jueves, 11 de mayo de 2017

Las ventajas de ser americana.

Tengo una buena y una mala noticia que darte antes de que empieces a leer: la mala es que no voy a poder escribir todo lo que me gustaría, y este sábado no habrá capítulo; a mediados de la semana que viene subiré el siguiente, cuando no tenga mucho agobio por los exámenes.
Y la buena noticia:
¡Chasing the stars está disponible en Wattpad! Te agradecería que la votaras y la compartieras en esa plataforma, y que, si te apetece, dejes comentarios. No me voy a ir de Blogger, pero quiero explorar otros horizontes.
Y... ¡eso  es todo, por ahora! ¡Nos vemos en una semana! 😊


A nuestros ingleses les sorprendió la energía que manaba del cuerpo de mi mejor amiga como si de una fuente de la eterna juventud se tratara.
               Zoe había posado por medio Londres y me había hecho posar a mí, siguiendo con nuestra tradición de hacernos un millón de fotos cada vez que salíamos juntas de nuestra Nueva York natal. Nuestras redes sociales echarían humo esa noche, cuando llegáramos a casa, nos pusiéramos el pijama y nos metiéramos en la cama a subir fotos tan bien hechas que cualquiera diría que habíamos hecho veinte por cada una que subíamos, y todo con un equipo de fotografía al completo preparado para corregir nuestras imperfecciones.
               Porque yo le había metido caña a Zoe, y ella me la había metido a mí. Le pregunté qué sitios quería ver, y ella me respondió que se había informado: se sacó del inmenso bolso una guía turística plagada de pegatinas, marcadores y anotaciones, y me la entregó.
               -Creo-Tommy se rascó la cabeza, observando todos los lugares a los que mi niña quería que la llevaran- que sería una buena idea coger la Oyster.
               -O aprender a teletransportarnos-aportó Scott, recogiendo la guía que les tendí y echando un vistazo a los sitios que Zoe quería visitar.
               -La mitad de estos lugares…-empezó Tommy.
               -No los hemos visto en la vida-terminó Scott, y los ingleses se miraron un momento. Zoe se mordió el labio, divertida, y contempló con entusiasmo cómo los chicos se ponían nerviosos. No nos daría tiempo de hacer todo lo que Z quería.
               Ésa era la idea.
               Yo también me los quedé mirando, más agradecida por tener una excusa de poder clavar la vista en el cuello de Tommy y observar embobada cómo se le movía la nuez de Adán a medida que discutía con Scott sobre la mejor ruta, la más eficiente, que porque me interesara el plan que estaban trazando.
               Se volvieron hacia nosotras, miraron a Zoe.
               -Me parece-empezó Tommy, cauteloso. Sabía que me había puesto muy nerviosa el pensar que no le pudiera gustar a Zoe, y no quería estropear unas buenas vibraciones no concediéndole a mi amiga todos sus caprichos- que vamos a necesitar varios días de turismo intensivo. Y la ropa que lleváis no es muy cómoda.
               Zoe se miró la minifalda, yo me contemplé los vaqueros.
               -Estamos bien-dije. Tommy me miró.
               -Lleváis tacones.
               -Son plataformas-discutí.
               -¿Qué pasa? ¿Tenéis miedo de no seguirnos el ritmo?
               Scott dejó escapar una risa entre dientes.
               -¿Estáis seguras de que no sois hermanas?
               -¿Tenemos que ir a todos estos sitios-Tommy agitó la mano-, porque sí? ¿No hay ninguno que te apetezca visitar más que otro? ¿No tienes alguna especie de…?
               -¿Jerarquía?-ayudó Scott, y Tommy asintió, y los dos se cruzaron de brazos, y las dos nos quedamos mirando el tamaño de sus bíceps.
               -Eh… ¿chicas?-había intervenido mi inglés después de un rato. Zoe le quitó la guía y les dijo que podían llevarnos a donde les diera la gana, siempre y cuando visitáramos un cuarto del librito ese día, y, además, termináramos en la cama.
               Con ellos debajo, a poder ser.
               Y eso hizo que se crecieran un montón, que nos llevaran por calles por las que Tommy no me había llevado nunca, que cogiéramos atajos, que corriéramos para pillar el metro antes de que se fuera… estaban intentando cansarnos, conseguir que no nos rebeláramos porque no iban a cumplir las condiciones de su contrato.
               Por eso no podían creerse que Zoe accediera tan rápido a ir de fiesta esa noche. Sospechaba que Scott y Tommy no se lo perderían ni aunque nosotras decidiéramos quedarnos en casa, puede que hasta aprovecharan para decir que así nos dejarían solas, que tendríamos mucho de qué hablar, y todos esos rollos que se montan los tíos cuando se piensan que son el centro del universo femenino. Lo cierto es que, si nos hubiéramos quedado en casa, probablemente nos hubiéramos hinchado a comida basura y drogas, mientras veíamos pelis hasta que saliera el sol.
               Zoe ya dijo que por supuesto que les acompañaríamos de fiesta. Y, cuando preguntó si íbamos a conocer a los amigos de sus anfitriones, un chute de adrenalina la recorrió de la cabeza a los pies.
               Revolvió en su maleta hasta encontrar el vestido que quería: uno de tejido grueso y textura suave con una falda que apenas te bajaba dos dedos de los muslos y un escote con cordones, para que lo ajustaras como quisieras, por si decidías ir a un entierro, o más bien a matar. Me cogió prestadas las botas de tacón hasta la rodilla, de filigrana dorada, y empezó a cepillarse el pelo a conciencia.
               -Cuidado, zorrita, no vayas a romperle el corazón a alguien esta noche y te lo termines llevando de recuerdo a Nueva York-me burlé mientras Z se ondulaba el pelo con los dedos y un spray que hacía que le oliese a bosque en invierno, justo después de que caiga una nevada. Me encantaba ese olor.
               -Mira que eres egoísta, los quieres todos para ti, aunque te hayas vuelto aburridamente monógama-lloriqueó, y yo me eché a reír, le di un empujón con la cadera y le quité el spray. Yo también quería que me oliera el pelo a bosque (aunque no conseguía salir de la macedonia de vacaciones en Grecia), pero, sobre todo, yo también quería esas ondas en mi melena rubia.  Z se pintó los labios mientras yo me arreglaba el pelo, y me tendió el resto de cosméticos para que la maquillara. Yo era la mejor de las dos, para algo vivía con varias capas de maquillaje más de dos tercios de mi vida, mientras estaba trabajando.
               Y siempre se te quedaba algo.
               Fuimos hasta la habitación de Tommy; él se había cambiado de la camiseta de por la tarde a una camisa azul celeste con los dos botones superiores desabrochados de tal manera que me apeteció empujar a Zoe fuera, cerrar la puerta, echar un pestillo que no existía y abalanzarme sobre él.
               Mi inglés apartó la vista de su móvil y lanzó un largo silbido. Normalmente, me ofendería que un tío se me pusiera en ese plan, pero estaba tan contenta de que la presencia a mi lado fuera la de Z, que ni me inmuté.
               -¿Scott no viene?-se lamentó mi amiga, al constatar que Tommy estaba solo en su habitación. Tommy dejó de anudarse los cordones un momento.
               -¿No te basto yo, Z?
               -Es que Didi es muy posesiva-se quejó, llevándose una mano a la frente en un gesto trágico, víbora del infierno-, aunque mis fuentes me dicen que vale la pena correr el riesgo contigo.
               Tommy se echó a reír y prefirió no contestar a esa provocación. Sí, por la cuenta que le traía, estaba mejor evadiendo el tema.
               -Está intimando-dijo por fin, aguantándose la risa.
               -Vaya, ¿crees que quiere compañía?
               -Ya la tiene-respondió Tommy, encogiéndose de hombros-. Aunque, por probar, que no te falte, Z-añadió. Yo sonreí, feliz de que ya se tomaran las confianzas de llamarse por sus iniciales.
               Y Zoe también lo hizo, probablemente fantaseando con cómo tenía pensado terminar la noche. Incluso me había preguntado si a mí me importaría dormir con Tommy si decidía traerse a un tío a casa.
               -No puedo irme a la suya-dijo mientras se ponía las botas-, porque luego no sabría volver, y, ¿quién sabe qué clase de psicópatas hay en el Viejo Mundo? Mira lo que te han hecho, rubita.
               -No tienes vergüenza-la reñí, riéndome.
               -A ver-protestó-, que si te molesta, pues me lo tiro en cualquier baño. Pero ya que tienes esta cama tan grande y mullidita-acarició con lascivia la cama, alzando las cejas. Y yo me tuve que reír. Claro que le dejaría mi cama. Joder, incluso le prestaría a Tommy, si me ponía ojitos y me lo pedía de buenas maneras.
               Quizá, si él se portaba bien, Zoe ni siquiera tuviera que ponerme ojitos.

               -¡Scott!-llamó mi chico del presente, ya calzado y con la chaqueta en la mano-. ¡Nos vamos!
               No fue hasta que los ruidos del otro lado de la pared cesaron que me di cuenta de que efectivamente había actividad humana más allá de la habitación en la que ahora estábamos.
               -¡Scott!-repitió Tommy.
               -Joder-protestó su amigo por lo bajo. Susurró algo más y luego levantó la voz-. ¿Cinco minutos?
               -Ni cinco minutos ni hostias. ¡Venga, fuera de mi hermana! ¡Largo de mi casa!
               Scott chasqueó la lengua al otro lado de la habitación.
               -De noche vuelvo-prometió, y una risa femenina celebró aquella promesa antes de, probablemente, sellarla con un beso.
               -Que te crees tú eso-contestó Tommy, y me imaginé a Scott poniendo los ojos en blanco.
               -¿Te puedes callar un segundo, Thomas?
               Salimos de la habitación y Tommy se puso a aporrear la puerta de la de Eleanor. Scott la abrió y se lo quedó mirando; se pasó una mano por el pelo (no hace falta que hagas eso, ¿no te acuerdas de que estás calvo?, le recriminó su mejor amigo), puso los ojos en blanco, le dio un empujón y terminó de arreglarse la camisa.
               -¿Qué? ¿El polvo bien?-acusó Tommy. Eleanor puso los ojos en blanco.
               -No estábamos haciendo nada.
               Los dos chicos se la quedaron mirando.
               -Eleanor-protestó Tommy-, ¿te crees que no puedo identificar en qué postura se están follando a Scott sólo por los gemidos de éste?
               -No estaba gimiendo tanto-espetó Scott. Tommy se volvió para mirarlo.
               -Te oía incluso por encima de los auriculares.
               -Haber subido la música, que eres un vicioso al que le encanta relacionar ruidos que nada tienen que ver con el sexo, con el sexo.
               -Estabas debajo, ¿a que sí?
               Scott se mordió el labio.
               -Es que nos lo pasamos mejor.
               -¡Scott!-protestó Eleanor, dándole un manotazo en el hombro. Su novio dio un paso atrás y se echó a reír.
               -Oye, El-metió baza Zoe-, que si por la noche repetís y os sentís un poco solos, subir a buscarme es un momento. Que sepas que estoy disponible-se ofreció, medio en broma, medio en serio.
               -Qué detalle-Eleanor le sonrió, y Tommy se echó a reír cuando notó cómo Scott se quedaba sin aliento mirándola. Me dio un poco de envidia; no creía que yo tuviera esos efectos tan fuertes sobre Tommy. No me daba cuenta, si era el caso-. Pero voy a ir a casa de Mimi. Vamos a ver una peli-informó, volviéndose hacia su hermano.
               -¿Por qué me lo dices como si me importara?
               -No te lo tires sin protección, Diana, no te vaya a dejar embarazada y el monstruo que lleves dentro se resista incluso a los abortos-Eleanor se cruzó de brazos, y yo me reí.
               -No quiero que andes más con Scott. Por tu culpa, últimamente está más rebelde que de costumbre-se quejó Tommy. Eleanor volvió a reírse, le dio un beso en la mejilla a su hermano-. No me hagas la pelota, que no cuela-le dio un beso en los labios a su chico-, bueno, ¿qué te acabo de decir, niña?-y un par de besos a cada una de nosotras. Nos siguió hasta las escaleras y se despidió de nosotros con la mano cuando cruzamos la puerta de la calle.
               Tommy se pasó todo el camino hasta la calle de las fiestas echándole la bronca a Scott, porque cómo se le ocurría tirarse a su hermana estando él en la habitación de al lado, y cómo se le ocurría hacerlo cuando teníamos invitadas en casa, cómo podía ser tan inoportuno, cómo podía irse sin terminar de rematar la faena…
               -Si te preocupa que no haya dejado satisfecha a tu hermana, te puedo asegurar que esta noche no va a dormir pensando en todo lo que le he hecho.
               -Eres un gilipollas, ¿me recuerdas por qué somos amigos?
               -Porque también soy muy guapo, y me quieres mucho. Te entré por los ojos-contestó Scott, colgándose de sus hombros y acariciándole la mejilla. Tommy lo miró de reojo.
               -Ah, sí, ahora me acuerdo: porque a tu lado, parezco listo.
               -Debo de ser subnormal profundo, entonces.
               -¡Scott!-protestó Tommy, riéndose y dándole un puñetazo. Los chicos empezaron a pelearse en broma mientras nosotras nos hartábamos a mirarles el culo.
               Las ventajas de ser americana.
               Zoe lanzó una exclamación ahogada cuando vio la calle a la que nos dirigíamos; lo cierto es que me figuré que tendría ese efecto en ella. Cuando me llevaron por primera vez a aquella zona del barrio, me había sorprendido de lo abarrotado que estaba aquel lugar de locales de los que entraba y salía gente cada segundo. Era Times Square a hora punta, cuando los neoyorquinos que salían de trabajar de las oficinas del corazón de nuestra ciudad se topaban de frente con los turistas a los que les flipaba hasta el cartel de una entrada al metro.
               Cuando salías por Nueva York de noche, te acostumbrabas a locales más o menos esparcidos y semiescondidos en los lugares más surrealistas que te pudieras imaginar: desde estaciones de metro que no se usaban desde la Ley Seca, hasta áticos en edificios súper exclusivos en los que tenías que entrar de punta en blanco. Nueva York se engalanaba de noche para ti, y tú debías hacer lo mismo, y la ciudad y tú jugabais a una especie de escondite en la que ella te suministraba dosis
               Era por eso que no te esperabas una especie de campo de concentración del alcohol y el exceso cuando llegabas a una ciudad tan grande como Londres: creías que todo se te presentaría como en Nueva York, que las grandes ciudades eran todas iguales, intentando imitar a la ciudad que nunca dormía y fracasando estrepitosamente.
               Tommy le fue explicando a Zoe qué había en cada sitio mientras Scott iba abriéndonos paso, asintiendo con la cabeza a los que celebraban que hubiera vuelto (llevaba casi un mes desaparecido, desde que lo expulsaron no había vuelto a salir de fiesta, y de aquello hacía ya más de tres semanas) y yo iba cerrando la comitiva, saludando también a las chicas que me detenían para preguntarme cualquier tontería.
               -Supongo que estarás cansada, así que dejaremos el tour de bares para otra ocasión, cuando no te hayas pateado toda la ciudad, ¿te parece?-le escuché decir a Tommy, y Z asintió, dejándose guiar por mi inglés con su mano en la cadera, guiándola por la marabunta de gente a la que no conocía y cuyos movimientos, por tanto, no podía predecir.
               Y entonces, me sobrevino uno de esos momentos que te vienen de vez en cuando en la vida, cuando estás con tu mejor amiga sentada en el metro, o en el bus, o en el avión, y vais a algún sitio al que estáis seguras de que lo vais a pasar genial, y tu corazón se llena de alegría y amor, porque piensas “Esta es mi vida. No puedo creer lo afortunada que soy de tenerla conmigo. No puedo creerme que seamos amigas”.
               La mano de Tommy en la cintura de Zoe hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas, de repente haciéndome plenamente consciente de que efectivamente aquella era mi vida, aquello era lo que me gustaba, esas dos personas eran mi suerte y ese contacto eran mis dos mundos unidos, todo lo que yo era en apenas unos milímetros: la Diosa de Nueva York, y Su Americana.
               Me dieron ganas de llorar. Zoe y Tommy estaban en el mismo continente, en el mismo país, en la misma ciudad, en la misma calle, en el mismo punto de coordenadas. Se estaban tocando y yo estaba ahí para verlo.
               Si el mundo se acabara entonces, no tendría que preocuparme de coger aviones para salvarlos a ambos: con cogerles de la mano y salir corriendo era más que suficiente.
               Scott empujó una puerta de cristal que yo conocía muy bien y se quedó sujetándola para que Zoe pasara. Tommy se hizo a un lado para que mi amiga pasara antes que ella, y luego se volvió a esperarme.
               Ingleses.
               Todos son lores, aunque muy pocos tengan título.
               -¿Qué ocurre, Didi?-preguntó, viendo cómo mis ojos chispeaban. Negué con la cabeza, me acerqué y le di un beso en los labios, tan ligero como el rasgar de una pluma en una carta en la que confiesa amor eterno.
               -Es que… estoy muy feliz de que Zoe esté aquí.
               Mi inglés sonrió, sus manos en mi cintura, haciendo que todo el mundo desapareciera, protegiéndome de los empujones de la gente y haciendo que me sintiera querida, deseada, anhelada, y sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, amada.
               -Yo también estoy feliz de que tu Z esté aquí-me apartó un mechón de pelo de la cara y me besó en la frente. Me acarició la mejilla y sonrió.
               No podía creerme cómo podía haber llegado a querer tanto a alguien en tan poco tiempo.
               Y no podía creerme cómo había podido ser feliz antes de conocerlo.
               -¿Vamos dentro?-preguntó Zoe, parada tras la puerta. Scott asintió con la cabeza, siguió sujetándonos la puerta (los chicos se sonrieron y se inclinaron la cabeza, como si estuviéramos en el siglo XVIII o algo así) y echaron a andar hacia el corazón del local.
               Nos quedamos un poco rezagadas, Zoe observándolo todo a su alrededor: las luces de neón, las lámparas colgando del suelo, la decoración de cuadros, las fotos, los muebles, la barra ya brillante de tantos chupitos derramados…
               -Me encanta este sitio-decidió proclamar por fin. Oímos gritos y celebraciones al otro lado de la estancia, en dirección a la cuesta de caracol que llevaba a la pista de baile, el orgullo de aquel edificio.
               Vimos dos brazos levantándose en el aire mientras una voz que conocía muy bien y que hacía que mi nombre sonara como los ángeles proclamaba a voz en grito:
               -¡¡SCOTT HA VUELTO!!
               A lo que le seguían coros celebrando que su príncipe había regresado, el campeón volvía a casa, aplausos y vítores festejando que todo volvía a estar bien, que el universo había recuperado su equilibro y la amistad volvía a tener sentido: Tommy y Scott estaban a buenas de nuevo, y de repente todo en la vida volvía a estar bien.
               Zoe se volvió hacia mí, de repente ansiosa al descubrir que no teníamos unos anfitriones cualquiera, y que por lo tanto nosotras no éramos unas invitadas cualquiera.
               -¿Cómo estoy?-preguntó, toqueteándose con nerviosismo el pelo y poniendo los brazos en su cintura. Me pregunté si notaba la diferencia entre cómo se tocaba ella allí y cómo la tocaba Tommy, si habría algún cambio de sensación igual que lo había experimentado yo la primera vez que me acaricié pensando en él, después de probarlo. Cuando descubrí que puede que Tommy fuera más que unos ojos preciosos, unos brazos que te quitaban el sentido y una polla que sabía lo que había que hacer para llevarte al cielo.
               Me pregunté si cuando él la había tocado habría sentido lo mismo que yo: nadie va a volver a tocarme como me ha tocado este inglés.
               -De toma pan y moja, zorrita-respondí, dándole una palmada en el culo. Zoe sonrió.
               -¿En serio? ¿Tengo las tetas bien colocadas? Es que es te escote es tan puñetero-suspiró-, no sé por qué he tenido que…
               -Relájate, nena-respondí, después de tirarle un poco del tirante del sujetador para asegurarme de que se le vieran bien todas las pecas de su escote-. Es imposible que no impresiones. Además, el mercado tampoco es muy selecto-me encogí de hombros-. El primero tiene novia (y no creo que te gustara su nombre, las comparaciones son odiosas), el segundo…
               -¿Cómo se llama?-interrumpió Z.
               -Max-respondí, hizo una mueca-. Exacto. Pero es una delicia, súper tierno. Más que el mío-dije, enorgullecida de que hubiera uno que fuera “mío”-. El segundo es gay, y si no tienes cara de billete de mil pavos, al tercero no le interesarías.
               Zoe gimió.
               -Dime que hay un cuarto y que tengo posibilidades con él, rubita.
               Me eché a reír.
               -Al cuarto le encantarás-aseguré.
               -Quiero volverle loco-respondió Zoe-. Que ni se le ocurra olvidarme. Que me eche de menos. Yo también quiero tener asegurado un inglés contra el que acurrucarme.
               -Lo dejarás sin sentido. Es decir… tienes vagina. Y a él le encantan-le guiñé un ojo y Zoe se echó a reír.
               -¿Un follador de los que apenas quedan en casa?
               -Tesoro-respondí, enganchando mi brazo con el suyo-, él ha inventado ese término.
               -Siempre supe que tú y yo haríamos un buen equipo de caza de hombres-bromeó Z, y yo le di un beso en la mejilla, al que me respondió con un azote en el culo-. Venga, llévame con él.
               Seguimos el rastro que habían dejado nuestros ingleses, aunque no tuvimos problema en abrirnos camino cuando la gente ya se había apelotonado, especialmente cuando esa gente eran chicos. Se hicieron a un lado y nos contemplaron mientras pasábamos con orgullo, y yo prácticamente desfile cuesta abajo, en dirección a la plata baja en la que nos estaban esperando.
               Scott alzó las cejas en nuestra dirección a modo de reconocimiento, mientras Tommy me cogía de la mano y nos llevaba por entre la gente, en dirección a nuestro sitio. Yo imité a mi chico y le cogí la mano a mi amiga, que hizo lo mismo con Scott, quien sacudió la cabeza y se echó a reír, dejándose guiar.
               Las chicas ya estaban desperdigadas por el sofá, bebiendo de sus chupitos y riéndose de algo que acababa de pasarles. Las tres se volvieron al unísono al vernos.
               -Zoe-inició Scott-, éstas son las chicas el grupo. Dios las bendiga, son como las Supernenas, con todas las gilipolleces que nos aguantan-las tres se rieron-. Bey, Tam (sí, son gemelas) y Karlie (sí, no tiene nada que ver con ellas). Chicas, ésta es Zoe.
               -La Zoe de que os hablé-añadió Tommy, punto para él. Zoe le miró y sonrió, y luego se volvió hacia las chicas. Se corearon varios “hola” y “encantada”-. Bueno, y ahora, ¿la testosterona?-quiso saber Tommy.
               -Logan y Max están en el baño-informó Tam, acariciándose una trenza.
               -¿Haciendo qué?-se rió Scott, sentándose a su lado y robándole un chupito. Le dio un beso en la mejilla a Tam cuando protestó con un “¡oye! ¡Era el último de sandía!”.
               -¿Para qué quieres saberlo, S? ¿Vas a unirte a ellos?-inquirió Karlie, alzando las cejas. Tommy aplaudió su pulla y chocó los cinco con ella.
               -Un poco tarde-observó Bey, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a los chicos que se nos acercaban. Ambos le sonrieron a Zoe mientras se la presentaba. Z se quedó mirando un momento a Logan, con creciente interés, hasta que yo atraje su atención y levanté dos dedos. Zoe hizo un puchero pero no dijo nada más.
               -¿Qué pasa?-preguntó Max, que había presenciado toda la maniobra.
               -Os hemos puesto números para que Z sepa quiénes sois.
               -¿Y qué implica el dos?-inquirió Logan.
               -El dos es como una V, exactamente lo que a ti no te gusta-le picó Tommy, y todos nos echamos a reír, incluido el interpelado. Logan asintió con la cabeza y se encogió de hombros.
               -Pues sí, pero soy útil, ¿eh, Zoe? Puedo decirte con cuál de ellos no liarte.
               -¿Y a cuál no me recomiendas?-quiso saber Zoe.
               -A mí, porque me quiere para él solito-respondió una voz detrás de nosotras. Alec. La cosa se ponía interesante. Nos volvimos a la vez y nos lo quedamos mirando.
               La sonrisa de satisfacción de Zoe al verlo mientras él dejaba las bebidas que había ido a buscar en la mesilla baja no se le escapó a nadie.
               -Zoe, éste es Alec-informé-. Es el cuarto.
               Y la sonrisa de mi amiga se ensanchó, a lo cual Alec tuvo que responder imitándola.
               -Espero no serlo en el orden de polvos, porque soy muy impaciente, muñeca-bromeó, y se dieron un beso en la mejilla. Scott alzó las cejas y miró a Karlie, buscando la aprobación que ya sabía que tenía. Alec era el niño bonito de las chicas, y lo protegerían a toda costa, incluso cuando él no necesitara protección.
               Y ellas sabían que Zoe era inofensiva.
               Incluso cuando se ponía en modo caza-hombres.
               -No puedes ser de verdad, guapo, ¿seguro que no tienes alguna chica detrás que me quiera arrancar la cabeza para que deje de pensar en lo que estoy pensando?
               -Tiene novia-informó Tommy, divertido. Alec lo miró.
               -¿Desde cuándo? ¿Me has pedido rollo, y yo no me he enterado?-un coro de carcajadas siguieron su declaración.
               -Pf-replicó Zoe, haciendo un gesto con la mano restándole importancia al asunto-, estoy segura de que puedo manejar a una perra inglesa.
               -Es la hermana de Scott-comenté. Zoe lo miró.
               -Lo de “perra” iba con todos mis respetos, ojazos-Zoe le guiñó un ojo a Scott, que alzó las manos.
               -Mi hermana es una perra. La mayor que te puedas encontrar en este país, en realidad.
               -Hay que irse con cuidadito cuando se trata de Sabrae-asintió Alec, pero ya tenía una mano en la cintura de mi amiga, y no de la forma en que se la había puesto Tommy hacía un ratito, como protegiéndola y guiándola, sino de esa forma en la que tanto te gusta que te toque un chico que te atrae.
               Y Zoe y Alec eran un par de imanes de polaridad diferente, por supuesto que sentían la necesidad de acercarse el uno al otro, incluso cuando no se conocían de nada. Los dos eran el sexo personificado, y a ambos les encantaba el sexo personificándose en otras personas. No puedes tener una moneda de un centavo sin poner a Abraham Lincoln.
               -Ajá-Tommy estaba tenso, ya sentado en el sofá con un sitio reservado para mí a su lado-, ¿y qué te hace no querer andarte con cuidado ahora?
               Alec alzó las cejas, con la mirada de Zoe clavada en él. Dependiendo de lo que contestara a esa pregunta, tendría una noche de ensueño o de pesadilla. Y todo quedaba en manos de cómo le entrara por los oídos la contestación a mi mejor amiga.
               -Sabrae no puede impedirme pasármelo bien.
               Zoe sonrió, le dio una palmadita en el hombro y fue a sentarse.
               Los chicos reaccionaron de manera diferente, y cualquiera diría que tenían los papeles cambiados: Scott alzó el vaso que tenía en las manos, asintiendo con la cabeza a lo que acababa de decir su amigo, mientras Tommy fruncía los labios y negaba despacio con la cabeza, decepcionado con su contestación.
               Todos decían que Scott era el que más profundo se enamoraba, pero hasta la última persona en el mundo podría asegurar sin temor a equivocarse que Tommy era el romántico de los dos.
               Bebimos durante un rato, todos preguntándole cosas a Zoe y ella preguntándoles cosas a ellos. Disfrutamos del ambiente amenizado por los ingleses que no tenían ni idea de cantar o bailar, de los que venían a buscar a Scott y le decían que habían apostado por él, de los que le suplicaban que no cantara esta noche y los que anunciaban que ya habían reservado la canción que querían que el novio de Eleanor cantara.
               Scott dio un sorbo de su cerveza y negó con la cabeza cuando se le acercó un grupo de chicas que a duras penas conseguían mirarlo a la cara sin que les temblaran las rodillas (cosa que a Zoe le pareció divertidísima).
               -Se os va a acabar el chollo pronto-dijo, críptico, y sólo Tommy sonrió al entender el mensaje.
               Llevábamos ya varias rondas de chupitos cuando Zoe se hartó de mirar a Alec, se puso en pie y le tendió la mano.
               -¿Bailas, inglés?
               -¿Que si bailo, americana?-contestó Alec, riéndose y aceptando la mano que le tendía la pelirroja.
               -Quiero decir, si no te lo impide Sabrae-hizo un gesto con la barbilla en dirección a Scott, pero Alec negó con la cabeza, riéndose.
               -Mi corazón estará ocupado, muñeca, pero podemos pasárnoslo mejor con otras partes de mi cuerpo, ¿no crees?
               Ah, ese punto sinvergüenza que hacía que todas las chicas a las que Alec conseguía atraer a su zona de influencia se cayeran por el agujero negro que él era.
               Y Zoe tenía una debilidad por los sinvergüenzas.
               Z se las apañó para llevarlo hasta la pista de baile contoneándose a la vez sobre aquellos tacones de infarto. Bey bufó, apartándose un rizo rebelde de delante de la cara y colocándolo con los demás.
               -No entiendo por qué se hacen esto.
               Todos nos la quedamos mirando.
               -Zoe siempre ha tenido ese punto golfo, y en realidad no le debe nada a Sabrae-la defendí, porque, vale, había comentado con Sabrae la posibilidad de que acabara pasando lo que estaba pasando esa noche, y lo que la chica me respondió fue, sin darle demasiada importancia al asunto: “que se lo tire si quiere, a ver si Alec aprende algo de ella que luego pueda poner en práctica conmigo”.
               Sabrae es de lo que no hay.
               -No me refiero a Zoe. Por supuesto que hace bien, yo también me habría tirado a Alec si se me hubiera puesto a tiro antes. Me refiero a él y a Sabrae.
               -Son muy diferentes-reflexionó Logan.
               -Son iguales-discutió Scott, mirando al chico que acababa de hablar-. Ése es su problema. Que son orgullosos, y tercos, y no van a dar el brazo a torcer. Ninguno de los dos.
               Observé cómo Z se pegaba a Al y cómo él se pegaba a ella, y supe un segundo antes de que hiciera el movimiento maestro, girando la cabeza y haciendo que su melena bailara, que estaba a punto de besarlo.
               Y lo hizo.
               Y Alec la agarró de la cintura y la pegó más a él, con la otra mano en su mejilla para asegurarse de que no se le escapaba.
               -¡Qué coño hace!-ladró Bey, ofendidísima, y Tommy, el Justiciero, se levantó más cabreado aún que ella.
               -Voy a decirle algo.
               -Siéntate ahí-ordenó Scott en un tono autoritario que hizo que Tommy se detuviera en el acto. No le obedeció técnicamente hablando, pero tampoco continuó con su misión. Lo cual ya era algo. 6 meses pesaban mucho-. Y estate calladito, tío. Tú en esto no te metes, que para algo es entre mi hermana, y él.
               -Tendré que ir a defender a mi Malik favorita-discutió Tommy.
               -Yo también soy un Malik-replicó Scott.
               -Pues eso-Tommy esbozó una sonrisa lobuna-, que voy a defender a mi Malik favorita.
               Scott puso los ojos en blanco, y pronunció su nombre a la vez que lo hice yo.
               -Cuéntaselo a Sabrae. Pregúntale si quiere que hagas algo. Y si no quiere que Alec se líe con ella…
               -… que le dé a Alec lo que quiere-me cortó Scott, pero yo continué como si no le hubiera oído.
               -… yo misma iré a decirle que con él, no puede ser. Y le buscaré a otro.
               -No hay otro como Al-contestó Tam, jugando con su trenza-, todo el mundo lo sabe.
               -Te está buscando en él-expliqué, mirando a Tommy a los ojos-. Quiere encontrar lo que yo encontré en ti.
               -¿Amor? ¿Aquí?-preguntó mi inglés, pero yo negué con la cabeza, sonriendo.
               -A un inglés con el que establecer un convenio internacional sobre buen sexo.
               Tommy se echó a reír, y miró a Scott. Todos apartaron la vista, pero yo no lo hice. Estaban teniendo una de esas conversaciones privadas en las que ni siquiera necesitaban hablar. Se leían sus pensamientos como se leían los iris, aquellos iris que llevaban toda la vida estudiando a fondo.
               Y, porque yo no les dejé intimidad, pude verlo: por qué Tommy defendía a Sabrae, por qué no le parecía bien que Alec hiciera lo que estaba haciendo.
               Porque Alec era Ashley, y Sabrae era Scott.
               -No es lo mismo-dijo Scott en voz alta, como reafirmando su postura. Tommy suspiró y se sentó a mi lado. Le acaricié la espalda, le dije que era muy noble por su parte que defendiera así a las hermanas de sus amigos (“también son mis hermanas”, me dijo) y empecé a besarlo, tanto para que se tranquilizara como para tenerlo sólo para mí.
               Tommy empezó a mordisquearme por el cuello, y yo miré en dirección a la pareja a la que no me importaría imitar. Me lo llevaría al baño, le bajaría los pantalones y lo empujaría contra la pared hasta que la única escapatoria que le quedara a mi pasión fuera a través de mí.
               Casi puse escuchar la conversación de Zoe y Alec justo antes de macharse.
               -Nunca he estado con un inglés-le picaba ella, con las manos de él sobre su culo, disfrutando de ese bulto al que se moría por montar.
               -Qué casualidad-respondía él, que ya sabía por la profundidad de sus besos y la urgencia de las manos en su pelo que estaba lista para que él la reclamara-, yo nunca he estado con una americana.
               -Siempre he querido ser la primera de un chico-se burló Zoe, riéndose, y Alec se rió también en su cara.
               -Yo de virgen tengo poco, muñeca, sólo el aceite que me tomo cuando me da por comer ensalada.
               -Tengo por norma no creerme lo que un tío dice que va a hacer. A mí me van los hechos, no las palabras.
               -Te lo puedo demostrar ahora, nena.
               Zoe lo miró a los ojos mientras yo los clavaba en los de mi inglés.
               -Pues hazlo.
               No los vi marcharse, pero supe que lo hicieron cuando Bey soltó un profundo bufido.
               -Se va a arrepentir de esto.
               -No están saliendo-le recordó Scott, tomando otro chupito.
               -¿Cómo puede tener el morro de decir que está enamorado de tu hermana, y luego irse con la primera que se le pone a tiro? No te ofendas, Diana-añadió, mirándome-. No tengo nada en contra de Zoe. Parece una buena tía.
               -Zoe no tiene nada que ver entre ellos dos. Puedes liarte con alguien y seguir queriendo a otra persona-intervino Tommy, mirándome, y yo asentí con la cabeza. Seguimos bebiendo y besándonos, cada vez con más profundidad. Tanta, que me habría puesto encima de él en aquel sofá de no estar nuestros amigos al lado.
               Pero le tenía muchísimas ganas. Y mi cuerpo lo reclamaba para sí con tanta urgencia que no era ni medio normal.
               Así que me escurrí para ir al baño a limpiarme un poco, y de paso aprovechar para hacer pis y arreglarme el maquillaje.
               Cuál fue mi sorpresa cuando, al bajarme el tanga, descubrí que Tommy no tenía nada que ver en las sensaciones de entre mis muslos. No, no había sido él, sino yo, la que había provocado aquella humedad.
               Volví al sofá, molesta conmigo misma por no haber calculado el tiempo y darme cuenta de que me tocaba ese fin de semana.
               -Me ha bajado la regla-expliqué cuando él me preguntó a qué venía aquella cara tan larga. Me cogió la mano y me la acarició.
               -¿Quieres que nos vayamos a casa?
               -No, no-sacudí la cabeza-. No pasa nada. Sólo tengo que… ponerme algo, pero no he traído.
               -Voy a ver si a Jordan le quedan compresas en la cajita de emergencia-dijo, levantándose, pero yo le detuve.
               -Tommy.
               -¿Qué?
               -Traigo un tanga.
               Se le secó la boca, se relamió los labios, de repente totalmente consciente de que yo tenía un cuerpo debajo de aquella ropa.
               -¿Y tenías que decírmelo?-se quejó con un gemido-. Ahora tengo la imagen tuya bailando en tanga delante de mí. Oye, ¿qué opinas de tener sexo con la regla? Porque a mí no me importa.
               -Tommy-protesté.
               -Vale, vale. Tampones. Esto… ¿algún tamaño en…?
               Los chicos son tan monos, sin tener ni idea de cosas de la menstruación. Yo me interesaría por ella, al fin y al cabo, todos los allí presentes éramos una menstruación que no había tenido lugar. Algo así como un aborto de menstruación.
               -Chicas, ¿tenéis tampones?
               A la cuenta de tres, tres de diferentes clases aparecieron ante mí, cada uno salido de un bolso diferente. Logan preguntó si había alguna diferencia en los productos, o el envoltorio era diferente porque sí.
               Para cuando volví, ya más protegida, Karlie les explicaba el funcionamiento del aplicador. Estaban más fascinados que los primeros cavernícolas cuando descubrieron el fuego.
               -Eso explica por qué me notaba un poco apretados los pantalones-medité al lado de Tommy-, creí que había engordado.
               -Yo te veo como siempre.
               -Pues es de milagro, con lo que me estás cebando últimamente…
               -Es que me gusta darte de comer, Didi-respondió, besándome la frente. Y me miró el escote.
               Porque en fin. Hombres.
               -También os crecen las tetas, ¿no?
               Pues sí, el sujetador también me apretaba, pero, de nuevo, como lo había achacado a que había cogido peso, ni se me pasó por la cabeza que fuera una cuestión hormonal.
               -¿Lo habías notado?
               Tommy se echó a reír.
               -Pues claro que sí. Están mucho más… redonditas. Son preciosas-meditó, acariciándomelas. Apartó la mano de repente, como si quemara-. Hostias, Diana, yo… lo siento, ¿puedo…?
               -Tommy, tengo la regla, no cáncer. Me puedes tocar las tetas, tranquilo.
               -Es que no sé si te hago daño-murmuró, de repente fascinado con mis pechos.
               -Lo soportaré.
               Le brillaban los ojos cuando volvió a besarme, sin apartar la mano de mi busto. Empezamos a besarnos más despacio, con las lenguas bailando, hasta que, de repente, me soltó:
               -¿Por qué crees que “sujetador” es singular y “bragas” es plural, si bragas sólo hay unas y el sujetador tiene dos partes?
               -Vale, ya has bebido bastante-intervino Scott después de escuchar esa disertación estelar, quitándole los vasos que tenía mano para que no se emborrachara más.
               Tommy intentó protestar, e incluso consiguió hacerse con un chupito antes de que Scott lo castigara sin probar una sola gota de alcohol extra. Hizo pucheros y se quejó a Alec en cuanto volvió con Zoe, cogidos de la mano como dos enamorados. Mi amiga se sentó a mi lado, prácticamente encima de mí, mientras Alec escuchaba las protestas de Tommy y las réplicas de Scott, divertido.
               -¿No ha llegado Jordan aún?-quiso saber, cogiendo un vaso de los muchos que quedaban, aunque la mayoría ya vacíos. Negamos con la cabeza-. Joder, este chaval siempre quiere que le cuente mis hazañas sexuales, pero nunca está aquí para presenciarlas-chasqueó la lengua.
               -¿Le vas a contar lo de mi espectacular mamada?-le picó Zoe, y Alec se volvió hacia ella.
               -Depende, ¿si la cuento, no me haces más?
               -¿Por qué los tíos siempre tenéis que alardear cuando una chica os la chupa?-espetó Tam, molesta-. ¿Qué pasa, que si no lo vais pregonando por ahí, las mamadas no se os convalidan en el carnet de machito semental?
               Las chicas (y Logan) lanzamos una exclamación festejando la pulla mientras Alec levantaba un vaso en su dirección y brindaba a la salud de la lengua de Tam, esperando que no llegara el día en que escuchara su nombre en ninguna de esas epopeyas, por si tenía que restregárselo por la cara.
               Tam le hizo un corte de manga y se echó a reír cuando Alec se levantó y se tiró encima de ella, suplicando por su perdón. Nos pusimos a jugar con los vasos, y así nos encontró Jordan cuando llegó, varias horas después de nuestra incursión en su local. Se frotó las manos en la parte trasera de los vaqueros y empezó a esbozar no sé qué excusa sobre un lío que había tenido en otro bar de sus padres en el centro. Alec puso los ojos en blanco y le dijo que no nos contara movidas, que si se había ido de putas lo podía decir claramente; éramos sus amigos y no íbamos a juzgarle.
               -Vete a la puta mierda, Alec-espetó Jordan, y señaló esos chupitos-. ¿Los has pagado?
               Alec se bebió uno despacio antes de responder.
               -Los he cargado en tu cuenta.
               -Cabrón de mierda, menudo morro tienes, ¡yo te mato!-bramó, y se abalanzó sobre Alec, que lo detuvo con un:
               -¡Eh, eh, eh! ¡A ver si asustas a la amiga de Diana! ¿Te acuerdas de que venía hoy?-Alec lo empujó para que se pusiera de pie y le dejara respirar.
               -Sí, tío, pero es que estaba liado, ya os lo he dicho, no te ofen…-se giró y miró a Zoe.
               Y se la quedó mirando.
               Y Zoe se lo quedó mirando a él.
               Se miraron durante lo que me pareció una eternidad, sorprendidos, como si nunca hubieran visto a un negro o a una pelirroja, respectivamente. Zoe examinó cada fibra de su cuerpo, los músculos de los brazos que la camiseta de manga corta le dejaba a la vista (las fiestas son mucho más largas cuando las pasas detrás de la barra), la forma en que le caían las rastas por la espalda y los hombros, lo oscuro de sus ojos y lo claras que tenía las palmas.
               Y Jordan contempló las ondas caoba de mi amiga, la lluvia de pecas que le salpicaba tanto mejillas como la nariz, el pintalabios que le resaltaba el arco de cupido, los pendientes enredados en su melena, las kilométricas pestañas que enmarcaban sus preciosos ojos de un ligero tono dorado, de un verde ambarino que no llegaba a ser esmeralda, mucho más bonito que el mío. Estudió sus piernas cruzadas, sus brazos, sus hombros, su cuello y su escote, pero en lo que más se detuvo fue en sus ojos.
               Todos los miramos en silencio, esperando a que alguien dijera algo.
               Y la borrachera de Tommy habló por todos. Se volvió hacia Scott y le comentó:
               -Pues a mí no me parece que lo que ha dicho Alec sea para tanto. Zoe es enrollada. Y no es precisamente tímida.
               Scott miró a Tommy, le dio una palmada en el hombro, asintió con la cabeza aún con el ceño medio fruncido, como diciendo “muy bien”.
               -Zoe-susurró Jordan, saboreando el nombre de mi amiga en sus gruesos labios. Z le sonrió.
               -Tú debes de ser Jordan-dijo, extendiendo la mano, como para estrechársela pero con la esperanza de que él hiciera algo más con ella. Él asintió con la cabeza, le miró la mano, se dio una palmada en la frente y espetó:
               -Ah, sí, ¡claro! Encantado-se la estrechó, y la decepción se extendió como un virus entre todos nosotros, aunque, ¿qué esperábamos? ¿Que tirara de ella y la pegara a su pecho y le comiera los morros, exactamente aquello por lo que se morían de ganas los dos?
               Ese comportamiento era más típico de Alec que de Jordan, mucho más cortado en el tema mujeres: ya se lanzaba Al por los dos.
               -Siento no haber podido venir antes, yo… eh… estaba liado, mis padres tienen varios locales y hoy es una noche de locos-se excusó, y Zoe asintió con la cabeza, los ojos fijos en sus labios, como si le costara comprender lo que decía-. Eh… ¿quieres tomar algo? Queréis-se corrigió, girándose y mirándonos un segundo al resto-. Todos. Va por todos. ¿Queréis tomar algo?
               -Salchichas-soltó Tommy, al que se le estaba subiendo el alcohol a la cabeza a pesar de su abstinencia. Jordan lo miró.
               -Sal… ¿chichas?-preguntó, seguro de no haber entendido bien. Tommy asintió, convencido.
               -Sí, salchichas, con un poco de beicon. Me vendrían bien unas salchichas.
               -No hay salchichas aquí, Tommy-le recordó Scott.
               -Pues qué mierda. Yo pago mis impuestos, ¿sabes?
               -Ya, pero no se van aquí.
               -¿Es porque soy medio español?
               -No, Tommy, es porque esto es un bar.
               -Pues me sirven a la plancha-Tommy se volvió hacia Jordan-. Si las tienes de esas que tienen tiras de queso por dentro, las apreciaría muchísimo.
               -Tom, que no hay…-empezó Scott, pero Alec negó con la cabeza, se puso en pie de un brinco y se sacudió los vaqueros.
               -Voy a por ellas. ¿Alguien quiere algo más?-negamos con la cabeza-. Genial. Siéntate, Jor-ordenó, haciendo un gesto con la cabeza en dirección al sofá-. Yo me encargo de todo, ¿vale?
               Jordan parpadeó, confuso. Alec se acercó a él, le dijo algo al oído, le dio una palmada en la espalda y se marchó en dirección a la barra. Volvió con más bebidas y las puso en la mesa, bien lejos de Tommy.
               -Jordan-exigió cuando vio que Jordan no se había movido. Su amigo asintió con la cabeza y se sentó en el hueco que Alec había dejado libre. Zoe cogió un vaso y se lo bebió de un trago, se puso a hablar con Karlie, que estaba sentada estratégicamente cerca del recién llegado. Lo suficiente como para mi amiga y él tuvieran una excusa para mirarse de refilón.
               Tommy se puso en pie, tambaleándose.
               -¿Adónde vas?-quiso saber Scott.
               -A bailar.
               -Apenas te aguantas en pie.
               -A Diana le gusta esta canción.
               Me lo quedé mirando, sin escuchar. Agucé el oído y pude disfrutar de los acordes de I don’t care. La canción tenía mucho tiempo, pero era un himno para mí y para Zoe, que se habría levantado como un resorte de no haber estado demasiado ocupada dándole a la lengua. Sí, era algo así como nuestra canción, la canción favorita para bailar cuando salíamos, la que nos tenía dando brincos y chillando en cuanto empezaba a sonar en las discotecas de Nueva York. Me sorprendió que Tommy se acordara, incluso borracho como estaba, pero tenía por costumbre menospreciar a mi inglés.
               Arrastré a Tommy hasta la pista y di saltos alrededor de él, que se reía y giraba sobre sí mismo intentando mantenerme en su campo de visión. Lo agarré un par de veces para que no se cayera, y finalmente, cuando la canción terminó, me quedé colgando de su cuello un ratito, dándole piquitos que él celebraba con una sonrisa y pidiendo más.
               -Te adoro-vocalicé, sin decirlo realmente pero haciéndolo todo lo bien que pude. Él lo entendió: asintió con la cabeza, me dio un beso en la frente y me frotó la nariz con la suya.
               Le temblaban las rodillas, así que decidí que sería mejor volver, y puede que hacer que se le pasara la borrachera a base de mimos en el sofá. Y, cuando regresamos a nuestro sitio, nos encontramos a nuestros amigos cambiados de lugar.
               Sonreí para mis adentros cuando vi a Zoe riéndose y agitándose el pelo mientras Jordan le contaba algo graciosísimo; las chicas habían desaparecido y Max hablaba con Scott mientras los dos daban sorbos de su bebida, lanzándoles a la pareja internacional miradas cargadas de intención. Pero ninguno de los dos se daban cuenta, demasiado ocupados en su conversación: el brazo de Jordan en el respaldo del sofá era la frontera del reino en el que Zoe se contoneaba mientras le contestaba, sus manos volando en todas direcciones como la lava de un volcán en plena erupción, de vez en cuando depositándose en los hombros del chico, que lo festejaba con una sonrisa a la que ella no dudaba en imitar. Bebían y hablaban, hablaban y bebían.
               Y no les podía importar menos que todo el mundo les estuviera mirando, porque Zoe estaba en la misma burbuja que yo cuando Tommy me abrazaba: los límites del cosmos estaban allí donde terminaban sus brazos.
               Alec regresó con una bolsa colgando de los dedos, la levantó sobre su cabeza y alzó las cejas.
               -¿Qué haríais sin mí?-preguntó, y todos coreamos su nombre cuando vimos que había comprado golosinas y patatas fritas. Le dio el paquete de salchichas a Tommy, que hizo un puchero.
               -Están crudas-protestó. Al puso los ojos en blanco y, ni corto ni perezoso, se sacó una cajetilla de tabaco del bolsillo de la camisa y de ella extrajo un mechero.
               -¿Qué vas a…?-empezó Max, con el ceño fruncido, divertido.
               -Cocinarle las salchichas de los cojones, al principito aquí presente-contestó Alec, en tono fastidiado-. La madre que te parió, Tommy, si te trato mejor que tu madre.
               -Me quieres-respondió Tommy, acariciándole la cara.
               -Anda, sí, calla, no me desconcentres-terminó de quemarle la salchicha y se la tendió. Tommy la cogió y se la metió en la boca casi entera.
               -Le fafa fi enta-balbuceó.
               -No hables con la boca llena, cochino-le recriminó Scott. Tommy tragó y miró a Alec.
               -Le falta pimienta.
               -Yo a ti te asfixio, ¿quieres comerme el rabo, Tommy?
               -Seguramente también le falte pimienta.
               -Gilipollas-replicó Alec. Todos nos reímos, y Tommy se colgó de su camisa cuando dijo que se iba por ahí.
               -No, hazme otra.
               Así fue como Alec terminó haciendo una barbacoa con su mechero, y fue la sensación de la noche, o, al menos, hasta que Jordan se levantó y le tendió la mano a Zoe, preguntándole:
               -¿Quieres que te enseñe este sitio?
               Zoe me miró, asintió con la cabeza ante mi sonrisa de “adelante, follarse a dos ingleses en una noche no es nada malo”, aceptó su mano y se largó con él.
               Tardaron muchísimo en volver; para cuando volví a ver a mi mejor amiga, Tommy había convencido a Scott para que le dejara seguir bebiendo.
               -Para celebrar que volvemos a ser novios-espetó, levantando un vaso y tirando la mitad de su contenido fuera.
               -Tú y yo contra el mundo, T-concedió Scott, chocando el vaso de chupito con él.
               -Scommy es real-declaró Tommy, asintiendo con la cabeza y empezando una ronda de alcohol que no vio su final hasta que el sol comenzó a asomarse por el horizonte y Alec declaró que puede que fuera hora de ir regresando a casa. Al fin y al cabo, nos habíamos quedado prácticamente solos en el local.
               Zoe vio en la borrachera de Scott y Tommy la oportunidad del siglo para conseguir estar un poco más de tiempo con Jordan. Me preguntó si sabía volver a casa desde allí, y yo, como la perra mala que soy, respondí que por supuesto, porque, ¿si no me metía yo con mi mejor amiga, quién iba a hacerlo?
               Jordan y Alec nos acompañaron hasta prácticamente la puerta de nuestra casa. Se detuvieron en la esquina de la calle y colocaron a Scott y Tommy de modo y manera que les fuera imposible caerse, o por lo menos sin arrastrar al otro. Tommy le lamió la cara a Scott.
               -Sabes a fresa-observó.
               Scott lo miró con ojos vidriosos y asintió despacio con la cabeza, con el convencimiento del alumno que se sabe la lección de memoria.
               -Es que soy tauro-explicó.
               -Aaaaaaaaaaaah-asintió Tommy. Se tocó el pecho-. Y yo libra. Leales y cariñosos-le tocó la cara a Scott, intentando enfocarlo-. ¿Qué tienes en el labio?
               -¿Qué tengo en el labio?
               -Parece un piercing.
               -¿Tengo un piercing? Nah, Eleanor me lo diría. ¿Sabes que es mi novia? ¿Eleanor?
               Tommy se rió.
               -Pf, ¿te crees especial porque mi hermana sea tu novia? Yo tengo dos novias, eso que es especial.
               -Qué cabrón-Scott sacudió la cabeza-. Tommy.
               -¿Qué?
               -Somos cuñados-constató el moreno. Jordan y Alec se miraron y pusieron los ojos en blanco.
               -¡La hostia! ¿Eso es posible? Qué g u a y –silabeó mi chico.
               -¿Seguro que podréis con ellos?-quiso saber Jordan. Yo asentí con la cabeza y empecé a empujarlos; eran dóciles como ovejitas, aunque costaba más moverlos que a un par de mulas.               -No nos cuesta nada acostarlos. No sería la primera vez-observó Alec.
               -A ti lo que te pasa es que quieres ver si te las apañas para verme desnuda-repliqué, riéndome.
               -Bueno, Didi, entiéndeme, yo soy un poco como un maestro Pokémon: tengo que hacerme con todas-me guiñó un ojo y Tommy se volvió hacia él.
               -No ligues con mi chica.
               -¿O qué?
               -O… te pego-le intentó dar una patada, pero estaba demasiado lejos: sus piernas no medían tres metros. Alec se echó a reír y alzó las manos.
               -En otra ocasión, entonces. Eh, vendréis al partido de mañana, ¿verdad?
               -De esta tarde-corrigió Jordan, mirando a Zoe.
               -Sí, bueno, eso. Esta tarde. No hemos dormido, así que es mañana, pero es esta tarde. ¿Vendréis?
               -Pues…-empecé yo.
               -¿Estaréis todos?-quiso saber mi amiga.
               -Por supuesto. Bueno, si estos dos sobreviven. Tíos-llamó Alec, y Scott se giró-. Baloncesto. Cinco y media. ¿Pilláis?
               Scott alzó el pulgar.
               -Genial.
               -Allí estaremos-Zoe me agarró del brazo-. Pero id todos, ¿eh?-y miró con intención a Jordan, que se pasó una mano por el pelo y asintió con la cabeza. Se giró para marcharse, y tuvo que llamar a Alec, quien nos miraba a ambas con una pizca de perversión en la mirada, y toda la travesura del mundo en sus ojos.
               -Ay-suspiró-, cuánta materia prima desperdiciada-no supe si lo decía por él mismo o por nosotras, pero cuando me dispuse a preguntar, ya estaba corriendo hacia Jordan. Dio un brinco y se colgó de sus hombros, le dio una palmada en la espalda y proclamó mientras le revolvía el pelo-. ¡La madre que me parió, Jor, ¿qué ven mis ojos?! ¡Pero si has ligado!
               -Cállate-exigió Jordan, avergonzado.
               Pero echó un último vistazo por encima del hombro para vernos entrar en casa. Y consiguió encontrarse con los ojos de Zoe mirándole también.

El primer capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré



Te recuerdo que puedes hacerte con una copia de Chasing the stars en papel (por cada libro que venda, plantaré un árbol, ¡cuidemos al planeta!🌍); si también me dejas una reseña en Goodreads, te estaré súper agradecida.😍

7 comentarios:

  1. Voy a definir este capítulo en 4 palabras:
    -ZOE-JORDAN
    -TIANA
    -SCOMMY

    Se puede escribir un capítulo mejor? No lo creo. Ni siquiera quiero pensar como sigue y que lo hayas tenido que cortar es una PUTADA

    Que ganas de que llegue la próxima semana sólo para poder seguir leyendo pero se que estas ocupada con los exámenes al igual que yo así que MUCHA SUERTE ERI!!!!!

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    1. Ayyyyyyyyyyyy Ari porfa tengo miedo de que un día no te guste un capítulo porque te veo TAN entusiasmada cada vez que subo de verdad no faltes comentando NUNCA por favor.
      Muchísimas gracias corazón, aunque la verdad es que son sólo dos exámenes más el Proficiency, los demás ya los he hecho así que ^^

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  2. SCOTT Y TOMMY BORRACHOS SON GENIALES "HUELES A FRESAS" ME DUELE LA TRIPA DE REÍR XD
    No me esperaba para nada lo de Jordan y Zoe aw pero qué cuco es Jordan oye
    "Y entonces, me sobrevino uno de esos momentos que te vienen de vez en cuando en la vida, cuando estás con tu mejor amiga sentada en el metro, o en el bus, o en el avión, y vais a algún sitio al que estáis seguras de que lo vais a pasar genial, y tu corazón se llena de alegría y amor, porque piensas “Esta es mi vida. No puedo creer lo afortunada que soy de tenerla conmigo. No puedo creerme que seamos amigas”.
    Me ha encantado esto ❤

    - Ana

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    1. QUISE METERLOS BORRACHOS Y JUNTOS PORQUE RECUERDO LA SENSACIÓN QUE FUE TOMMY BORRACHO EN NOCHEVIEJA Y DIJE "bueno un poco de fanservice no hace daño a nadie ;3"
      Uf pues si te parece cuco Jordan en este capítulo en el que prácticamente no ha hecho nada, espera a verlo en el siguiente, te sorprenderá muy gratamente ☺

      Me ha hecho mucha ilusión que te gustara ese párrafo, la verdad es que estaba muy inspirada y basándome en sentimientos propios, a veces voy con mis amigas a un sitio y me sorprendo de lo mucho que las quiero es que no sé, soy muy emotiva ????!!!! dame un abracico ❤

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  3. como lo de alec y zoe haya sido real le acabo de hacer a alec una cruz más grande que la torre de shanghai
    tommy y scott borrachos best team ever
    si zoe es así no me quiero imaginar como era diana en ny
    sabrae rompele los huevos a alec por favor

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    1. Ha sido real porque Alec es TONTO perdido pero ya verás como esto viene de antes y Al va a reconquistarte
      O NO PORQUE ES GILIPOLLAS ES QUE QUÉ HACE DICIENDO QUE ESTÁ ENAMORADO DE SABRAE Y LUEGO LIÁNDOSE CON OTRA ES QUE QUÉ SENTIDO TIENE ESO LA MADRE QUE LO PARIÓ
      Es que en su relación él es el humano y ella la diosa, pERO AUN ASÍ ESTOY ENFADADA CON ÉL PORQUE ES TONTO SABRAE RÓMPELE LA CARA.
      Scommy borrachos es todo lo que está bien en esta vida.
      Diana era mil veces peor que Zoe ahora, date cuenta de que Zoe está en territorio desconocido y quiere portarse bien para causarle una buena impresión a Tommy, pero absolutamente NADA las reprimía en Nueva York. Piensa mal y acertarás.
      Lo bueno del tema es que va salir cuando se explique lo de Diana todo lo que hizo y quién sabe si vuestra percepción de ella cambiará
      chan chan chan

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