sábado, 25 de marzo de 2017

Del píxel al papel: autopublicar con CreateSpace.


A no ser que ésta sea una de las primeras veces que entras en el blog (y espero que sea porque quieres poner en práctica lo que te voy a explicar a continuación), seguramente sepas que el pasado diciembre publiqué el primer tomo de mi novela, Chasing the stars, cuyos capítulos voy subiendo aquí cada semana.
El caso es que estuve investigando un tiempo cómo conseguir pasar del píxel al papel, y, como tuve que ir un poco “a ciegas” siguiendo los pasos para hacerlo, me he decidido a hacer esta entrada.
LOS INICIOS.
Podemos decir que todo empezó conmigo terminando de releer la Trilogía Memorias de Idhún, de Laura Gallego. Aún hoy no sé muy bien qué me pasó, pero cuando me quise dar cuenta me encontré llorando por Twitter, diciendo lo muchísimo que quería a mis personajes, y escribiendo una carta a Laura Gallego agradeciéndole por esa historia, que me había gustado de pequeña pero me terminó de conquistar de mayor.
Tras este momento de uf amo la vida, amo el amor, una de mis amigas de Twitter me contactó y me habló de una página que otra amiga suya tenía pensado utilizar para publicar una historia que tenía en Wattpad.
Esta página era Createspace, una web de Amazon que te permite auto publicar tus libros sin nada más que tu trabajo (cosa que a las editoriales no les basta, pues o bien te piden una cantidad de lectoras que yo no tengo o, directamente, que asumas un porcentaje de los gastos de impresión de tus libros, algo a lo que lógicamente no puedo aspirar y ni siquiera contemplé).
Después de que María del Mar me hablara de esto, hice un poco de investigación por mi cuenta y me encontré con esta página en la que te explica más o menos lo que tienes que hacer para conseguir publicar tu historia, ensayo, o lo que sea.
¿El problema?
Que la página web estaba más orientada a publicar en eBook, y no en físico.
Pero ahí estaba yo, con mis ganas de tener mi historia en papel y poder mirar los nombres de mis personajes sin tener que acudir a una pantalla.
Y así es como, tú también, podrás tener tus palabras a mano, para poder acariciarlas cuando quieras.

martes, 21 de marzo de 2017

Es una observadora, y una ladrona.


Se queda mirando fijamente. Es en eso en lo primero que te fijas de ella. Echa un poco la cabeza hacia atrás con una suave sonrisa sospechosa y se te queda mirando mucho rato. Y piensas, “¿tengo algo entre los dientes, o me quiere romper la cara?”, lo cual no va a suceder.
Y entonces, hace preguntas. “¿Qué hiciste la noche pasada, Viola?” Oh, cociné una tarta de manzana. “¿Usaste manzanas de Piamonte?” No, no usé manzanas de Piamonte, ¿qué demonios son las manzanas de Piamonte? Usé manzanas Granny Smith. “¿Hiciste tu propia corteza?” No, usé corteza precocinada, eso es lo que hice. “Entonces no hiciste una tarta de manzana, Viola.
Bueno, eso es porque me pasé todo el tiempo haciendo mi estofado; hago el mejor estofado del mundo. Uso pavo ahumado, sopa de pollo, y mi salsa barbacoa especial. Silencio. Le he cerrado la boca.
“Bueno, pues no saben bien a no ser que uses lacón. Si no usas lacón, no sabe igual. Así que, ¿qué tal está la familia?”
Y mientras sigue mirándote fijamente, te das cuenta de que te ve, y, como un potentísimo escáner, te está grabando. Es una observadora y una ladrona. Revela lo que ha robado en ese sagrado lugar que es la pantalla. Hace los personajes más heroicos, vulnerables; los más conocidos, familiares; los más odiosos, con los que te puedas identificar. La señora Streep.
Su talento artístico nos hace recordar el impacto de lo que significa ser artistas, que es hacernos sentir menos solos. Sólo puedo imaginarme a dónde vas, Meryl, cuando desapareces dentro de un personaje. Me imagino que estás en ellos, esperando pacientemente, usándote como conducto, animándolos, coaccionándolos para que muestren su desastre, se confiesen, se expongan, vivan. Eres una musa. Tu influencia me animó a mantenerme en la línea, señora Streep. Te veo. Te veo. Y ya sabes, todos esos días lluviosos que pasamos en el set de La duda, cada día que mi marido me llamaba por la noche y me decía “¿Le has dicho ya cuánto significa para ti?”, y yo le decía “nah, no puedo decir nada, Julius. Estoy nerviosa. Lo único que hago es quedarme mirándola todo el rato”, y él dijo, “Bueno, pues tienes que decirle algo, llevas esperando toda tu vida para trabajar con esta mujer, ¡di algo!”, y yo dije “Julius, lo haré mañana”. “Bien, pues más te vale hacerlo mañana, porque cuando yo llegue, le diré algo”. Nunca dije nada. Pero lo voy a decir ahora.
Haces que me enorgullezca de ser una artista. Me haces sentir que lo que tengo en mí (mi cuerpo, mi cara, mi edad), es suficiente. Tú eres la prueba viviente de esa cita de Emile Zola de que si me preguntas como artista qué he venido a hacer a este mundo, como arista te responderé, que he venido a vivir a voz en grito.

jueves, 16 de marzo de 2017

Terivision: Everything, everything.

¡Hola, startie! Hoy te traigo la reseña de un libro que terminé de leer la semana pasada, con el que fangirleé y disfruté muchísimo (como probablemente sepas, si me sigues en Twitter). Se trata de:


¡Everything, everything! Nicola Yoon nos cuenta la historia de Madeline, una chica que ha vivido literalmente toda su vida en su casa, debido a una enfermedad que padece que la hace vulnerable a literalmente todo. Ella vive feliz entre sus libros y su rutina, pero cuando una familia se muda a la casa del lado, se da cuenta de que vivir feliz y estar viva no tienen por qué ser la misma cosa.
Partimos de la base de que yo no tenía ni idea de la existencia de este libro hasta que descubrí por pura casualidad en Twitter el tráiler de la película basada en éste que se estrenará este año. Me encantó tantísimo el tráiler (en el que aparecen la actriz que interpretó a Rue en Los Juegos del Hambre y “secundario protagonista” adolescente de Jurassic World) que decidí que, en cuanto terminara de leer El universo en una taza de café, me pondría con este libro. No podía esperar; si te soy sincera, lo poco que vi de la historia con el vídeo me capturó al instante.
Tales eran mis ganas de conocer más que literalmente volé por los últimos capítulos de El universo en una taza de café… y he de decir que no podría estar más contenta (aunque me siento un poco mal también; puede que le eche un vistazo después a las últimas páginas del otro). Desde el principio, Nicola Yoon consiguió captar mi atención y hacer que me metiera en la historia. Es Madeline quien narra en primera persona (como no puede ser de otra manera en el género joven adulto xd pero me voy a callar porque yo narro igual en mis historias), y realmente te hace disfrutar la vida que lleva como lo hace ella. Sí que es cierto que en ocasiones te da un poco de lástima su ingenuidad (hace una reflexión sobre los institutos, “sitios llenos de gente, de amigos, de profesores, a los que vas a aprender sobre todo del mundo”), pero otras veces es tan tierna que simplemente quieres pasar por ese extraño proceso de desinfección al que se someten las (escasas) personas que van a visitarla y darle un abrazo muy, muy fuerte.
Y, cuando conoce a Olly, el desencadenante de toda la trama, no puedes soltar el libro. La acompañas en su transición de conformismo a anhelo de más libertad, de asunción completa de su enfermedad a deseo de poder ser una chica normal (tal es así que incluso desea tener los complejos de las chicas de su edad). A pesar de ser una chica leída, cuenta las cosas que siente y hace con él con tantísima sorpresa, naturalidad y a la vez timidez que no puedes dejar de adorarla.
Este libro bien podría parecerte una especie de remix de Bajo la misma estrella, pero te aseguro que no tiene nada que ver con él. Al margen de que sus protagonistas están enfermas y adoran los libros, no he encontrado más similitudes entre las dos historias. Donde Hazel es experimentada y un poquito cínica, Madeline es totalmente novata e ingenua.
Pero una de las cosas que más me han llamado la atención de este libro, aparte de la vitalidad que desprende, es su formato. A pesar de que el narrador es en primera persona, la trama se va intercalando con reflexiones de Madeline (reseñas bastante peculiares de los libros que lee, o nuevas acepciones a su diccionario personal) y diferentes notas, capturas de pantalla de su ordenador, que te hacen sentir como si realmente estuvieras allí. Nicola Yoon ha sido muy inteligente haciendo esto, porque, a base de enseñarte tickets de avión, facturas de tiendas online, o conversaciones muy simplificadas de Maddy y Olly, te hace creer que eres amiga de Maddy, que estás en su casa y te está contando lo que le está pasando con el chico que le gusta, mostrándote pruebas de que lo que te está diciendo es verdad. No había visto hacerse esto en ningún libro, y mentiría si dijera que entiendo por qué no es un recurso tan socorrido.
Lo mejor: las capturas de pantalla.
Lo peor: a veces, las reseñas de Maddy no tienen mucho sentido.
La molécula efervescente: SPOILER A PARTIR DE AQUÍ (selecciona el texto si quieres leerlo) la primera ver de Maddy y Olly en Hawaii. Me encanta la frase “lo siento moverse dentro de mí”.
Hola, soy Erika, tengo 20 años y escribo novelas erótico-explícitas. Y me gustan ese tipo de frases.
En fin.
Grado cósmico: … le tengo que poner un Galaxia {5/5}. Realmente siento que se lo merece.
En resumen: Everything, everything se convierte en el primer libro que leo en eBook y me muero por comprar.

¿Y tú? ¿Lo has leído ya? ¿Has visto el tráiler? Si es así, no dudes en dejarme un comentario con tu opinión; toda aportación es bienvenida.

sábado, 11 de marzo de 2017

La semilla de Inception.

Me quedé callado de repente, mirando el mensaje. No solía tener el móvil a mano en el baño, pero, dado que no era yo quien se estaba duchando, ni tampoco tenía intención, me lo había terminado llevando.
               Estaba fortaleciendo mis lazos con la aldea guerrera de Scott, para recuperar nuestro antiguo imperio, cuando me llegó el mensaje. Scott no dijo nada, esperando a que leyera, esperando a que le dijera de qué iba este.
               Sabía que sólo les ponía sonido a mis amigos. Sabía que seleccionaba un sonido para personas importantes.
               Y había escuchado suficientes veces ese sonido estando borrachos, yo echándola de menos hasta que casi se me revolvía el estómago, y desde luego me dolía el corazón, como para no darme mi espacio y permitirme que no le prestara toda mi atención durante unos segundos.
               -¿Vas a venir mañana a clase?-preguntaba la americana, en un tono de añoranza que me imaginé. Le había impregnado cariño a ese mensaje. Me echaba de menos. Quería disfrutar de lo que había tenido el viernes. Quería volver a probarme, a degustarme y saborearme como el mejor de los manjares.
               Y yo necesitaba que me probara.
               Pero todavía estaba a medio cocinar. No me habían espolvoreado el azúcar ni me había inflado bastante en el horno. No estaba lo suficientemente brillante, ni crujiente, ni especiado.
               Mañana era lunes.
               Mañana yo volvería a clase.
               Estaría toda la mañana sin Scott.
               Y me parecía lo más horrible que podía sucederme en milenios. Por mucho que echara de menos a mi americana, a ella, sus besos, y su manera de darme sexo.
               Scott estaba quieto, no se movía, esperando a que yo hablara. La inmensidad del abismo que estaba a punto de separarnos de nuevo comenzó a mordisquearme el alma. Sí, vale, eran 6 horas, pero 6 horas 5 días a la semana eran más de un día entero, y yo necesitaba recuperar el tiempo que había perdido con Scott, no podía estar un día entero sin él, no podía permitirme respirar a más de 10 metros de él, sabiendo la cantidad de oxígeno que habíamos consumido los dos estando peleados, sin separarnos realmente.
               Ya no digamos estar a casi un kilómetro el uno del otro.
               Me levanté y me senté en el borde de la bañera, en el suelo, con la espalda pegada a su pequeño muro. El agua seguía corriendo. Diana no me presionó. Seguramente sabía que en mi interior se había abierto la caja de Pandora.
               -Scott-susurré. Y él sacó la mano de la bañera, una mano mojada, con un poco de jabón. Y yo se la cogí. Y nos quedamos así un rato. Reequilibrándonos. Recuperándonos. Reafirmando nuestra presencia. No nos íbamos a volver a dejar solos.
               -¿Qué es?
               -Mañana es lunes-dije con voz neutra. Él abrió la cortina y me miró desde arriba. En circunstancias normales, le habría chorreado el agua por el pelo. Pero ya no tenía pelo. Se había pegado la rapada del siglo.
               Verle sin su mata de pelo azabache me dio ganas de llorar.
               En circunstancias normales, no se me habría formado un nudo en la garganta. Él me habría dicho “el próximo Nobel va a ser para ti”. Yo me habría metido con él: ¿para qué te echas champú, si estás calvo?
               Pero ninguno de los dos dijo nada. Porque no eran circunstancias normales.
               Hacía sólo un día de que le había dicho lo que había intentado el jueves por la noche. Scott necesitaría dos siglos de mí atiborrándome de felicidad vital para permitirme salir de su campo de visión.
               -Así que… ¿qué vas a hacer?-inquirió. Tragó saliva. Se mordió el piercing. Yo tragué saliva, y me habría mordido el piercing de llevarlo en el mismo sitio en que lo llevaba él.
               -Yo… quiero decir…-miré la pantalla el móvil, que se había vuelto negra, gracias al bloqueo automático-. No estoy preparado para que mañana sea lunes.
               Scott sonrió con sorna.
               -¿Lo está alguien, Thomas?

jueves, 9 de marzo de 2017

Terivision: El universo en una taza de café.

¡Hola, startie! Te traigo la primera reseña literaria del año, aprovechando que hace un poco más de una semana terminé de leer mi primer libro sobre divulgación científica. Se trata de:


El universo en una taza de café es el primer libro del ingeniero Jordi Pereyra, autor del blog Ciencia de sofá, del que yo soy seguidora desde hace años. En su libro, Jordi da una idea generalizada de los conocimientos de astronomía, pero profundizando más de lo que lo suelen hacer los libros para “iniciados” y “no expertos” en este campo, cosa que se agradece mucho, la verdad.
Escrito en un tono ameno e informal, Pereyra consigue atrapar la atención del lector y hacer que entienda fácilmente las teorías más complicadas de la astronomía (eso sí, no sé hasta qué punto las simplifica para ponerlas más al alcance del común de los mortales).
Puede que sea precisamente su estilo lo que más me ha gustado del libro. Claramente es un buen comunicador (aunque eso, para mí, no es nada nuevo, viendo cómo se expresa en su blog), al que se le ocurren muy buenos ejemplos y recursos para hacer más accesibles las teorías más elaboradas y complicadas de la humanidad. Leyendo sus páginas, no necesitas hacer un gran esfuerzo intelectual para entender lo que está intentando transmitirte; y, en el caso de que lo que te esté explicando sea especialmente complicado, él mismo recurre a ilustraciones que te permiten hacerte una idea más cercana a los conocimientos que está poniendo a tu alcance.
Además, para las teorías que en un principio parecen descabelladas e ir contra lo (poco) que te enseñan de astronomía en el colegio en el instituto, tiene el recurso de la voz cursiva, que aparece también en su blog, con la que manifiesta la posible “rebeldía” del lector, poniendo en el libro las cosas que está pensando según éste lee, y permitiéndose desmontar punto por punto nuestros errores.
Y, como guinda del pastel, Pereyra nos regala de vez en cuanto datos curiosos, quizá para que el lector descanse un poco de tanto bombardeo de información, que hacen que te quedes muy “guau, ¿en serio?”, o, ¿por qué no? Incluso te arrancan una sonrisa.
En resumen: El universo en una taza de café es el libro perfecto para aquellos que queremos iniciarnos en la literatura de divulgación, y también el gancho ideal para los que nunca han levantado la vista al cielo y se ha hecho la más sencilla y sin embargo difícil de las preguntas: “¿cómo funciona todo?”
Lo mejor: la facilidad con la que se exponen las ideas.
Lo peor: unas pocas imágenes a modo de explicación extra no estarían de más.
La molécula efervescente: los reconocimientos del autor a los pensadores más adelantados de su época, que se atrevían a desafiar lo establecido diciendo que, después de todo, los seres humanos no éramos el centro del universo.
Grado cósmico [nunca mejor dicho]: Galaxia {5/5}.

De los libros más recomendables que he leído en mi vida, de verdad. Una vez lo termines, te sentirás un pozo sin fondo de sabiduría estelar.

sábado, 4 de marzo de 2017

Auli'i Cravalho es todo lo que está bien en esta vida.

Cuando abrí los ojos y me lo encontré a mi lado, todavía dormido, me creí el tío con más suerte de todo el puto mundo.
               Y, cuando él los abrió también, probablemente notando mi escrutinio y queriendo recompensarme con lo mismo, se confirmó que lo era. Ni aun siendo el ganador de la lotería 10 años consecutivos podría decirse que tenía tanta suerte como yo ahora, viendo a T dormir apaciblemente, sin ninguna preocupación rondándole la mente, ya no digamos despertarse y sonreír porque joder, menos mal, había pasado todo, habíamos dejado de ser unos imbéciles y volvíamos a ser amigos, hermanos, todo lo demás.
               Joder, el día que quisiera a alguien tanto como quería a Tommy, creo que estallaría. No podría soportar tantos sentimientos en mi interior.


Scott se había despertado antes que yo. Puede que unos segundos, pero el caso es que sentí su mirada a través del mar de nubes que eran mis sueños, y algo en mi interior se sacudió para despertarme. Si tu cuerpo es el cascarón, y tu alma es el animal que hay dentro, brillante y etéreo, los ojos de Scott acariciaron mi interior para hacer que volviera con él.
               -Buenos días, rayito de sol-canturreó, muchísimo más espabilado que yo. Vale, el cabrón debía de llevarme mirando una eternidad. No me extraña, soy guapísimo.
               -Mmf-bufé, revolviéndome, tumbándome sobre mi tripa y estirándome cuan largo era, robándole un poco de manta a Scott, que protestó y tiró de ella. Sonreí y dejé caer la cabeza en la almohada. Me sentía como si hubiera dormido un millón de años; hacía siglos que no dormía tan bien, de un tirón, sin preocupaciones.
               Sin ningún sueño, de ningún tipo, que me impidiera sentir que realmente estaba descansando, y no viviendo un episodio de acción constante en escenarios imposibles. ¿Cómo demonios iba a estar a bordo de la Perla Negra, cuando claramente se había hundido hacía un montón de tiempo?
               Scott también se estiró, pero con la espalda pegada al colchón. Le hice cosquillas debajo del brazo, él protestó y negó con la cabeza.
               -¿Llamas eso a mi hermana?-inquirí, fingiéndome celoso, no estando seguro de si no me lo sentía de verdad. Scott alzó las cejas, mordiéndose el piercing.
               -¿Gilipollas? No, sólo lo reservo para ti, mi amor-ronroneó cual tigre amansado que se cree un inmenso gatito. Me dio un mordisco en la mejilla y yo me incorporé.
               -Digo “rayito de sol”.
               Scott se pasó la lengua por las muelas, deleitándose en mi quietud.
               -También lo reservo para ti, cariñito.
               -Qué atento-repliqué, dándome la vuelta, estirándome como él y mirando al techo. Instintivamente, me pegué a él.
               E, instintivamente, Scott se pegó a mí. Nos quedamos con los hombros juntos, los costados unidos, las caderas pegadas y las piernas acopladas. Teníamos los huesos de los tobillos tocándose.
               Esperamos.
               A que la energía que había entre nosotros saltara de un cuerpo a otro sin hacer ningún tipo de distinción. Purificándonos, limpiándonos, mejorándonos y restaurándonos. Scott no dijo nada, y yo tampoco, pero me sentía como si estuviéramos teniendo una conversación prolongada y profundísima sobre lo que teníamos dentro.
               Tenía ganas de llorar de felicidad.
               -¿Qué tal has dormido?-pregunté, girando la cabeza para mirarlo. Scott se encogió de hombros, mordiéndose el labio.
               -Bien. Como me imagino que dormía antes de que mi catástrofe personal naciera-bromeó.
               -Capullo-me eché a reír, y él se me quedó mirando. Ya quisiera Eleanor que la mirara como me miraba a mí.
               Scott y yo éramos novios, lo habíamos decidido hacía años, cuando éramos pequeños y no sabíamos que la gente podía dormir junta, quererse mucho, confiar ciegamente el uno en el otro, dar la vida por el otro, ser hermanos sin compartir sangre.