo misma. Con todos. Y luego estás tú, Lou. El  único chico al que le gusto... lo conozco en un sitio y luego una de mis amigas se arrepiente de ello. ¿Cómo mierda tengo que sentirme, Louis? ¿Cómo se supone que me tengo que sentir?
Enterré la cabeza entre mis manos, intentando calmarme.
-Si os perdiera, yo... yo...
Alguien me atrajo hacia así. Zayn.
-Vamos a estar contigo siempre, Eri.
-Acabarás cansándote de nosotros-murmuró Niall, sonriéndome. Liam y Harry asintieron, Louis sonrió y me acarició el pelo.
-Eres ya como la mascota de One Direction.
Sonreí.
-La mascota de One Direction.
-Si nos lo pidieras, entrarías en el grupo-reflexionó Harry. Los chicos buscaron las miradas de los demás, preguntándose en silencio. Luego asintieron en silencio.
-Erika López, de One Direction. La única chica-Liam agitó la  mano delante de él, como extendiendo un cartel gigante y observándolo para ver cómo quedaba.
-Pobre mujer, no tendrá poco que aguantarnos...-se carcajeó Louis, besándome en la mejilla. El resto se rió, incluido Harry, que se vio interrumpido por unas toses al poc de empezar, pero no importó. Nos reímos como si en realidad fueran a participar en los Juegos, como si yo pudiera realmente entrar en la banda, ser aceptada por las fans (¿cuántas me crucificarían si realmente lo hiciera?), como si realmente funcionara la idea de Zayn de hacer playback.
Liam se ofreció a ir conmigo a casa, de paso dijo que hablaría con Alba.
-Porque no sé lo que somos, y me estoy estresando mucho-murmuró, pensativo.
Estábamos en el pasillo cuando Louis me llamó. Me giré.
-¿Qué?
Me cogió de la cintura, puso su otra mano en mi mejilla y me dio un beso en los labios. Allí, en el pasillo. Delante de tanta gente.
-Volved pronto, ¿vale?
Estaba tan atontada que me lo tuvo que repetir otras dos veces.
-Oh, sí. Yo... ehm.... vete a comer, ¿quieres?-asintió, sonrió, me dio otro beso, solo que más profundo, y se marchó.
Liam me esperaba  con las cejas alzadas.
-Alguien va a conseguir muchos seguidores en Twitter esta tarde.
10457, para ser exactos.

Ni siquiera se habían levantado, podía sentirlo en la casa. Las cosas estaban tal y como las dejamos. Las llaves en el platito de la entrada, la puerta del microondas abierta, las tazas y los platos sucios del desayuno en el fregadero...
Maldito par de vagas.
Eran las doce y media.
Miré a Liam, que me miró a mí un momento. Supuse que los dos pensábamos lo mismo, porque de repente sonreímos a la vez.
-¿Abduction?
-Oh, sí-asentí, sonriendo. El coche, Taylor, la zorra de Lily Collins sonriendo cuando lo ven.
 -Cogeré lo que me mandaron-alzó la vista como leyendo una lista pegada en el techo.
-Tal vez harías bien llevándote un par de Nintendos allí. Así estaréis entretenidos.
-¿Vas a llevar bolso?
-Sí, si quieres, puedes meter las cosas en él.
-Vale-y desapareció en dirección a la habitación del piano.
Subí las escaleras y entré en el pasillo donde estaba mi habitación. Sin embargo, no llegué a mi puerta, sino que me detuve en la siguiente. La abrí con chulería (como Noemí lo había hecho el día anterior, aunque eso yo no lo sabía, claro), y entré. Ella se revolvió pero continuó durmiendo. Le di una patada a la puerta, que chocó contra la pared con un escándalo inimaginable.
Oí a Alba levantarse sobresaltada en su cama. La adrenalina por lo que estaba a punto de hacer disparó mis sentidos, y casi la escuché respirar en la habitación de al lado.
Me abalancé a subir la persiana con un estruendo infernal, pero Noemí seguía sin moverse.
Claro, echar broncas cansa ladró la depredadora con furia ciega que llevaba dentro y que me controlaba.
Aparté el edredón y dejé a Noemí al descubierto, que se revolvió y entreabrió los ojos, sin comprender.
Lejos, muy lejos, un jaguar se lanzó hacia su presa de la misma manera que yo me lancé a por la mía.
Cogí a Noemí del cuello y, cuando se dio cuenta, ya había saltado sobre la cama y la tenía pegada contra la pared. Mi brazo en su cuello la sostenía pegada al muro, y de paso le dificultaba la respiración.
La presa del jaguar era un cervatillo, la mía pretendía serlo a través de su mirada.
Intentó decir mi nombre, llevada por el pánico, pero cuando vio la rabia en mis ojos, y cuando sintió el nudo que le había formado en su garganta se contuvo. Alzó un poco los pies, apoyó la planta en la pared y trató de impulsarse.
Pero ya había empezado a asfixiarla.
-Espero que estés contenta con lo que le dijiste ayer, Noe-me reí. No reconocí mi risa, solo vi que me sentía muy bien haciendo daño. Aunque fuera a mi amiga-. ¿Sabes por qué?
Unas lágrimas asomaron por sus ojos, y negó con la cabeza, desesperada.
Es el fin, pensó, vi que lo estaba pensando en sus ojos. Es el fin, se acabó, no veré más días.
-Está en el hospital, mala puta. Está en el hospital por lo que le dijiste, zorra.
Sus ojos se abrieron como platos.
Las vísceras del cervatillo de mi jaguar estaban pasando por su garganta. Alzó la vista, como si supiera que estaba allí, observándolo.
Mátala. Mátala, haz justicia por el sufrimiento que ha causado.
Acaba con ella.
-Lo...siento-gimió, y sus pies colgaron sueltos sobre mí. Le dediqué una sonrisa feroz, había gastado demasiado aire disculpándose. Tendría que tirarla al suelo antes.
-Oh, claro que lo sientes. Por tu culpa, no actuarán en los Juegos. Por tu culpa, Niall ha llorado durante casi dos horas. Todo porque la señorita no soporta no ser el centro de atención. Porque la señorita tiene complejo de diva-me eché a reír, y su mirada se desvaneció del mundo. No se había desmayado, simplemente buscaba un lugar donde esconderse hasta que mi locura pasase.-. Porque no puedes dejar las cosas como están, tiene que estar todo como tú quieres, ¿no es así, Noe?
Negó con la cabeza.
Mi conciencia me chilló que se estaba poniendo azul. Era el momento de dejarla caer.
Aunque aguantaría toda la tarde así, en el fondo, yo sabía que no se ahogaría. Todavia tenía sitio suficiente para respirar.
-Lo has estropeado todo, pequeña-me incliné hacia ella, susurrándole en el oído. Me cogió la cabeza e intentó alzarse hasta arriba-. Su voz está rota, sus ojos no dejan de llorar. Todo porque la señorita quiere que le echen un polvo. Porque la señorita necesita que le den sus caprichitos y se esclavicen por ella.
Aparté mi brazo y la dejé caer. Salté hacia el suelo justo en el momento en que Alba llegaba a la puerta. Vio a Noe tirada en la cama, toda retorcida, boqueando en una lucha frenética por recuperar su aire. Luego me vio a mí, a su lado, observándola fijamente, con ojos de cazadora.
Casi oí sus pensamientos, comparándome con un jaguar a punto de lanzarse contra un cervatillo y abrirlo en canal.
Solo que este cervatillo ha tenido más suerte pensé, y acabé diciéndolo en voz alta.

Hi, we're One Direction, and this is another video diary!

Oí unos toquecitos en la puerta, a través de la rendija se introducía una sombra de unos pies. Me hice un ovillo, pero levanté la cabeza.
-Ñeeeee-gruñí, intentando decir "qué". Todavía estaba demasiado dormida para articular el sonido "k".
La puerta se entreabrió, y Liam asomó la cabeza por ella.
-Buenos días, Eri.
Me tapé con la manta como había hecho el día anterior. Al contrario que el bruto de Harry, él subió lentamente la persiana, intentando meter el menor ruido posible, se sentó a mi lado y me acarició la cabeza.
-Esto fue idea tuya-me recordó, noté que sonreía.
-Me odio.
Se rió con sinceridad.
-Venga, anda, hay que levantarse. Si no, te perderás el desayuno desesperado de Zayn. ¡Tour de comida  contrarreloj!
Ah, claro, por eso le había dicho que me iba a levantar temprano. Bueno, por eso, y porque me apetecía disfrutar un poco de los chicos a solas, sin mis amigas por en medio. Con ellas era el 90% de mí misma, aunque siempre había un rinconcito de mí que me recomendaba "ten cuidado, Eri" o "ya sabes con quienes andan ellas también". Por eso no les había contado mi vida.
Con ellos era otra historia. Era yo misma siempre, pasara lo que pasase. Como me conocían de menos tiempo me sentía  más segura en su presencia, me encantaba descubrir nuevos aspectos de cada uno que nunca habría imaginado. Como que Zayn se ponía de mal humor si tenía que esperar por los demás. O que a Niall le gustaba dormir con un pijama verde y el reloj dado la vuelta para no saber qué hora era ni cuánto faltaba para levantarse. O que Liam bajaba todo lo que podía la alarma de su despertador para no despertar a los demás. O que a Harry le encantaba dormir desnudo (aunque eso se deducía por lo que decían los chicos de su amor por el nudismo). O que Louis prefería dormir con dos rendijas de la persiana entreabiertas, para no sentirse encerrado en la oscuridad. Con ellos reía, lloraba o gritaba a voluntad: nunca sentía que estaban pensando en que le contarían mi comportamiento a nadie más.
Y eso a veces lo sentía cuando miraba a mis amigas.
Fui saliendo de mi escondite poco a poco. Liam sonreía.
-¿Qué quieres, Bella durmiente? ¿Un beso? ¿Llamo a tu príncipe azul?
Reí en silencio. Hinché una mejilla y él me la besó. Me reí, esta vez de forma sonora.
-Venga, todavía tenemos que despertar a los demás.
-¿No lo has hecho?
-No, pensé que tal vez querrías disfrutar del desayuno de Zayn en vivo y en directo desde que empezara-se encogió de hombros y meneó las cejas.
Salí de la cama a duras penas (él se ofreció a sostenerme, pero lo separé amablemente), me puse unos pantalones cortos, apartando él la  vista, azorado, cuando me quité los que llevaba, y lo seguí fuera de mi habitación. Cerré la puerta.
-Ve a por Niall, yo saco a Louis-se acercó a la puerta del chaval en cuestión, pero se detuvo justo antes de agarrar el pomo-. Cuando lo despiertes, dile que Louis aún duerme. Él te entenderá.
Asentí. Abrí la puerta de la habitación de Niall suavemente, y contuve una carcajada: tenía los pies en la almohada y la cabeza donde debería tener los pies. Roncaba suavemente. Di varios pasitos en su dirección e, inclinándome suavemente, le zarandeé un poco el hombro.
-Niall...-lo llamé. Sacudió la mano.
-Cinco minutos más, mamá.
-Niall, venga, arriba.
-Quiero otra tostada-protestó, y se puso de morros. Me mordí la lengua para no empezar a reírme en plan histérico allí mismo.
-Niall, soy Eri. Arriba, irlandesito.
Dio una patada. Subí la persiana y abrí las ventanas. Chilló cuando notó el viento frío en sus mejillas, pero no hizo nada.
-Niall.
-Baaausssssssssssssssf.-espetó, girándose para darme la espalda voluntariamente. Me senté en sus piernas, y le hice cosquillas en los pies.
-ROSQUILLA CABRONA-ladró, dando un brinco. Miró en derredor con gesto contrariado, y me miró a mí. Al ver mis carcajadas demenciales, frunció el ceño-. ¿Qué?
-Insultabas a la comida.
-Oh, Dios-se tapó la cara con las manos-. Era una pesadilla.
-Liam va a despertar a Louis.
Observó mi rostro, asintió una vez, se levantó a todo correr, me cogió de la mano para que lo siguiera y salió de la habitación justo cuando sonaba un profundo bocinazo. Me tapé los oídos.
-¡IRÁS AL INFIERNO POR ESTO, LIAM!-gritó Louis, lanzándole la almohada a su amigo, que estaba en el suelo revolcándose de la risa. Niall no tardó en unírsele. Louis saltó a por los dos, inmovilizando primero al de Wolverhampton y luego al rubito-. ¡Por todas las zanahorias, casi me matáis! ¡TODOS LOS DÍAS IGUAL!
Notó mi presencia en seguida.
-Eri-sonrió. Le sonreí. Se levantó, nos acercamos y nos dimos un suave beso.
-¿Has dormido bien?
-Claro, he soñado contigo.
-Si hubiera comido, vomitaría-bufó Niall. Louis le dio una patada.
-Calla tú, que la única cosa que amas en este mundo es la comida.
-¡Y ella me ama a mí!-llenó la habitación con su risa musical.
Bajamos a la cocina, donde Zayn nos ofrecía un espectáculo circense: sentado con la mirada fija en la ventana, devoraba cuanto era capaz, estudiando ansioso las luces de las farolas que se veían a través del follaje del jardín. Tortitas, tostadas, cereales, carne, pastelitos... Había de todo en esa mesa, y Zayn se lo metía entre pecho y espalda casi empujándolo hasta el esófago  con las manos, más que tragándolo.
Niall fue a los fogones para preparanos el desayuno a los demás.
-¿Alguien sabe a qué hora volvió Harry ayer?-preguntó Louis.
Zayn negó con la cabeza de manera frenética; cada segundo que perdiera hablando no podría invertirlo en comer.
Liam, Niall y yo expresamos nuestra ignorancia.
-Yo ni siquiera lo escuché marcharse-murmuró Niall, encendiendo los fogones y colocando una sartén sobre ellos.
-Porque te duermes enseguida, Nialler-replicó Liam, sonriendo a su amigo. Niall le devolvió al sonrisa.
-¿Voy a buscarlo?-me ofrecí. Liam dijo que me acompañaba; Lou estaba demasiado fascinado con la manera de comer de Zayn como para marcharse de la cocina.
Lo primero que nos extrañó fue que la puerta de Harry estaba abierta. Y, según los chicos, Harry dormía con ella cerrada. Casi a cal y canto; a veces bromeaban que Harry "estaba encerrado en su castillo, con el puente levadizo alzado", ya que le molestaba mucho que nadie fuera a verlo cuando tenía la puerta cerrada. Y una de esas ocasiones de aislamiento voluntario se daba cuando dormía.
La luz entraba por la ventana con la persiana levantada. Entrecerramos los ojos, ya que la luz nos daba de pleno en ellos.
Justo debajo de la ventana, hecho un ovillo, estaba Harry. Hecho un ovillo, su cabeza se escondía en el hueco que había entre su pecho y sus rodillas; sus brazos escondían sus rizos castaños. No llevaba camiseta, y no paraba de estremecerse.
-¿Harry?-lo llamó Liam. Él alzó la cabeza, y nos miró con expresión torturada.
La imagen de Taylor/Jacob en Amanecer llorando cuando Bella moría corrió a mi cabeza. Mismos ojos llorosos. Mismas lágrimas por las mejillas. Mismos estremecimientos de hombros.
-Harry-susurré, corriendo hacia él. Me arrodillé a su lado y le besé la mejilla. Estaba ardiendo. Él apoyó la cabeza contra mi pecho y gimió. Acaricié sus rizos y lo acuné mientras continuaba llorando. Miré a Liam, que revolvía en el armario de su amigo, en busca de una chaqueta. Me había leído el pensamiento.
Alcé la vista para comprobar lo que me temía: que la ventana estaba entreabierta, y una ligera brisa se colaba por ella. El suelo bajo mis rodillas estaba húmedo: había estado llorando toda la noche.
Si había estado llorando toda la noche, desnudo de cintura para arriba, acurrucado contra la ventana abierta y con la puerta también abierta, en medio de la corriente que se formaba entre ambas, que tuviera las mejillas calientes era uno de los signos más suaves.
Le aparté el pelo húmedo de la cara.
-¿Qué te pasa, Harry?
Apartó la cabeza, intentando que se la soltara. Mis uñas se hundieron un segundo en su carne, diciéndole que no le dejaría marchar.
Liam me tiró un jersey.
-Ponte eso, Harry.
Le acerqué el jersey. No se movió.
-Dejadme-murmuró con voz ronca, una voz muchísimo más ronca de la que tenía normalmente. Liam se inclinó hacia él, intentando oir su vocecita entrecortada. Se me partió el corazón.
-Póntelo, Harry-insistí, colocando la prenda sobre él. Se sacudió la cabeza y estudió un punto fijo del suelo de la habitación, aunque su mirada estaba perdida, a un par de universos de distancia.
Sus ojos vidriosos brillaban con una intensidad que nada tenía que envidiar a la luz solar.
Lo besé en la mejilla.
-Hazlo por nosotros.
Se movió, de mala gana, lo justo para tirar el jersey al suelo. Volví a mirar a Liam, rezando porque llevara puesta una camisa.
Llevaba una camiseta del equipo Olímpico de su país. Suspiré.
-Harry, corazón-volví a apartarle los rizos mojados del rostro. Me miró de reojo, y agradecí que estuviera reaccionando-, voy a buscarte algo para que te pongas, ¿vale? Te lo pondrás por mí, ¿verdad?
-Vale-murmuró. Tal cual sonó su voz, esperé que se pusiera a escupir sangre.
Tosió, y lo apreté contra mí. No salió ningún líquido rojo de su boca.
Cuando su tos amainó, hice ademán de levantarme, pero me detuvo cogiéndome del brazo y tirando de mí hacia él.
-No-suplicó-. No, Eri, no te vayas. Quédate aquí.
Me dirigió tal mirada suplicante que habría dejado que me tirara a un mar de lava con tal de no ver esos ojos de esa manera otra vez.
Liam no necesitó que le dijera nada; desapareció en cuanto Harry no me permitió levantarme. Mientras este corría a buscar alguna prenda que pudiéramos ponerle a Harry, este encajó su cabeza en el hueco que había entre mi cuello y mi hombro, y cerró los ojos. Me giré y le besé el pelo, como Louis hacía muchas veces conmigo, y él se apretó más contra mí.
Suspiró.
Una vez llegó Liam, los demás no tardaron en aparecer en la habitación, se arrodillaron alrededor de Harry y estiraron las manos para tocarlo.
Si hubiera sido cualquier otro grupo, habría sentido que allí sobraba. Sin embargo, yo era una más de las que le "enviaban energía vital" a Harry mediante el contacto físico.
Al final, conseguimos levantarlo y llevarlo hasta la  cocina. Me había sorprendido que incluso Zayn hubiera interrumpido su atracón para estar con él; al fin y al cabo, no hacía falta que fuéramos cinco apoyando a Styles, con cuatro hubiera bastado, y él así almacenaría suficiente comida para el Ramadán.
Harry no quería comer. Se limitó a sentarse en una silla enfrente de su plato de huevos con bacon, y a observarlos como si quisiera prenderles fuego con la mente. La espalda encorvada, los ojos llorosos y el pelo alborotado me llevaron a contrastar su aspecto matinal con el nocturno de Noemí.
Y esa conexión me condujo hasta lo que creía que había pasado.

Niall y Louis arrastraron a Harry hasta meterlo en el coche. Liam se sentó al volante, Zayn a su lado, y yo en los asientos de detrás. Apoyé la cabeza en el respaldo de Harry y él rápidamente echó la cabeza hacia atrás, juntando nuestras mejillas.
Liam arrancó a toda velocidad. Louis y Niall acariciaban a Harry con gesto preocupado, Liam miraba de vez en cuando pro el retrovisor para juzgar el aspecto de su amigo, y Zayn le gritaba instrucciones a nuestro chófer improvisado, como si de un copiloto de rallies se tratase.
Zayn había sugerido tomarle la temperatura al chaval, y se nos cayó el termómetro cuando vimos que tenía 41 de fiebre. 41 y estaba en pie. 41 y consciente.
No podríamos bajársela, y lo sabíamos. 39 sí, tal vez 40, pero ¿41? Si cometíamos un error y le subíamos la temperatura en lugar de bajársela, acabaríamos matándolo.
 De vez en cuando Harry levantaba la cabeza y nos miraba a los demás con gesto atontado. Pasamos delante del "puente de los mortífagos" (ni sabía ni me importaba cómo se llamaba el puñetero puente), y se puso a saludar a la gente. Afortunadamente solo las niñas pequeñas le devolvían el saludo.
Llegamos a un hospital diez minutos después de salir de casa. Niall estaba histérico, tuvimos que agarrarlo de los hombros para que en un atasco no saliera del coche y se pusiera a chillar que nos dejaran pasar, que éramos One Direction, joder.
Bueno, "éramos". Eran, y yo iba con ellos.
Lo llevamos directamente hacia urgencias, y una mujer de unos 30 años (Harry sonrió cuando la vio) se acercó para examinarlo. Su pelo rubio caía en una coleta hasta sus  caderas, y sus pequeñas gafas resaltaban sus ojos azul oscuro.

Subimos con él a la habitación, nos hicieron salir y, mientras lo trataban, la mujer nos sacó al pasillo, ligeramente concurrido (muchos pacientes habían asomado la cabeza por la puerta de su habitación para ver a los chicos de One Direction y a esa cría que iba con ellos). Nos condujo hasta una pequeña sala vacía, y cerró la puerta.
-Habéis hecho bien trayéndolo.
-Nos asustamos cuando vimos la fiebre que tenía-informó Liam, asumiendo naturalmente el papel de portavoz. El resto nos quedamos en silencio, asintiendo con la cabeza.
Louis me agarró de la cintura.
-¿Sabéis cómo ha enfermado así?
-Lo encontramos por la mañana en el suelo de su habitación, sin camiseta, llorando y con la ventana abierta.
-¿Llorando?-la mujer alzó las cejas, escéptica, pero anotó el testimonio en su libreta. Asintió, dedicándonos una mirada inquisitiva.
-No estamos seguros de si había bebido, señorita...-musité yo, y todos me miraron a mí. Con un movimiento imperceptible de la cabeza les indiqué que ya les contaría lo que pensaba. Louis apretó sus dedos en mi piel.
Estaba tan preocupada que ni me ocupé de gemir.
-Bueno, estamos haciéndole los análisis de sangre, pero las respuestas oculares están dentro de la normalidad. Son bastante bajas, sin embargo, pero normales. Diría que no se encuentra en estado de embriaguez ni post-embriaguez. A pesar de eso, estamos preocupados por los signos de cansancio que demuestra. ¿Sabéis por qué ha estado así esta noche?
-No-mentí, aunque me lo imaginaba. Los chicos negaron con la cabeza.
-Bien. Bueno. Creemos que no ha dormido esta noche, ¿presenta problemas de insomnio?
-Nunca, sí que tarda en dormirse, pero luego no hay quien lo despierte-comentó Lou, sacando una sonrisa a sus compañeros. La mujer le dedicó una sonrisa coqueta. Me entraron ganas de pegarle una bofetada.
-En caso de que lleve sin dormir desde la mañana de ayer, debería descansar un poco.
-¿Podemos verlo?-suplicó Niall. La mujer lo estudió-. Por favor, señorita. Estamos preocupados.
-Es normal. Sois amigos. Entrad si queréis-dijo, abriendo la puerta, y sacando un pie. Después, pareció pensárselo, y volvió a entrar. Dejó la puerta entreabierta-. ¿Puedo haceros una pregunta?
Se miraron entre ellos y asintieron.
-¿Sois los chicos de One Direction, no? Vuestras caras me suenan.
Zayn le dedicó una sonrisa anchísima. Le encantaba que le reconocieran.
Los chicos volvieron a mirarse, se sonrieron entre ellos y canturrearon:
-Hi, we're One Direction, and this is another video diary!
La mujer se echó a reír.
-Cuidaré de Harry lo mejor posible.
Volvimos a su habitación.


jueves, 26 de julio de 2012

Harry Styles

Me hablas con esa voz, suave, profunda,
tranquila, y me hipnotizas.
Tus palabras llegan a mis oídos
en forma de susurros
que me transportan a otro planeta,
a otra galaxia, de la que tú y yo somos dueños.
Tus ojos verdes acuamarina
penetran en mí como rayos láser cuando me miras
Esos rizos castaños interminables,
que al tacto son como pétalos de rosas.
Sigo bajando, y llego a esos hoyuelos
que siempre me sacan una sonrisa.
Tu sonrisa, traviesa, conquistadora,
capaz de iluminar el mundo,
mi mundo.
 (De Noemí, colaboración especial para el blog Eri en Hollywood)
¡Gracias, Noe!

Harry.

Miró su reflejo en el espejo y sonrió. Una sonrisa siniestra en un rostro de niña buena.
-Toca poner las cosas en su sitio, Noe-le dijo a la chica del espejo; lo mismo le dijo su reflejo. Su sonrisa se ensanchó más.
Separó las manos del borde del tocador (no sin cierto esfuerzo, sus nudillos se habían tornado blancos), se irguió cuan alta era, colocó sus rizos, asintió, satisfecha, y abrió la puerta prácticamente tirándose sobre el pomo. Cerró de un portazo y echó a andar por el pasillo con la cabeza erguida, la barbilla alta y la mirada fija. Casi corría.
-¿A dónde vas a todo correr, mozuela?-una voz a un lado del pasillo. La chica la miró como quien mira a un terrorista que ha asesinado a su familia.
-A hablar con Harry-y sus ojos volvieron a su objetivo: el final del pasillo. De momento.
-Creo que va a salir-informó Erika. Noemí ni siquiera se giró para replicar:
-Precisamente por eso.
Claro que sabía que iba a salir. Y sabía de sobra lo que iba a hacer si se lo permitía. Pues no. Esa noche, no. Esa noche lo pondría en su sitio, le diría quién era.
Todavía no me conoces, Harry Edward Styles pensó para sus adentros.
Giró a la derecha.

Si hubiera estado con Zayn un minuto más,  tan solo un minuto más, me habría librado de la bronca monumental que llegó a mi habitación en forma de huracán moreno cabreado. O, por lo menos, el huracán estaría encerrado dentro, y tendría ventaja sobre ella.
Le había dicho a Zayn que me iba a cambiar para salir "de caza, tú ya me entiendes". Le pregunté si vendría conmigo.
Él me miró como si acabara de cargarme a su madre.
-Tío, no puedo. Es el Ramadán.
-¿Y no puedes follar ni de noche?-le espeté, horrorizado. Negó con la cabeza, pero, para mi desgracia, no hubo gesto entristecido en él. Supuse que toda una vida aguantando ese estúpido mes conllevaba resignación y aceptación, más tarde.
-No estoy seguro, la verdad, pero prefiero no arriesgarme.
Me encogí de hombros. Un pensamiento de "más para mí" me llevó a reprimir una sonrisa. Louis subió las escaleras, miró hacia el salón y se detuvo cuando nos vio.
-¿Todavía despiertos?
-Di mejor, ¿todavía aquí?-reí. Boo Bear sonrió.
-El pecador quiere arrastrarme al infierno-murmuró Zayn. Cuando le dediqué una mirada asesina, en el fondo me asombré de que no tuviera un gorrito de esos de rezar para aplanarlo en su cabeza.
-Uhhh, Harry. Qué malo eres. ¿Sabes que irás al infierno por eso?-se burló el otro, más de mí que de Zayn. Puse los ojos en blanco.
-Sí, lo sé, arderé por los siglos de los siglos, amén.
-¡A mi me esperan 80 vírgenes solo por no comer mientras brille el sol!-gruñó Zayn, tratando de darme envidia.
Louis mostró un gesto preocupado.
-Zayn, cómete algo, por favor-su gesto se volvió triste-. El Sol explotará dentro de miles de millones de años. Tendrás mucha hambre para entonces.
-Eso sí que es el infierno para Niall-comenté, y nos reímos. Subí detrás de Lou las escaleras, y me metí en mi habitación.
Me estaba quitando la camiseta cuando oí unas voces en el pasillo de al lado, y luego, pasos fuertes, decididos.
Eri iba a arrastrar a Zayn a la cama, seguro.
Solo que no era Eri. Ni iba a arrastrar a nadie a la cama.
Era Noe. Y venía a arrastrarme a mí por la casa de los pelos.
Observó un momento mi torso desnudo, y una mínima sonrisa se dibujó en sus labios. Cuando me miró a los ojos, asustados y confundidos, su expresión recuperó ese matiz de mala leche.
Deseé taparme los oídos un segundo antes de abrir ella la boca, pero, dado que era una dama, y mi madre me había educado así, la escuché obedientemente.
-¡¿A dónde coño crees que vas?!-gritó. Di un brinco hacia atrás, tal era el susto. Aquellos gritos eran demasiado grandes para un cuerpo tan pequeño.
-Esto... voy a salir. A dar una vuelta.
Alzó un dedo acusador en mi dirección.
-¡Sé de sobra lo que vas a hacer, Harold Edward Styles! ¡Vas a por fulanas, a por zorras, a por chicas a las que engañar! ¡Chicas como yo! ¡Debería darte vergüenza!
Louis, Louis, ven aquí con tu camiseta de SuperMan y rescátame. ¿Dónde estás, Lou?
No había notado la hostilidad que había en la mirada de Noemí durante la cena; se había sentado enfrente de mí a propósito, estaba seguro. Varias veces me había estudiado con gesto calculador. Estaba planeando la bronca, me había dado cuenta tarde. Mi estúpido orgullo me había dicho durante la cena que me estaba arrancando la ropa y abriéndose de piernas para que la llevara al séptimo cielo.
Y la culpa era de las revistas del corazón por decir que yo era el "rompecorazones de la banda". Mataré a los de Sugar Scape en cuanto pueda.
Debía de estar mirándola como si no la entendiera, a pesar de que me hablaba con un acento de Londres Oeste que apenas podía  con él, porque dio un par de pasos y se situó frente a  mí.
Se puso de puntillas para hacerse más alta, y, a pesar de que seguía sacándole varias cabezas, tuve miedo de lo que pudiera llegar a hacer.
-¡Porque eso es lo que haces, Harry! ¡Juegas con nosotras como si no te importáramos lo más mínimo! ¡Espera!-levantó la mano, pensé que me iba a dar una bofetada, pero la suspendió en el aire- ¡NO te importamos! ¡Te dan igual los demás, mientras que no sean los chicos, o Eri, te da igual el resto del mundo!
¿Pero qué coño tenían Alba y ella contra Eri?
-¡Te da lo mismo que haya miles de chicas enamoradas de ti, te da igual el ejemplo que estás dando a un montón de tíos que se fijan en ti para  ligárselas, te da ABSOLUTAMENTE IGUAL! ¡Pues te comunico que eres fa-mo-so, que eres un E-JEM-PLO para mucha gente! ¿Qué te creías, eh? ¿Que te iba a dejar salir ahí, a follarte a cualquier tía, y que luego estaría en mi habitación para abrirme de piernas y mejorarte aún más la noche? ¡PUES VAS DADO!-ladró.
¿DÓNDE COÑO ESTÁIS, CHICOS? ME DA IGUAL QUIÉN VENGA, PERO SACADME DE AQUÍ.
Mientras tanto, Krakatoa... digo, Noemí, siguió vomitando todo lo que tenía que decirme.
-Porque claro, el señorito sabe usar sus armas. Y el señorito quiere pasarlo bien, al señorito le van las mujeres mayores, que son las que más guarrerías conocen y las que más posturas quieren probar. Las que más arañan las nalgas con sus uñas, ¿no es así?
No noté que estaba retrocediendo hasta que mi espalda dio contra la pared. Me tenía arrinconado. Iba a perder la batalla, probablemente la guerra.
¿Perder qué, estúpido, si ni siquiera has abierto la boca?
-Dios, ojalá no fueras tan guapo, Harry. Ojalá no tuvieras esa boca tan perfecta, que besaría cada noche hasta dormirme, y me despertaría solo para besarla. Ojalá no tuvieras esos ojos aguamarina, que son como dos rayos láseres que me derriten por dentro. ¡¿POR QUÉ TIENES QUE SER TAN GUAPO POR FUERA Y TAN FEO POR DENTRO, HARRY?! ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE LA GENTE A TU ALREDEDOR SUFRIRÁ SIEMPRE, SI NO CAMBIAS?
Empezó a llorar.
No la toques, no la toques, no la toques.
La abracé. No soportaba ver a ninguna chica llorar. Me acordé de una entrevista.
Si estoy discutiendo con mi novia y ella empieza a llorar, me callaré y la abrazaré hasta que se calme.
La abrazaré hasta que se calme.
 Me empujó para que no la tocara. Mis brazos se cayeron, suspendidos a mis costados.
-¿Sabes qué es lo peor?-inquirió. No contesté. No hacía falta-. Tu sonrisa. Joder, tu sonrisa-se llevó una mano a los ojos y se sacudió las lágrimas-. Esa sonrisa que es como un sol. Cuando sonríes, iluminas toda la ciudad-citó WMYB como si nada, sonriendo, triste. Le acaricié la mano y ella la apartó-. No me toques. No hagas esto más difícil de lo que ya es. ¿Por qué yo, Harry? ¿Por qué yo?
¿Por qué tú, qué, pequeña? ¿Por qué me gustas tú y no ellas, por qué soy yo del que te has enamorado? ¿Por qué me siento mal, muchísimo peor, cuando te veo llorar a ti que a otra chica? ¿Por qué te quiero, Noemí? Pues no lo sé. Muchas dirían que has tenido suerte.
Para nosotros dos es una desgracia, ¿verdad?
-Eres la más... guapa-espeté, y en mi cerebro se  formó una imagen mía poniendo ojos bizcos y aplaudiendo con el dorso de la mano. Subnormal, estúpido, gilipollas.
-Ojalá eso fuera suficiente, Harry.
-Sé que...
-No-me cortó-, no sabes nada. Eres un maldito superficial, y un egoísta. ¿Sabes? Desearía seguir teniendo esa imagen de Dios perfecto que tenía antes de conocerte.
Mi corazón se encogió.
Se dio la vuelta, su pelo flageló mi pecho. Me llevé una mano al lugar donde me había tocado fugazmente, sin pretenderlo. En esos momentos lo único que quería era cogerla de la mano, abrazarla, besarla, decirle que cambiaría, que por ella haría lo que fuera.
Recordé lo que había pensado cuando Zayn me dijo lo de que no podía tenerr sexo en Ramadán.
Cuando me case y deje embarazada a mi mujer, terminaré poniéndole los cuernos cuando ella no pueda hacer el amor conmigo. No soportaré estar dos meses sin sexo. Ni siquiera aguanto un par de semanas.
Se giró en la puerta, y me clavó una mirada envenenada.
-Ojalá nunca hubiéramos entrado en ese bar- dicho esto, desapareció.
Me senté en el suelo, con la cabeza en el borde de la ventana, y me hice un ovillo.
En el fondo era lista. En el fondo, no se merecía que nadie, y menos yo, le hiciera daño.
En el fondo no me la merecía. Ni besarla, ni tocarla, ni mirarla. Ni hablemos, pues, de casarme con ella, de dejarla embarazada y acabar irremediablemente con otra en la cama.
Nos encontraría. Perdería el bebé, nuestro bebé. Su cuerpecito no soportaría un aborto a esas alturas.
Moriría.
La estaba matando, llevaba matándola desde la primera mirada. La asfixiaba, me alimentaba de su energía vital como una hiedra venenosa se enreda en un árbol para asesinarlo.
Me eché a llorar. La puerta seguía abierta, pero ya no importaba.
Eri y Liam me encontrarían así a la mañana siguiente. No pegaría ojo en toda la noche.
Porque me había enamorado, y había perdido a la chica a la que quería incluso antes de tenerla.
Nuevo récord.
En el silencio de la habitación, se oyó la rotura de un cristal. Me dolió el pecho.
Era la primera vez que nadie me rompía el corazón.


miércoles, 25 de julio de 2012

Somos víctimas del humor del karma. Digo yo.

Noemí y Alba iban delante de mí, Erika López López, también conocida  como "la loca que se cree SuperMan y que lleva por capa la bandera americana". Brincaba de un lado a otro, chillando; aunque cuando me cruzaba con alguien, me comportaba. Un señor que apenas podía moverse se giró en redondo cuando volví a dar brincos.
Se metieron en casa tan rápido como pudieron, yo intenté saltar por encima del buzón, fallé por unos centímetros, me caí y me eché a reír.
Lo que a otros les provocaba el alcohol en vena, a mí me lo provocaba la bandera de las 13 barras rojas y blancas y las 50 estrellas. Molo mucho.
Liam asomó la cabeza cuando bramé: ¡HOLA! y me metí en casa justo antes de que el reloj empezara a dar las 7. Asintió, y volvió a meterse en el salón.
Subí a mi habitación a todo correr, dejé la bandera en la cama con suma delicadeza, como si fuera un bebé, me puse la camisa de Louis con una camiseta de tirantes debajo y unos vaqueros cortos.
Cuando abrí la puerta para bajar al salón, la de Alba se cerró bruscamente. No se me ocurrió pararme a escuchar hasta que oí a Noe sollozar.
-... no entiendo por qué ella tiene que ser la que más suerte tenga. Si ni siquiera es más guapa que yo-se quejaba, entre lágrimas. Pegué la oreja a la puerta; me importaba una mierda si alguien me veía. Así podría meterme en la habitación y darles un bofetón a cada una. Si estaban en Londres, con los  chicos, era gracias a que yo se lo había sugerido a sí a ellos-. No sé por qué Harry ni me mira, y sin embargo, está embobado con ella. ¡Oh, vamos, es una maldita vaca!
Me miré los muslos. Puta enana de mierda pensé en ese momento; la culpabilidad ya llegaría más tarde, ahora no había sitio para ella.
-Noe, no grites, puede oírte. Sabes que está en la habitación de al lado-la reprendió Alba. Eso, defiéndeme, golfa.
-Estoy hasta arriba de que sea siempre el centro de atención. Siempre. Llegamos, y todos sueltan, ¡Eri, chicas!, nos vamos, y todos dicen; ¡hasta luego, Eri, chicas!-se sonó la nariz-. Es un asco.
-Simplemente tiene más suerte de la que se merece, eso es todo-replicó Alba, suspirando. Casi la podía ver haciendo su gesto de "qué vamos a hacerle".
-Y porque es una friki de la historia. ¿Y qué? Por esa regla de tres, yo debería ser una diosa del sexo, para eso soy una friki de los chicos.
Silencio.
-Sabes que es la que menos se merece de las tres estar con Louis. Fuimos nosotras las que nos cambiamos de mesa, nosotras las que nos arriesgamos.
Más silencio.
-Intento seducir a Harry, y nada. Tú haces lo posible porque Liam te haga caso, y nada. Los cinco, ¡los cinco!-chilló, y Alba chistó para que bajara la voz-, están eclipsados con la diva de mierda.
¿Diva, yo? Al menos tengo razones, estúpida.
-¿Qué quieres que le haga, Noemí? ¿Quieres que la mate? ¿Quieres que le monte un pollo delante de ellos? Sabes de sobra que va a ganar, Noe. Cuando va contra poca gente, gana siempre. No sé cómo lo hace.
-Tenemos que hacer algo, Alba.
-¿Qué? ¿Qué podemos hacer?
Me imaginé a Noemí con una sonrisa cuando replicó:
-Esperar. Tardará dos años en dejar de andar con ellos, como mucho. Y luego, nos tocará el turno.
-No creo que pueda esperar tanto.
Tendrás que hacerlo, zorra del averno. Porque ahora ya es personal durar con ellos, fulana.
Me alejé del pasillo.

Di un brinco en la cama, sobre la bandera arrugada. Solo un sueño.
O al menos, también Danielle había sido un sueño para Liam. Lo cual no dejaba de hacer que ella no fuera real.
Entré en el baño a todo correr, me miré en el espejo y suspiré aliviada. Ni ojeras, ni ojos hinchados, ni pelo revuelto. Como si no hubiera habido pesadilla.
Pero una parte de mí se arrepentía terriblemente de haberlas traído a... casa.
A casa.
Me estremecí ante cómo sonaba eso, "casa". Mi "casa" de Londres, con mis mejores amigos, y mi chico. Me aparté el flequillo de la cara, como hacía cuando estaba con Lou, sin darme cuenta.
Es una maldita vaca.
Eso podía arreglarse.

Liam hacía zapping con gesto distraído, echado en el sofá. Pasaba los canales  con una rapidez que asustaba: apenas me daba tiempo a ver una imagen cuando él ya había pasado al siguiente. Mtv, Discovery Channel, Hollywood, Cosmopolitan, Fox, Canal de Historia... pasaron ante mis ojos a una velocidad pasmosa, tanto, que tardé varios minutos en digerir el collage de imágenes que se me presentaba delante.
Zayn estaba echado cuan largo era en el banco de cama de detrás de la televisión, leyendo un libro a la tenue luz de la calle. Me pregunté por qué no encendían la tele, pero si ninguno de los dos protestaba aun llevando un rato así, menos lo iba a hacer yo.
El libro que sostenía era, con mucha diferencia, más gordo que todos los libros de mi insituto juntos. Los ojos de Zayn volaban por las páginas, como si estuviera buscando algo, más que leyendo el contenido en sí. Me acerqué a él.
-¿Qué lees, Zayn?
Levantó la vista, colocó el pulgar en la página donde estaba y cerró el libro como si estuviera hecho de cristal. Lo cerró, y me mostró la tapa.
-Ah, claro. Libros con dibujos en el título. Fabuloso.
 -Es el Corán-musitó él, sin un deje de "estos cristianos" en la voz. Estaba segura de que si le preguntaba otro, le contestaría mal, o simplemente le daría una bofetada y le diría que no interrumpiera su lectura sagrada.
-¿También tienes que leerlo en Ramadán?
-Está buscando si puede fumar durante el día-informó Liam, un deje de desaprobación en su voz. Fruncí el ceño.
-Una cosa es no comer durante el día-comentó Zayn, casi más para él que para mí-, y otra es no fumar. Y ya del sexo, AH JAJAJAJAJAJA-se empezó a reír, histérico. Echó un vistazo afuera, donde el día ofrecía sus últimos estertores, observó el reloj, y asintió, satisfecho. Luego miró la botella que estaba encima de la pequeña mesa enfrente de la tele. Liam la movió con el pie. Zayn le gruñó. Liam sonrió, y volvió a colocarla en su posición original.
-¿Sabéis dónde está Lou?
-Vamos a ir a cenar en seguida-canturreó Zayn, volviendo a mirar al sol. Me lo imaginé disparando una pistola hacia él, haciendo que explotara, soplar el humo del cañón de su salvadora y corriendo a saquear la nevera. Y todo eso con sombrero de vaquero y acento texano.
-Necesito hablar con Lou.
Liam me estudió con los ojos. Sentí que en parte me entendía. Pobre chica, parecía pensar, si en el fondo, Cupido nos pincha en el culo a todos. Me sonrió, como si supiera que lo había pillado.
-Tercera puerta a la derecha. En el hall. ¿Podrás llegar?
-Os pegaré un grito si no llego.
-También está Niall, por si tenías pensado desnudarte antes de entrar-comentó Zayn, me dedicó una sonrisa bobalicona, y miró al sol de nuevo.
-¿Querrías sumarte, Zayn?
-Aquí tienes mi número, así que llámame si puedes-canturreó. Sonreí.
Llamé a la puerta suavemente, y la música de dentro de la sala se interrumpió.
-¿Quién eres?-preguntó uno, no supe decir cuál.
-Soy Eri.
-¿Traes armas, grabadoras, o cualquier manera de jodernos la existencia?-vale, era Louis.
-No.
-Entra, entonces.
Abrí la puerta y me quedé maravillada ante el enorme piano de cola, negro como el carbón, ante el que estaba sentado mi pequeño estúpido. Niall me sonrió desde la silla de al lado.
-¿Qué hacéis?
-Disfrutar de unos amenos momentos anglo-irlandeses practicando nuestras artes musicales-Louis asintió todo convencido-. ¿Tú qué crees?
-Componemos-Niall se sonrojó.
-Ah, vale. Me largo, si queréis...
-No. Quédate. Tenemos que inspirarnos-Louis me cogió de la mano, sonriente. Me senté entre él y Niall.
En cuanto lo hice, los dos se olvidaron de mí. Niall cogió un bolígrafo y se puso a garabatear en un papel, mientras Louis acariciaba las teclas con un lápiz en la boca, asentía cuando le gustaba alguna combinación, y la escribía en una hoja de partitura blanca. Observé ese proceso maravillada.
-Niall, esta no encaja con un do. ¿Probamos con la?
-¿No será demasiado grave? Intenta un sí.
-La sostenido, es mi última oferta.
-Hecho. Yo hago acordes de re, ¿te parece?
-Espera, mantén el último acorde-Niall rasgueó la guitarra a la vez que Louis tocaba un acorde de la sostenido (que tuviera el grado de 4º curso de la Royal tenía narices si ni siquiera sabía que se podían hacer acordes de sostenidos y bemoles).
Los dos gruñeron cuando los sonidos sonaron demasiado diferentes.
-Cambia a re, Nialler-murmuró Louis, tachando las notas que había apuntado. Niall movió los dedos en el mástil de su guitarra.
Sonrieron, satisfechos, cuando el sonido casó mejor.
-Lou...
-Mmmm.
-No pega con la canción.
-Lo usaremos en otra.
-Deberíamos pensar primero en basándonos en la letra, ¿no crees?-musitó Niall, como si le diera vergüenza sugerirlo siquiera. Louis lo miró, sorprendido.
-Tienes razón, pequeño irlandesito. Tienes razón. Pásame la letra.
-La parte de Harry aún no está escrita.
-Ya hablaré yo con Harold-espetó, riéndose. Acaricié las teclas del piano mientras ellos estudiaban la partitura: Louis se sentó entre Niall y yo.
Se quedaron en silencio, mirándome, cuando lo hice sonar.
-Perdón-me excusé.
-Repite eso-pidió Louis.
Volví a cerrar la mano en el puño, a tocar fa, sol y la sostenido, dos veces do, luego hacia abajo, dos veces re. Se quedaron maravillados.
-¿Dónde has aprendido eso?-Louis miraba mi mano como si estuviera hecha de criptonita, o algo así.
-El segundo día de mi clase de piano.
-Pues quedaría genial con la canción.
-Hazlo mientras cantamos, Eri.
Repetí la melodía, cambiando el ritmo cuando me lo pedían, mientras ellos recitaban los versos de una nueva canción, una aún desconocida.
-Even you look, there's no way to scape, cause baby, believe me when I say, you took my breath away...
-There's no star that can shine like you, just don't be afraid, I'll be there for you...
-Oh, chicos, en serio... lo mío pegaría si fuera una canción más marchosa, no una canción de amor-protesté.
-Venga, genio, entonces, tócanos algo.
Le cogí el móvil.
-¿Qué haces?-espetó Louis.
-Voy a grabarme. Vosotros cantaréis y yo tocaré lo que me venga. Puede que saquemos algo decente.
Miré por el gran ventanal hacia la pequeña piscina (oh, Dios, si había piscina) del jardín. Escondida entre las flores (decenas, centenares de flores, de todos los tamaños, colores y olores), por lo que tardé un poco en ver que Harry se estaba bañando en ella. Daba brazadas y pataleaba como loco, se sumergía, volvía a emerger unos metros delante, saltaba para impulsarse más hondo... parecía estar disfrutando del momento.
Mientras Niall y Louis volvían a romperse la cabeza con la canción, me acerqué a la ventana. Di unos toquecitos con los nudillos, Harry me miró frunciendo el ceño, se frotó los ojos con los puños, se apartó el pelo de la cara y, al reconocerme, me dedicó su sonrisa colgate. Abrí la puerta de cristal.
-¿Disfrutando de un baño reparador, señor Styles?-le  grité por encima del murmullo del agua. Él asintió.
-Te invitaría a bañarme, pero estoy en  bolas.
-Oh, naturalismo. Delicioso-me giré para volver a entrar, pero  carraspeó.
-He perdido el bañador-confesó, avergonzado. Alcé una ceja y escudriñé la piscina.
-¿Y?
-Que los chicos no me dejan pasearme por casa desnudo con vosotras aquí.
-Tranquilo, no te violaremos. Al menos yo.
Sonreímos.
-¿Quieres que te pase una toalla, o algo así?
Su suspiro de alivio llenó el ambiente.
-Por favor.
Me extrañó que no hubiera llevado una toalla, o que la ropa que se debería de haber quitado no estuviera en alguna de las hamacas del jardín. Me encogí de hombros, entré en casa, y volví a los pocos minutos con una toalla. Se la dejé al borde de la piscina y me giré.
Lo oí salir del agua, y sentí la tentación de darme la vuelta para observarlo. Al fin y al cabo, no todos los días se veía a Harry Styles como Dios lo trajo al mundo.
Pero fui una buena amiga, y solo lo miré cuando me puso una mano mojada en el hombro.
-Gracias-susurró. Le sonreí.
-De nada. Anda, vete a secarte, que seguro que cenaremos en seguida.
No me equivocaba.

Me crucé por el pasillo con una Noemí hecha una furia. La espalda iba recta como en posición de firmes, la mirada estudiaba cada recoveco del pasillo... casi di un brinco cuando me miró con ojos de terrorista. Esa mirada parecía la de una persona que está a punto de estrellar un avión contra el Big Ben.
Sus facciones se relajaron al descubrir que solo era yo la criatura asquerosa y molesta  que se interponía entre ella y su objetivo fatal.
-¿A dónde vas a todo correr, mozuela?
-A hablar con Harry.
-Creo que va a salir- estuve a punto de decir "a cazar", pero me contuve.
-Precisamente por eso-y se escurrió entre la pared y mi cuerpo. Observé cómo avanzaba a pasos agigantados hasta las escaleras, y giraba a la derecha hacia la habitación de Harry. Pobre chaval, no sabía lo que le esperaba con Noe cabreada.
-¿A dónde va la peque?
Todos habíamos empezado a llamar a Noemí "la peque", algo que le encantaba cuando lo hacía Harry. La verdad es que no sabía cómo le sentaba que la llamásemos así los demás.
Niall tenía medio cuerpo asomado desde la puerta de su habitación; vestía ya su pijama. Miraba el pasillo vacío salvo por mí con una expresión de fascinación y pánico a la vez, recordándome cómo miró Zayn la comida que todos teníamos delante (y que ninguno tocamos hasta que lo hizo él), a la espera de que se pusiera el sol.
Abracé mentalmente a mi irlandés preferido.
-A hablar con Harry.
-¿Y tú?-cualquier deje de pánico desapareció de su rostro, ahora solo había sitio para la curiosidad.
-A hablar con Louis.
-Vale, lo capto-alzó las manos al aire-. Noche de sexo. Me pondré música.
-Niall-suspiré, fastidiada-, no me voy a tirar a Louis.
-¿Quieres apostar?
Oh, claro que me voy a tirar a Louis, rubito de las narices.
 -Esta noche no.
-¿Esta noche no quieres apostar o esta noche no te lo vas a tirar?
-Esta noche no me lo voy a tirar.
-Ah, vale.
-¿Quieres venir? Voy a contarle mi vida-ofrecí, y nada más abrir la boca me arrepentí de haberlo hecho. Deseé en silencio, egoístamente, que Niall declinara mi oferta.
Mi pequeño irlandés no me defraudó.
-No, es una noche para vosotros. Además, quiero dormir-asintió lentamente, "sí, eso haré", decía su cara. En realidad parecía cansado. Bostezó, lo imité-. Buenas noches, Eri.
-Buenas noches, Nialler-le di un beso en la mejilla, y él se sonrojó. Me hacía gracia cuando hacía eso-. Que duermas bien.
-Y que no me piquen las chinches.
-Eso.
Iba a cerrar su puerta pero le hice un gesto para que se acostara; yo mismo se la cerraría cuando estuviera entre las sábanas. Se metió en su cama, se tapó un poco, alisó la sábana, miró al techo, puso las manos en su vientre, después me miró a mí, y sacudió la mano, despidiéndose. Me reí.
-Eres la leche, Niall.
-Ya lo sé. En el fondo, todas me amáis. Más que a Harry.
-Tú lo has dicho-cerré la puerta entre risas.
Liam pasó a mi lado.
-A dormir, enana.
-Calla tú-espeté.
-¿A dónde vas a estas horas?
-A fabricar Tommys Tomlinsons.
-Ah, fabuloso-le había pegado esa expresión-. ¿Me pongo el iPod?
-¡Y dale con el iPod! Que solo voy a hablar con Louis.
-Vale, vale-alzó las manos como instantes antes había hecho el rubio-. ¿La acompaño, milady?
-No, milord, esta noche no hace falta. Que duerma usted bien-y le di otro beso. Liam por lo menos no se sonrojaba, pero arrugaba la cara en plan "Oh, sí", un gesto muy cómico.
-Que duerma bien, milady.
Me metí en la habitación de Louis.
Tenía la lamparilla de noche encendida y observaba el techo con gesto distraído. Cuando entré allí la primera vez, me fascinó el gran mural que tenía allí puesto: la pared estaba cubierta con un papel que, si lo iluminabas con una linterna, brillaba como el cielo nocturno. Miles y miles de estrellas pendían por allí. Y, en la esquina más alejada de la puerta y la ventana, Louis iba pegando fotos.
Un folio entero consistía en la foto de los ocho juntos.
En una esquina, había una foto de los dos riéndonos. Era su favorita. Me había hecho cosquillas justo antes de apretar el botón, y se echó a reír al reírme yo.
Le toqué los pies, y él dio un brinco.
-¡JODER! ¿Cuándo has entrado?-bramó, pero en seguida se tranquilizó. Observó su vieja camisa rota sobre mi torso (¿se había detenido especialmente en mi busto un par de segundos más?), y luego mis vaqueros cortos. Se sentó en la cama y dio unos toquecitos en ella.
Como Alba en Cantabria pensé, y sonreí.
-Siento haberte asustado-dije, acurrucándome contra él. Su pecho era uno de mis lugares favoritos del mundo; cálido, suave y a la vez duro, era como una... roca-nube.
-No pasa nada-me besóen la cabeza, le conté lo de su pecho-roca-nube y se rió.
-Bueno, mylord, espero que se haya  traído palomitas, porque la historia es bastante aburrida.
-Liam me dijo que era triste.
Fruncí el ceño.
-Liam es un cabrón, pero se hace querer.
Y se lo conté. Le conté todo, con todo lujo de detalles. Lo que había pasado de refilón cuando hablé con Liam, a Louis se lo expliqué hasta que sentía haber contado lo necesario. Incluso algunas veces me detuve, creyendo que me estaba pasando, pero él en seguida me pidió que continuara.
No me dejé nada. No le di tanta teatralidad a lo de Alba (simplemente le conté que era amiga de aquellas chicas), y llegué hasta el sueño que había tenido esa tarde.
No supe cuándo nos habíamos tumbado el uno frente al otro. Los botones de su camisa habían cedido por fin, pues los dos nos habíamos puesto a toquetearlos casi a la vez; yo con mi nerviosismo, y él como ayudándome a destrozarlos para conseguir tranquilizarme. La camisa estaba abierta ya, y se veía mi sujetador negro debajo.
Me había aapartado la parte que estaba encima de mí de la cintura, ahora estaba arrugada bajo mi brazo, y paseaba su dedo de mi cintura hasta mi pecho.
Pasito. Pasito. Pasito.
Ligera caricia en el pecho.
Pasito. Pasito. Pasito.
Caricia en la cintura.
Cada vez que me acariciaba me estremecía, me desconcentraba y gemía. En alguna ocasión perdí el hilo.
-¿Quieres que pare?-se ofreció, pero sus dedos no parecían por la labor.
-No, por favor, sigue.
Y siguió.
Cuando terminé de contárselo todo, su gesto estaba ofuscado. Me estudió en silencio un momento, luego me atrajo hacia sí.
-¿Cómo puedes ser así con esa vida que llevas?
Hundí la cabeza en su pecho y lloré. Lloré por mi pasado, lloré porque sentí que no me merecía estar allí con él, y lloré porque no quería irme en un futuro. Quería quedarme allí congelada, en sus brazos, para siempre. Quería ver su cara y probar su boca todos los días. Quería ver comer a Niall. Quería ver a Liam tratándome como a una reina. Quería ver la satisfacción de Zayn al comer en Ramadán. Quería ver a Harry nadando en la piscina y pidiéndome una toalla para salir de ella.
Me besó la cabeza, me la acarició, y aguantó mis lágrimas con paciencia. Cuando por fin me calmé, me incorporó, me miró a los ojos y me susurró que me quería. Acerqué mis labios a los suyos en un beso salado que a él pareció no importarle.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Porque nunca nadie me había preguntado por mi vida. Y porque no me había dado cuenta de que me estaba asfixiando.
-Eres tonta, Eri-me apartó el pelo húmedo de la cara, y, acariciando mi mejilla, capturó una lágrima.
-Lou... siento estar montándote esta escenita.
-La gente no llora por debilidad, llora porque ha sido fuerte durante demasiado tiempo.
Escudriñé su sonrisa sincera con ojos vidriosos.
-¿Te lo ha contado Liam?
-La primera vez que leíste eso estábamos contigo, nos lo recistaste en voz alta y nos miraste como si la frase fuera tuya-esbozó una sonrisa un poco triste. Suspiré.
-¿He hecho algo más que no sepa?
-Mientras me hablabas de ti te toqueteabas el pantalón y me mirabas, como si quisieras que te hiciera el amor para cerrarte la boca.
Me puse roja como un tomate. ¿O sería mejor decir roja como un Niall Horan?
-¿De veras?
-He tenido que controlarme mucho-se apretó contra mí y su lengua buscó la mía; noté que, efectivamente, se había puesto duro. Gemí.
Estuvimos un tiempo besándonos, hasta que, entre jadeos, él musitó:
-¿Crees que tu sueño tiene algo de razón?
Me paré a pensar con lógica, el tiempo suficiente como para darme cuenta de que estaba echado encima de mí. Entre mis piernas. Y yo no tenía su camisa. Y su pelo estaba revuelto.
Medité la respuesta un momento.
-Bueno, creo que en parte podría tener razón, porque... bueno, míranos. Nosotros estamos así-le di una palmada en el culo, provocando una risa en él-, y ellas... -alcé mis puños al aire.
-Alba no tanto.
-Tengo la impresión de que Liam piensa en otra.
Mierda. Mierda, mierda. De paso, dale el teléfono de Danielle, estúpida. O el carnet de conducir de Eleanor, ya que estás.
-¿Liam?-estaba estupefacto-. ¿Liam? ¿Nuestro Liam? ¿El que canta los primeros versos en nuestras canciones, el caballero de esta casa, Liam Payne? ¿Ese Liam?
-Creo que sí, Lou.
-¿Por qué lo crees?
Díselo. Díselo, maldita perra mentirosa, díselo AHORA.
-Porque ni tú ni él os acordáis de vuestras antiguas novias, de las que teníais antes de conocernos a nosotras. Si te digo Eleanor Calder, ¿te suena de algo? No, ¿verdad? Pues lo mismo le pasa a Liam. O lo mismo le pasaba hasta ahora.
Se quedó a cuadros.
-¿Qué?
-Te estoy vacilando, Louis-NO TE CREAS ESTO, LOUIS,  CRÉETE LO OTRO, chillaban mis ojos.
E hizo lo que solía hacer, leerme la mente.
-Pero si yo no conozco a ninguna Eleanor...
-Eso es lo que crees, Lou. ¿Te mentiría yo sobre eso?
Frunció el ceño.
-Escúchame, ¿vale? No sé cómo lo he hecho, pero al entrar en tu vida he eliminado a Eleanor. Le he quitado su sitio. Como... como si hubieras perdido la memoria por un shock muy grande. Solo que el shock soy yo.
Rumió mis palabras en silencio. Sentí que no me acariciaba. No hacía nada. Simplemente me miraba y pensaba.
Casi podía ver una fila de unos y ceros desfilando ante sus ojos. Me pregunté si nuestras cabezas funcionarían como los ordenadores.
-Eso es raro.
-Sé que es difícil de creer, pero...
-Eh-su dedo índice voló a mis labios-, no he dicho que no te crea. Eres mi chica-me estremecí-, a fin de cuentas, tengo que creerte. Y lo hago. Solo que es raro. ¿Eleanor, dices?
-Eleanor Calder.
Sacudió la cabeza.
-No me suena.
-Lo raro es que las fotos que tienes con ella están desapareciendo, Lou. No sé lo que está pasando, si es brujería o si a alguien no le caía bien Eleanor y decidió mandarme a mí a por ella.
-Pobre  chica-murmuró, pensativo. Asentí. La verdad es que ella parecía maja, al menos en Twitter. Y era un amor de chica, muy guapa, guapísima.
Y pegaba mejor con Louis que yo con él.
Se tumbó a mi lado y me miró.
-Bueno, Eleanor y Danielle a parte, tengo la solución a una de tus preocupaciones, nena.
-¿En serio?
-Sí-me besó en el cuello, haciéndome reír. Esperé-. Quédate con nosotros. No vuelvas a España a estudiar. Quédate aquí, con nosotros. Quédate conmigo.
Su propuesta me paralizó. Me puse rígida, aunque él siguió besándome, tratando de convencerme de que eso era lo correcto, lo natural, lo fácilmente esperable. Mis amigas no habrían dudado.  Yo, en el fondo, tampoco dudaba.
Quería quedarme. Quedarme con ellos, vivir con ellos. Despertarme todas las mañanas a su lado, ver sus ojos en los míos, besarlo cada diez minutos, cada cinco. Cada minuto.
Pero mi vida estaba allí.
Pero mi corazón estaba ahí.
Cerré los ojos.
-¿Puedo...?
-¿Pensártelo? El tiempo que quieras. Total, yo sí que no me voy a mover de aquí.
-¿A cambio de qué me quedaría aquí?
-Te meteríamos en algún instituto, o tal vez puedas ir directamente a la Universidad, estarías en casa...
-Y me quedaría aquí, sola, cuando vosotros os fuérais de gira.
-¿Eleanor se quedaba?
Lo miré. En parte cabreada, en parte desconcertada.
-Yo qué sé, Lou. Se quedaría. Digo yo. Pero ella tenía aquí su familia, y yo no.
Su lengua se paseó por mi cuello.
Fóllame. Ya. Aquí.
-Que se queden las chicas.
-No las dejarán en casa.
-Pues las secuestramos.
-Quiero conocer a tu familia, Lou.
Dio un brinco, y me miró, aterrorizado. Ni siquiera me incorporé para ponernos hombro con hombro,
-No. No, no, no nononononononono-empezó, y yo le di una suave patada.
-Pero...
-Tienes razón, quédate en España.
-Louis, quiero quedarme, y lo sabes-me incorporé-. Mírame-no se movió. Cogí su barbilla y lo obligué a clavar sus ojos en los míos-. ¡Mírame, carajos! Te quiero. ¿Vale? Te quie-ro. Quiero que-dar-me, pero tal vez no pue-do. Pero me hace mucha ilusión conocer a tu familia.
-Eso dices ahora, pero cuando te meta en esa casa saldrás corriendo, te lo aseguro.
-Oh, venga, si te soporto a ti, soportaré a tus padres.
-Y a mis hermanas. Y al perro-alzó las cejas, y yo no pude evitar reírme.
-Hagamos eso, ¿vale? Vamos a Doncaster, conozco a tu familia... porque saben que tienes novia, ¿no?
-Lo raro es que no lo sepa ya toda Inglaterra. Debes de ser anti paparazzi, o algo así-asintió.
-Entonces iremos a Doncaster, conoceré a tu familia, a tu preciosa familia, y mientras tanto, los dos, juntos-entrelacé mi mano con la suya y con la otra le acaricié la nuca, haciendo que se estremeciera-, pensaremos en algo.
-No soy de pensar, yo soy de actuar.
-Bueno, ya sabemos quién es la lista en la relación.
Su cabeza se giró como si se hubiera descolgado. Me miró, la boca entreabierta, los ojos como platos y las cejas casi escondidas entre su pelo. Su precioso pelo.
-¿Que qué?
-Que eres bobo-dije, y lo besé. Suspiró en mi boca, recorrió mi espalda con sus manos y  gimió cuando llevé su mano a mis pechos. Me los acarició con adoración. La habitación empezó a arder.
-Pero antes de eso-jadeó, sonriente-, vas a tener que escucharme. Tú a mí. Te contaré todo, como has hecho tú. Vas a ser una privilegiada, ni los de la Wikipedia tendrán tanta información como tú.
-No hay mucha.
-Hay mi nombre de nacimiento. Ya es demasiada-se encogió de hombros.
-Louis Troy Austin-musité. Se estremeció.
-Claro... Oye, Victoria Beckham, ¿no tendrás por ahí una zanahoria?