domingo, 23 de julio de 2017

Flor.

Mamá se gira y mira a papá y Scott. Papá la contempla ensimismado. Scott me mira a mí, me arrulla y me acaricia detrás de la oreja. Hemos descubierto que me encanta que me haga eso. Me hace muchísimas cosquillas. Me río y me río y me río mientras él se ríe y se ríe y se ríe. Nos reímos y nos reímos y nos reímos los dos juntos, yo instigada por sus dedos, él, por mis carcajadas infantiles.
               -¿Qué tal estoy?-pregunta mamá, abriendo los brazos y mirando alternativamente a mi hermano y a mi padre. En la boca de papá se ha quedado a dormir una sonrisa que hace que sus ojos se achinen y le brillen. Scott levanta la cabeza un momento para mirar a nuestra madre.
               Lleva todo el día de un lado para otro. Ha llenado la casa de un aura que me encanta, un olor que hace que se me derrita la boca, aunque no sé muy bien por qué. Sólo sé que mi cuerpo reacciona más o menos de la misma forma que cuando veo el botecito de cristal con la leche que me dan, antes de que me den una imitación de esos abrazos que me llenan la boca de leche, sólo que sin el tacto de otra piel contra la mía.
               Es olor. Olor a comida, a comida deliciosa, comida que me encantará degustar cuando crezca. Pero ahora no puedo, porque soy un bebé, y no tengo dientes.
               Además, me gusta la leche que me dan.
               -Deslumbrante-dice papá. Mamá sonríe, sus ojos chispean. Se ha hecho algo, tiene la cara diferente. Los labios, que me encanta cuando se posan en mi cara, están más rojos. Sus ojos son más grandes, más verdes. Su pelo ha cambiado de posición. No tiene tanto, pero a la vez tiene más por la parte trasera. Se ha recogido en una especie de trenza no enredada los mechones que le enmarcan la cara. Tiene algo brillante colgándole de las orejas. Algo más brillante de lo que suele tener, quiero decir. Unos pendientes diferentes. Me encantan. Quiero tocarlos.
               Lleva una camiseta de tirantes, en un tono que me gusta mucho y del que me quiero rodear. Además, la camiseta está a medio terminar, porque sus bordes tienen una especie de recortes, parecidos a los que Scott trae de clase y cuelga encima de nuestra cama cada semana, pero mamá es tan bonita que hace que la camiseta sea preciosa y le quede genial.
               -Hablo en serio, Zayn-responde mamá. Papá tuerce la cabeza hacia un lado, examinando a mamá. Se la está comiendo con los ojos. No sabía que nadie pudiera comerse con los ojos a otra persona. Pero papá lo hace con mamá.
               Me pregunto si Scott me come con los ojos, y yo no me doy cuenta porque soy demasiado pequeña aún.
               -¿Qué es deslumbrante?-pregunta Scott, con la nariz arrugada.
               -Es cuando una chica es tan guapa que te duele mirarla-contesta papá, sin apartar los ojos de mamá. Se está pegando un atracón.
               Mamá pone los ojos en blanco, se echa a reír y se vuelve para mirarse en el espejo.
               -Pues entonces Sabrae es deslumbrante-espeta Scott, y papá y mamá se echan a reír. Papá le revuelve el pelo y le da un beso en la cabeza mientras mamá termina de pasarse algo metálico por los labios. Se da unos toquecitos en una comisura y se vuelve de nuevo.
               -¿Mejor?
               -Sher, estás espectacular te hagas lo que te hagas.
               -Quiero estar perfecta-responde mamá, caminando hacia mí y quitándome de brazos de Scott, que los estira en mi dirección a modo de protesta, pero nada más. Me acurruco en el pecho de mamá y exhalo un suspiro de pura satisfacción. Entreabro los ojos, veo que mamá me mira, y los vuelvo a cerrar, sintiéndome protegida y celebrada y amada como llevo haciéndolo desde que ella me encontró.
               Me encanta mi vida. Me encanta que mamá sea mi mamá.
               Y lo demuestro bostezando sonoramente, que es como los bebés damos pruebas de nuestro cariño: durmiéndonos en brazos de la gente.
               -No sé si debería preocuparme-contesta papá, con las piernas abiertas, sentando a Scott en su regazo-que te preocupes más por tu aspecto cuando vienen mis padres que cuando yo vengo de la universidad.
               -A ti no te tengo que conquistar, ya te tengo comiendo de la palma de la mano-mamá me acaricia la espalda, me da un beso en la frente y baila conmigo, para deleite de todos los que estamos en su habitación-. Además, contigo no tengo que compensar un millón de cosas que hago mal.
               -¿Que son qué, exactamente?-papá alza las cejas-. ¿No querer firmar tus trabajos de Doctorado con mi apellido?
               Mamá se ríe.
               -Scott, ¿puedes ir a ver si la mesa está bien puesta?
               -Pero, ¡si la pusimos papá y yo!
               -Lo sé, pero no quiero que el Monstruo Descolocador de Cubiertos haga de las suyas sin nosotros saberlo. ¿Lo comprobarás por mí, por favor?
               Scott entrelaza las manos, receloso.
               -¿No me comerá?
               -No, sólo come plata.
               -¿Ni me llevará?
               -No, sólo se lleva platos.
               -¿Segura?
               -¿Te he mentido yo alguna vez, mi niño?-le pregunta mamá. Scott tuerce la boca, pensativo, asiente con la cabeza y salta del regazo de papá. Los dos escuchan pacientemente mientras mi hermano baja las escaleras.
               -¡Agárrate al pasamanos!-advierte papá.
               -¡Ya lo estoy haciendo!
               -¡Más te vale! Bien, Sher-papá se vuelve hacia mamá-. ¿A qué viene tanto preparativo? Ni en la fiesta de los Grammys hay tanta anticipación.
               -Tu madre me odia.
               -Mi madre no te odia, es que es un poco protectora cuando se trata de mí. Por eso de que soy su único hijo y han intentado joderme y aprovecharse de mí en múltiples ocasiones-mamá lo mira con una ceja alzada, y papá alza las manos-. Vale, puede que yo haya disfrutado las veces que han intentado joderme y aprovecharse de mí, puede que yo me haya aprovechado de muchas chicas, pero…
               -No es por ti, es por mí. Todo lo que yo hago, a tu madre le parece que está mal. ¿Me quedo embarazada? ¡Genial, una pobre muerta de hambre ha encontrado la forma de endosarle su rollo de una noche al tonto de mi hijo! ¿Que mi hijo es idéntico a ti? Seguro que esa perra le dio a mi Zayn un condón ya roto. ¿Que sigo en la carrera? ¡Cómo se atreve, gastando los dineros de mi hijo mientras desatiende las necesidades de mi nieto! ¿Que dejo la carrera? ¡Eso, vive como una mantenida, que bien que has aprovechado el polvo que mi hijo te echó!
               -Sabes que mi madre no piensa eso.
               -No le gustó que tuviéramos un hijo sin apenas conocernos, no le gusta que vivamos juntos, no le gusta que tengamos a Scott… ni le gusta que yo no pueda darte más niños.
               -¿Otra vez con lo mismo?
               -¿Qué clase de madre soy, si ni siquiera puedo alimentar a mi hija?
               -Una que dice ser estéril, pero que, misteriosamente, tiene dos hijos-refuta papá. Mamá suspira, me acaricia la espalda. Papá se acerca a nosotras, me besa la cabeza y le acaricia la mejilla a mamá.
               -No va a perdonarme cuando se entere de lo del aborto.
               -Pues no se lo digamos.
               -Sabes que se enterará de todas formas. Y eso sí que no va a poder perdonármelo: que no pueda darte más hijos. Y sé que tú querías una familia grande.
               -Que le jodan a lo que yo quería antes, que le jodan a lo que quería el día antes de conocerte, Sher. Lo que yo quiero ahora es estar contigo, estar con nuestros hijos, ser una familia, y que tú estés bien y no te comas la cabeza. Y mi madre, que diga misa. Si le gusta, bien, y si no… bueno. Ya tengo 27 años, creo que soy lo suficientemente mayor como para vivir de una forma, aunque mi madre no case con ella, ¿no te parece?
               Mamá se lo queda mirando.
               -Una madre es una madre, Zayn, digas lo que digas.
               -Puede, pero mi madre ya no es mi madre favorita en el mundo-responde papá. Mamá sonríe, le acaricia la mandíbula, le susurra que le quiere, él le responde que también.
               -Con locura, ya lo sabes. Y a ti también, pequeña-dice, dándome un nuevo beso en la frente. Mamá y papá se besan despacio-. Todo va a salir bien.
               Hoy voy a conocer a mis abuelos. Estoy emocionada, porque no sé qué son unos abuelos, ¡y parece que tengo cuatro! Scott no ha parado de hablar de esto en toda la semana. Incluso ha ensayado lo que va a decir y cómo me va a presentar. Repasa una última vez sus planes cuando mamá y papá bajan al piso inferior y se reúnen con él.
               -Todo en orden, he espantado al Monstruo Descolocador de Cubiertos. Ha sido fácil-Scott hincha el pecho-. Y ahora, sinfoticemos relojes…
               -Se dice “sincronicemos”, S-le corrige mamá, y él asiente.
               -Eso también. Bueno, pues sinfo…sincrot… bueno, ya sabéis lo que quiero decir-mamá y papá se echan a reír-. Cuando los abuelos se bajen del coche, papá irá a recibirlos. Les abrirá la puerta y mamá pondrá la música de El rey león, la canción del principio, la que suena tan rara, y yo cogeré a Sabrae y la levantaré como hace Rafiki con Simb…
               -No vamos a poner la música del Rey león, hijo-se niega papá. Scott se desinfla, hunde los hombros.
               -Pero, ¡por qué! ¡Es una idea genial! ¡Mamá, dile a papá que es una idea genial!
               -No me malinterpretes, S, me gusta la canción, pero eso de que levantes a tu hermana…
               -¡NO LA TIRARÉ!-brama Scott-. ¡ANTES ME MUERO QUE DEJAR QUE SABRAE SE ME CAIGA!
               Me asusta con sus gritos. Mi cuerpo se paraliza y me echo a llorar. No me gusta que se ponga a chillar de repente.
               -¡Mirad, ella también quiere que pongamos la música de El rey león!
               -¡La has asustado con tus gritos, S, no tengas morro!
               -Ay, perdón, chiquitina-dice mi hermano, tirando de la falda de mamá para que se la entregue. Mamá se agacha y Scott me da besos y me acaricia la cara-. No quería hacerlo a posta, es que eres tan deslumbrante que quiero que tengas una presentación como te mereces, ¿sabes?
               No entiendo una palabra de lo que me dice, porque aún soy demasiado pequeña para entender nada, pero como me gusta tanto su voz, si Scott se sentara a leerme el diccionario, yo no me quejaría.
               Mis llantos se acallan un poco, miro a Scott, confundida y un poco sobrepasada por tantas emociones. Scott me sonríe y yo le imito como puedo. Y él me muerde una mejilla, y yo lanzo una exclamación, perdonándole en el acto, como si pudiera estar enfadada con él más de dos segundos seguidos.
               Mamá me deposita con cuidado en el sofá, Scott escala a mi lado y ella se marcha, con papá siguiéndola, diciéndole que se tranquilice, que todo está perfecto y que todo va a salir genial. Mamá se vuelve hacia él, le da un beso en los labios.
               -Lo sé, pero por si acaso… quiero echar un último vistazo.
               Papá le acaricia la cintura, asiente con la cabeza, bromea con que le presta más atención a su suegra que a él. Mamá pone los ojos en blanco, le ataca diciendo que si no tiene otra queja que plantearle aparte de las atenciones que le presta a Trisha. Papá medita, responde que no y le da un beso, zanjando la disputa.
               Scott se revuelve en el asiento, consigue coger el mando de la televisión y, después de lo que parece una eternidad, se oye el ruido de un coche. Mamá se asoma desde la puerta de la cocina, toma aire y deja que papá pase.
               El coche se acerca a la casa, y yo lo miro con desconfianza. Nunca he visto un coche dirigirse hacia nuestra casa estando los cuatro en ella; normalmente, faltaban papá o mamá. Y de él salían milagrosamente ellos. ¿Qué saldrá ahora? ¿Saldrá una versión de mamá que yo no conozco? ¿O papá?
               Mamá hace amago de recogerme de brazos de Scott, pero él se defiende aferrándome con fuerza. Ella suspira y se acerca a la puerta, que papá tiene abierta y por la que se cuelan ruidos de la calle. Son como música aguda. Pájaros, creo que son pájaros.
               El ronroneo del motor se detiene. Yo no quito ojo de la puerta, esperando con impaciencia a ver con qué me sorprende el mundo esta vez. Mamá le da un beso en la cabeza a Scott.
               -Vete a ver a tus abuelos-le dice. Scott me deja en el sofá con cuidado y salta de éste. Antes de que yo pueda darme cuenta, está corriendo en dirección a la puerta también. Me entristece que me deje atrás con tanta facilidad, pero no lloro: mamá está conmigo y seguro que él volverá pronto.
               -¡Mamá!-oigo que dice papá fuera-. ¡Papá!
               Me pregunto por qué se llama a sí mismo y por qué sale de casa para hablar con mamá. Hay más voces que le contestan.
               -¡Cariño!-celebra una mujer, plantándole un sonoro beso en la mejilla. Se la acaricia y le sonríe. Deja que papá pase a brazos del hombre que ha llegado, un hombre que, descubriré pronto, se parece sospechosamente a él. Tienen el mismo pelo, la misma barba, y la misma mirada. Puede que papá no tenga unos mofletes tan hinchados como el hombre, pero por lo demás, parecen… no sé, hermanos. Todavía no he conocido a las suficientes familias como para saber qué más relaciones puede haber entre dos personas, al margen de hermano-hermana, como Tommy y Eleanor, tío Abdel y mamá, Scott y yo.
               En ningún momento se me ocurre pensar que la relación que tengo con mamá y papá es diferente.
               -¡Vaya, ¿éste es Scott?!-festeja el hombre, y oigo a mi hermano gritar, ilusionado:
               -¡Sí!
               -¡Cuánto has crecido, ya estás hecho todo un hombre!
               Mamá toma aire, me acaricia la mejilla y va hacia la puerta. Yo me revuelvo. Me han dejado con la tele encendida y un montón de gente que hay metida dentro no para de hacer ruido, y me ponen nerviosa. ¿Y si me secuestran y se me llevan y me meten en la tele y ya no puedo salir? Ahora ya no hay nadie protegiéndome.
               Mamá se queda en la puerta, sin avanzar más. Noto cómo se tensa y deseo con todas mis fuerzas ser capaz de caminar, poder acercarme a ella y abrazarla. Reconfortarla como ella me ha reconfortado a mí.
               Una melena de un color que yo no he visto en mi vida se materializa frente a mamá. Y yo me quedo anonadada contemplándola. No he visto nada igual, no sé con qué compararla. La observo mientras mamá se inclina y deposita un beso en cada mejilla de la mujer del pelo caoba.
               -Sherezade-saluda.
               -Hola, Trisha. ¿Habéis tenido buen viaje?
               -Un poco de tráfico a la entrada, aunque agradezco que viváis a las afueras. Así nos evitamos lo más gordo-responde la mujer en un tono que no parece del todo amigable. A mí no me gustaría que me hablara así. Mamá asiente con la cabeza y no dice nada, sonríe un poco más cuando el hombre que se parece a papá entra para saludarla.
               Scott se cuela entre sus piernas, con el móvil de papá en las manos, y llega hasta mí.
               -Oye, Siri-dice, y espera-. Reproduce Circle of life.
               -Este chaval-protesta papá, suspirando y poniendo los ojos en blanco, mientras del pequeño aparato misterioso surge una voz que me asusta. Miro a Scott, sintiéndome traicionada en lo más profundo de mi ser, pero como la voz y la música me gustan, me quedo callada y no hago nada aparte de escuchar.
               -Ha salido a ti, eso hay que admitirlo-sonríe mamá, mirando de reojo a la mujer, cuyos ojos están fijos en mi hermano… hasta que, de repente, se percata de mi presencia.
               -Zayn-susurra. El hombre también me mira. Sus ojos se abren muchísimo. Scott sonríe y me acuna, me acaricia la oreja mientras yo me muerdo un pie. Tengo la sensación de que debo gustarle a esta gente, así que me propongo ser monísima mientras me chupo el pie a conciencia- ¿Quién…?
               -Es mi hija, mamá-explica papá-. Se llama Sabrae.
               Esa palabra desencadena una reacción en mí. Estoy empezando a relacionar (muy lentamente, sin pausa y sin prisa) esa palabra conmigo. Mi nombre. Me agito, emocionada por la atención que se me está prestando. Sacudo las manos en el aire, los puños cerrados, los pies bailando sin yo pretenderlo.
               -Pero…-el hombre se vuelve hacia mamá-…, pero si no tienes… tripa…
               -¿Por eso no vinisteis en Navidad?-acusó la mujer, mirando a mamá y a papá alternativamente-. ¿Para ocultarnos el embarazo de Sherezade? ¿Cuántos años tenéis? ¿Tres?
               Papá mira a mamá, que ha fruncido el ceño y está abriendo la boca para contestar.
               -Yo tengo tres años, abuela.
               -Y no fuimos en Navidad no por hacer la coña de: “¡sorpresa, tenéis otro nieto!”-espeta mamá-, sin porque yo tuve un aborto una semana antes, y no tenía el cuerpo para fiestas familiares en las que tendría que fingir que no tenía ganas de morirme.
               Abuela/mamá (aún no sé cómo llamar a la mujer) y el hombre se miran.
               -¿Es… en serio?
               -Sabrae es adoptada-informa mamá en tono frío, y se vuelve hacia la mujer-. Para tu satisfacción, Trisha, no se parece a mí, pero tampoco se parece a tu hijo.
               -¿Por qué no nos lo dijisteis?-preguntó el hombre. Papá se pasó una mano por el pelo.
               -No nos apetecía hablar de ello. Casi acaba con nosotros-me mira, indeciso por primera vez desde que lo conozco.
               -Y sabe Dios si me lo perdonaríais-añade mamá, con rabia contenida. Aprieta los puños-. Haber tenido a Scott, y ahora no darle más hijos a Zayn.
               La mujer pelirroja no dice nada. El hombre parecido a papá niega despacio con la cabeza, le pone una mano en el hombro a su hijo. Después de un momento mirándose alternativamente, por fin, rompen el silencio tenso en el que Scott y yo no estamos sumidos, gracias a la música. Él ha pasado a prestarme toda su atención, parece tener un don innato que le indica cuándo ha de escuchar y cuándo ha de cerrar los oídos.
               Los recién llegados se acercan a examinarme, y Scott para la música.
               -Sabrae-dice, llamando mi atención posando sus ojos en los míos-. Son nuestros abuelos-informa, y yo no sé lo que es un abuelo, pero Scott lo dice con tanta convicción que a mí me parece más que suficiente su explicación-. La abuela Trisha y el abuelo Yasser-anuncia, y todo empieza a encajar en mi cabeza. Son de ese tipo de gente que tiene un título antes del nombre, como el tío Abdel.
               Tardaré varios meses en comprender que esa gente tiene un título sólo en relación a mí, y que, al igual que Scott, papá y mamá son simplemente Scott, papá y mamá para mí, hay otras personas que consideran a la abuela Trisha sólo “Trisha” o al tío Abdel sólo “Abdel”.
               -¿Puedo cogerla?-pide la abuela Trisha, mirando a mamá.
               -Por supuesto-consiente mi madre. La abuela extiende los brazos, me pasa las manos con cuidado por debajo de los hombros, y me levanta con delicadeza. Por la forma en que me coge y la seguridad que destilan sus gestos, sé que yo no soy el primer bebé que coge, ni mucho menos. Me recoge bastante mejor de lo que lo hacen papá y mamá, ya no digamos Scott: con mucha más confianza y seguridad, pero con el mismo cariño, quizás un poco menos, porque no nos conocemos y creo que nota la reticencia que mana de mí hacia ella. No me han gustado los efectos que su llegada ha tenido en mamá.
               Me coloca contra su pecho, me acaricia la espalda intentando calmarme, y yo empiezo a fiarme de ella, especialmente cuando abro un ojo y miro en dirección a mamá y mamá sonríe, y papá le rodea la cintura y le da un beso en la sien. Se fían de esta mujer, así que yo también.
               El abuelo Yasser se acerca, me acaricia la mejilla con el dorso de un dedo.
               -Hola, pequeñita-me saluda en tono amable. Yo exhalo un sonido a modo de reconocimiento. La abuela Trisha sonríe, me separa un poco de ella, sosteniéndome la cabeza para contemplarme bien, estudiar mis facciones. Quizá está buscando una coincidencia genética que me haga ver parecida en algún punto de mi cuerpo a papá. O incluso a mamá le valdría.
               Pero no. Por desgracia, las coincidencias genéticas son tan poco frecuentes como los osos panda marrones o los gorilas blancos.
               -Es hermosa-susurra la abuela Trisha, contemplándome. Me da un beso en la frente y yo sonrío. Mamá parece contenta; papá está feliz. Irradia felicidad como el cuerpo de Scott irradia calor cuando se acurruca contra mí cada noche.
               -Y parece muy tranquila-añade el abuelo Yasser.
               -Es un cielo de niña-asiente mamá, llevándose una mano a la boca y mordisqueándose el pulgar.
               -Estoy segura de que crecerá para convertirse en toda una señorita fuerte, ¿verdad, ricura?-inquiere la abuela, frotándome la nariz, y yo me río-. ¿A que mamá y papá te educarán para que seas toda una mujercita independiente?
               -Y deslumbrante-añade Scott, y todos se echan a reír. Un poco de la tensión del ambiente se relaja. Van al comedor, mi lugar favorito en la casa después de la habitación de Scott. Me dejan en un capazo desde el cual puedo observar las nubes mientras ellos comen. Éstas corretean por el cielo a toda velocidad, jugando a juegos que imitan de Scott y Tommy pero que yo nunca entiendo. ¿Por qué corren uno detrás del otro y, cuando se tocan, el que persigue se convierte en perseguido?
               Cosas de chicos, supongo. Eleanor levanta y tira cosas, algo que me llama la atención, porque, ¿para qué esforzarse en construir algo que luego vas a arrojar? Pero yo no soy nadie para criticar; lo más interesante que hago es hacer caca.
               Bueno, y chuparme los pies, algo que les hace muchísima gracia a papá y mamá.
               Los abuelos juegan conmigo, me sostienen, se turnan para acunarme e incluso me dan el biberón. Cuando sale el tema de las pastillas que mamá está tomando para poder darme el pecho, la abuela parece realmente interesada, le hace un montón de preguntas al respecto, buscando saber todo lo posible acerca de algo tan novedoso como fascinante, mientras Scott me arrulla y me acaricia la tripa, y papá y el abuelo están en el jardín, contemplándonos desde detrás de un cristal que arranca brillos en sus caras, y que tapa sus voces e impide que las nubes más oscuras y efímeras que salen de sus bocas lleguen hasta nosotros. Se llevan unas cosas pequeñas a la boca que yo no he visto hasta la fecha, y que refulgen cuando las tocan con los labios. Se ríen, se tocan los hombros, asienten con la cabeza mientras hablan. Varias veces nos miran a mí y a Scott, pero sólo yo puedo verlos; a Scott le tienen encandilado las figuras de la televisión. Son diferentes a todo lo que he visto moverse hasta ahora: de colores chillones y formas imposibles, con cuerpos extraños que no terminan de disgustarme.
               El color del mundo cambia, y con él, el de mi estado de ánimo. Paso de morirme de curiosidad, intentando encajar quiénes son esas personas que nos visitan, a necesitar desesperadamente echarme una siesta en mi camita. Pero está demasiado lejos, así que gimoteo hasta que Scott me coge en brazos y me acurruca contra su pecho, y así me puedo dormir.
               Llega un momento en que me despiertan, me acercan el biberón a la boca y yo devoro su contenido agradecida.
               -¿Ves, amor? No ha ido tan mal-sonríe papá. Mamá asiente con la cabeza, sonriendo con timidez mientras me termino mi cena. Me da unos toquecitos en la espalda hasta que todo mi cuerpo se estremece y me saca una bestia ruidosa de dentro, y me acuestan en la cama de Scott, con él al lado.
               Al día siguiente, conoceré al resto de mi familia, a mis otros dos abuelos.
               Y también conoceré la muerte y la enfermedad.
               La visita es mucho más relajada, aunque muchísima más gente viene a vernos. Cuando llaman a la puerta, mamá es la que va a abrir, mientras papá se queda acunándome para que me tranquilice. No sé si me gusta que no paren de presentarme a gente, es un poco agobiante cómo te mira todo el mundo y te dice cosas que tú no entiendes y te toquetea, y se empeña en cogerte en brazos y te aleja de los que ya conoces y a quienes ya quieres. Mis padres me notan algo ceñuda y reticente a los nuevos contactos, pero es tarde para rectificar. Y tampoco quieren hacerles un feo a los abuelos que mamá trae a casa.
               Estos abuelos me gustan más, porque sonríen más a mi madre y ella también está más cómoda con ellos. Lo noto en cómo se parece más a sí misma y menos a la muñeca que fue ayer, demasiado bonita como para ser de verdad. Sus ojos no son más grandes, su boca no es de un color diferente a como suele ser, y trae el pelo completamente suelto, lo que me permite enredar las manos en él todo lo que yo quiera.
               Y su piel brilla. Como sus ojos. Está feliz, todo su cuerpo destila relajación. Se pone un poco triste cuando habla de lo que le pasó en Navidad (me pregunto de nuevo qué es la Navidad), pero enseguida se recompone. Sus ojos se encienden y llora un poco, pero enseguida todo el mundo la tranquiliza.
               Lleno sin querer el mundo de carcajadas cada vez que dos figuras se me acercan. La primera vez que se inclinaron para mirarme, abrí tanto los ojos que casi se me salen de las órbitas. Lo único que acertaba a pensar mi joven cerebro era: “¡son iguales!”. Son mis otros tíos (sólo tengo tíos hombres, y sólo tengo un hermano, empiezo a pensar que eso tiene algún tipo de relación), porque son hermanos del tío Abdel y hermanos también de mi madre, aunque es la segunda condición lo que los convierte en mi familia. Ihsan me coge en brazos mientras Khaliq hace muecas para que me ría, y yo lo hago, mientras Scott mira a uno a otro sin ningún tipo de confusión en la mirada. Puede que para él, no sean tan iguales.
               Me encantaría ser así de igual a Scott.
               Mi hermano se queda contemplando pacientemente mientras mis tíos juegan conmigo, me pasan de un lado a otro a la vez que papá y mamá hablan con el abuelo Nasser y la abuela Rebekah, de pelo también rojo, pero de un color diferente que ya he visto en la ropa de mamá. Una parte de mí sospechará que no es natural, y a todo mi ser no podría importarle menos.
               Cuando por fin mis tíos me dejan de nuevo en brazos de mi hermano, Scott me achucha contra él y me cubre de besos, compensando por el tiempo que hemos tenido que estar separados.
               Vuelven al comedor, vuelvo a tumbarme al sol y contemplar las nubes. Las nubes lloran, riegan el prado como he visto a mamá verter agua sobre las plantas mientras me decía cosas que yo no entendía, como que había que darles de beber porque si no, se morirían.
               -Tú eres como una plantita-me ha llegado a decir-, sólo que tú, lo que necesitas, es leche. Pero… veamos si te sirve el agua.
               Me había echado agua por encima, con esa cosa que hace que un pequeño lago o se convierta en varios chorritos, y se había echado a reír mientras yo chillaba de felicidad, experimentando por primera vez qué es que te llueva encima, o que te rieguen como si fueras una flor.
               -Abdel, chico, no puedo creerme que no pudieras guardarme el secreto-se burla mamá, poniendo los ojos en blanco y metiéndose un trozo de carne marrón en la boca.
               -¡La pequeña es algo que tenemos que celebrar, Sher, no pretenderías que la mantuviera en la oscuridad cuando es así de preciosa!
               -¡Y deslumbrante!-aporta Scott, que ha decidid que “deslumbrante es su palabra favorita. Todos se ríen y yo me remuevo en mi lecho, celebrando ese sonido que tanto me gusta, y captando, naturalmente, la atención de todos los presentes. Terminan de comer y me arrullan y me besan y me acurrucan contra sus pechos, en un trajín de brazos que casi llega a marearme, hasta que papá dice que ya es suficiente de pasearme por ahí, que no soy un paquete. Así que me toma en brazos y ya no me suelta hasta que los nuevos se van: los abuelos y los tíos se despiden de mí con muchos besos, y de Scott con tantos o más (Scott es más grande que yo, tiene más cara, y por tanto más superficie para besar), y agita mi brazo en el aire mientras el coche en el que han venido, y del que no he desconfiado tanto como el de ayer, rueda hacia atrás y luego se marcha con un pitido, que a mí me sobresalta pero no me llega a asustar del todo. Estoy en brazos de papá, y algo dentro de mí me dice que en brazos de papá no puede pasarme nada.
               Así que es absurdo asustarse, ya no digamos ponerse a llorar.
               Papá me mira, orgulloso de cómo me mantengo estoica a pesar de las circunstancias.
               -Mi niñita valiente-comenta, besándome la frente y rascándome con su barba. Lo hace a propósito, pasándome la barbilla por la mejilla. Yo me echo a reír y extiendo la mano para acariciarle la barba. Y él me la muerde.
               Y todo está bien.
              

Apenas me doy cuenta de cuando Scott levanta la cabeza y me mira. Enciende la luz de su mesilla de noche y me contempla. Se queda callado, escuchándome.
               Me tapa de nuevo con la manta, a pesar de que yo estoy a un millón de grados y me muero de calor. Estoy tan cansada y me duele todo tanto que no puedo moverme para intentar destaparme.
               Creo que me estoy muriendo.
               Scott se desliza por la cama, ni siquiera se calza las zapatillas. Sabe que algo va mal, pero no quiere echar a correr todavía. ¿Y si sólo estoy soñando, teniendo mi primera pesadilla? ¿Y si no me pasa nada y va a despertar a mamá y papá y a preocuparlos por una tontería?
               Pero algo no encaja. Scott sabe que algo va mal. Que no debería estar haciendo el ruido que hago al respirar.
               No me funcionan los pulmones.
               Me estoy asfixiando.
               Scott se apresura por la habitación. Abre la puerta despacio y se mete en la de papá y mamá. Enciende la luz y camina hacia el lado de mamá. Los niños tenemos esa inclinación natural a ir hacia mamá primero. A buscar su protección.
               Los dos se han despertado. Papá, con los pasos de Scott. Mamá, con la luz. Scott se acerca a ella y le toca el brazo, se lo sacude a pesar de que ella ya ha levantado la cabeza para mirarlo.
               -Mamá-dice-, Sabrae está haciendo un ruido raro.
               Las alarmas en mis padres empiezan a prepararse. Se miran y se levantan como resortes. Mamá es la primera en llegar a la puerta, a pesar de que es la que más lejos la tiene.
               Puede que por eso Scott haya acudido a ella. Puede que las madres tengan una especie de velocidad cósmica que les hace correr como nadie cuando sus hijos estamos en peligro.
               Y esas alarmas empiezan a sonar con estruendo dentro de sus cabezas cuando llegan a mi habitación y escuchan mis estertores. Mamá corre a cogerme, me pega a ella y lanza un gemido ahogado al notarme ardiendo. Se vuelve hacia papá, suplicante.
               -Tenemos que llevarla al hospital, Zayn-gime. No, por favor, no me muevas tanto, no me zarandees, me duele todo.
               Scott llega entonces a la puerta, abre los ojos.
               -¿Qué le pasa, papá?-pregunta. Papá se inclina hacia él mientras mamá me acaricia la cabeza, me dice que todo va a salir bien, que no me preocupe. Me cubre de besos mientras me desabotona el body en el que me mete para dormir. Eso me alivia un poco, muy poco. Me sigue costando respirar, y cada bocanada de aire que consigo tomar arde como un incendio que yo nunca he visto, pero que sé exactamente cómo hace sentir al bosque.
               Soy una flor. Y las flores ardemos.
               -No te preocupes, S. Sabrae está un poquito pachucha, y tenemos que llevarla al médico para que le dé una pastilla y se ponga bien. Ven-informa papá, y coge a mi hermano en brazos-. Vamos a arreglar esto.
               -Zayn-gime mamá.
               -Estoy pensando, Sher-replica él, guiándonos escaleras abajo, en dirección al coche. Mamá me deposita en el asiento del copiloto mientras papá se mete dentro y va arrancando. Abrocha el cinturón a Scott, vuelve conmigo, me abraza.
               -Mamá-dice Scott, alarmado, cuando el coche arranca-. El cinturón.
               Me deja en sus rodillas un segundo, lo necesario para liberarse, pero ese segundo es una eternidad para mí. El coche frena y yo me deslizo hacia delante. Por suerte, me agarra antes de que el daño sea mayor. Yo gimo, incapaz de echarme a llorar, de hacer saber a mi familia que no me gusta lo que está pasando y que confío, necesito, quiero que hagan que pare.
               -¿Qué hacemos con Scott?-inquiere mamá. Papá la mira un segundo, da un frenazo, da un volantazo que hace que casi me caiga otra vez-. ¡Zayn!-le recrimina, pero él no le hace caso. Se saca el móvil del bolsillo y marca de memoria un número.
               -Contesta, contesta-gruñe por lo bajo, mordiéndose el labio. Deja el teléfono a un lado y, después de una angustiosa espera en la que se me escapa la vida entre jadeos, una voz somnolienta contesta despacio.
               -¿Zayn?-pregunta, y algo me dice que conozco a la persona a la que pertenece la voz, o a la que está imitando la voz-. Es la una y media, ¿qué…?
               -La nena está enferma-suelta papá. Scott me mira con gesto preocupado, pensando que Eleanor nunca ha hecho ese ruido, que nunca ha escuchado a nadie hacer ese ruido y que algo debe de ir muy mal, si mamá no se ha abrochado el cinturón y papá se pone a dar volantazos mientras conduce-. ¿Puedes quedarte a Scott?
               -¿Qué?
               -Scott, Louis-repite papá, apretando los dientes-. ¿Puede dormir ahí hoy?
               -Sí… sí, claro, claro…-balbucea Louis.
               -Genial, estoy a un giro de tu calle. Baja a por él-le pide, y cuelga. Papá detiene el coche con un nuevo frenazo, nadie dice nada. Mira a mamá, que se aferra a mí como yo me aferraría a ella, si tuviera fuerzas para moverme. Estoy demasiado cansada, todo me duele en exceso, siquiera parpadear es un suplicio, pero no puedo cerrar los ojos. Algo dentro de mí me dice que no debo cerrar los ojos.
               Necesito mirar a mamá. Que ella me dé fuerza. Así que clavo los ojos en ella y trato por todos los medios de hacer que lo único que vea sea su cara, que me sonríe a través de unas lágrimas a punto de derramarse, me besa con una mueca, me dice que me voy a poner bien.
               Creo que es ahí cuando me doy cuenta. Viendo el miedo en ella, viendo que ella sabe lo que me está sucediendo.
               No me voy a poner bien.
               Me dormiré y no volveré a despertarme.
               Lo sé con la misma certeza con la que supe que Alec, que ahora está en un rincón de mi cerebro demasiado oscuro y alejado como para que yo pueda pensar en él en este mar de llamas, sería importante para mí algún día.
               Sin embargo, la tranquilidad que me invadió al descubrir la importancia que él tendría en mi vida no aparece cuando me doy cuenta de que ésta es mi última noche, de que estos son los últimos momentos con mi familia. Al contrario, me pone nerviosa. Mis pulmones se contraen y se dilatan, buscando un aire que no termina de entrar. No quiero morir, no quiero dejar de ver a mamá.
               Papá desabrocha el cinturón a Scott, lo coge en brazos.
               -Espera-suplica mi hermano-. ¡Espera!-chilla en medio de la noche-. ¡Quiero darle un beso, papá, no quiero que se disguste porque no le he dado un beso! ¡No quiero que tenga que esperar hasta mañana!
               -No tenemos tiempo, S-responde papá, luchando con él.
               -Zayn-mamá le mira-. Deja que le dé un beso-pide. Papá la mira, aprieta la mandíbula. No, parece que está respondiendo. Pero acerca a Scott a la puerta, que mamá abre, y lo inclina hacia mí. Scott me coge la cabeza y me cubre de besos.
               -Hasta mañana, Sabrae-me dice, me promete, casi me amenaza-. Hasta mañana, pequeñita. Te quiero mucho, chiquitina. Hasta mañana, hermanita.
               Scott y yo nos separamos, y yo hago lo que puedo intentando estirar el brazo en su dirección. Le cojo un dedo y no se lo suelto en un segundo en el que parece que yo voy a ganar.
               No lo hago. Scott me da un besito en la manita que se cae al suelo, demasiado pesada para que yo siga sosteniéndola. Papá trota hasta la puerta de la casa, cuyas luces se encienden en ese momento. Le entrega a mi hermano a una figura oscura, que contrasta con la luz. Es Louis. Le oigo hablar, preguntar qué sucede mientras papá vuelve con nosotras al coche.
               -Cuida de mi hijo, Louis-es todo lo que le dice. Louis asiente, le pregunta algo a Scott, que se agarra a él con fuerza, como mamá a mí, y se mete en la casa mientras el coche arranca y sale disparado hacia delante con una sacudida.
               Mamá llora a mares. Sus lágrimas caen sobre mí, aliviando un poco el infierno en que se ha convertido mi piel.
               Pero me está rompiendo el corazón. Me desgarra el alma verla así, por mi culpa. No sé qué me pasa, mamá, te prometo que no puedo hacer que pare, no sé cómo hacer que esto se detenga. No sé cómo apagar el incendio.
               Por favor, mamá, no te enfades conmigo.
               Por favor, mamá, deja de llorar por mí.
               -Todo saldrá bien, Sher-le promete papá, girando una esquina y tomándole una mano a mamá.
               -No se merece esto-gime, mirándome a los ojos-. Ella no se lo merece, Scott no se lo merece, y tú tampoco te lo mereces. Si Él quiere castigarme, no sé por qué no me hace daño sólo a mí.
               -Nadie te está castigando.
               -No puedo ver cómo muere, Zayn-gime-. No voy a soportarlo, yo… la conozco, no es como la otra vez. He visto sus ojos. No quiero que dejen de ver-solloza.
               -Se pondrá bien, te lo juro por Dios-responde papá-. Llegaremos al hospital y verán qué le pasa y la curarán y todo volverá a ser perfecto, como antes.
               -Sáltate los semáforos-suplica mamá al ver que el coche se frena un poco cuando se acerca a una luz que cambia de color.
               -¿Y si pasa algo?
               -Soy abogada, Zayn, puedo evitar que vayas a la cárcel. Sáltate los semáforos.
               -¿Y si nos pasa algo a nosotros?-exige papá. Mamá se queda callada un instante, mirándome.
               -Ten cuidado-es lo único que pide. Papá asiente con la cabeza, se muerde el labio.
               -Oh, que le jodan a esta maldita ciudad-gruñe, y pisa el acelerador. Saltamos hacia delante en una carrera enloquecida, casi tanto como mi lucha desesperada por conseguir oxígeno.
               Después de una eternidad dolorosa en la que mamá hace lo posible por que el bamboleo del mundo no me haga más daño del que puedo soportar, el coche se detiene, y saltamos del coche. Mamá se aferra a mí y corre delante de papá en dirección a unos pasillos blancos. Un chico de pelo marrón, piel clara y aspecto cansado sale a su encuentro. En circunstancias normales, me fijaría en lo raro que es que vaya vestido todo del mismo color verde. Nunca he visto a nadie vestir de un solo color, salvo a esas cosas que salen en la tele y que son blancas, marrones o naranjas con rayas negras.
               Este chico es la primera persona, no animal, que veo con un uniforme monocromático.
               Pero estoy demasiado cansada de luchar por mi vida como para fijarme en él.
               -Señorita-llama a mamá-, ¿cuál es su…?
               -Escúchela-dice, sosteniéndome cerca de él, acunándome mientras yo abro un ojo, cansada, y le miro. Sus ojos marrones me devuelven la mirada. El chico se inclina hacia mí, expectante. Acerca su oído a mi nariz…
               -Jesús-dice, y echa a caminar apresuradamente-. Necesita oxígeno. Ahora mismo aviso a la doctora de guardia-se acerca algo a la boca, musita unas palabras que yo no entiendo, que mamá tampoco entiende, y casi es mejor así-. ¿Sabe si es asmática?
               -No.
               -De acuerdo-dice, y empieza a trotar. Mamá y papá le siguen. Llegamos a una sala de dolorosos colores blancos. Mamá, que ve cómo me retuerzo ante la abundancia de luz, me tapa los ojos para que no me haga daño-. Frances, una recién nacida. No puede respirar.
               Una doctora de pelo amarillo y gris se acerca a nosotros. Un abrigo fino blanco cubre sus hombros. Se inclina hacia mí, me escucha respirar, toma aire y me toca la frente.
               -Está ardiendo-observa. Se saca una cosa de un bolsillo y me la mete en la boca así, sin más. Yo la escupo y lanzo un gemido de advertencia. No quiero que vuelva a meterme eso en la boca.
               La mujer lo intenta y yo me revuelvo. Así que me coge de un brazo, y me lo pone debajo sin miramientos. Lo aguanta así un par de segundos.
               La cosa pita. La doctora me lo saca de debajo del brazo y mira la pequeña pantalla que tiene incorporada.
               -Búscame-palabra rara-, tenemos que bajarle esta fiebre ya. Tiene 41, me sorprende que esté despierta-dice. Me coge de los brazos de mamá, que me deja ir.
               Y yo no lo soporto.
               Eso sí que no.
               No quiero que me separen de mamá.
               Cojo el poco aire que puedo y me echo a llorar enfurecida. No quiero que me alejen de mamá, tengo que estar con ella, ¡suéltame, mujer, no te conozco, cómo te atreves a separarnos!
               -Tranquila, tranquila, pequeña-me dice, caminando con mi cara pegada a su hombro, dándome palmaditas en la espalda-. Vamos a curarte, pero necesitamos que te portes bien, ¿de acuerdo?
               No, ¡para nada de acuerdo! Me agito y me revuelvo y le chillo en el oído y sigo llorando y asfixiándome y mirando a mamá suplicante. Estiro una mano hacia ella, que instintivamente corre hacia mí y me deja cogerle un dedo, y parece que eso me calma hasta que me doy cuenta de que no va a hacer nada más por mí, no va a intentar a acercarse, y mis bramidos suben y suben de volumen hasta que, de repente, el mundo en torno a mí empieza a oscurecerse.
               Mamá, papá, les miro, les suplico, que no me dejen, no…
               Me meten en una habitación y les piden que esperen tras una puerta. Mamá grita que no pueden hacernos esto.
               Mamá, no dejes que nos separen.
               Papá también grita, soy su hija, no pueden impedirles que vengan conmigo.
               Mamá escucha, llora, asiente con la cabeza, me mira con resignación.
               No.
               Mamá.
               Mamá.
               MAMÁ.
               La puerta se cierra y el infierno que siento dentro de mi cuerpo se traslada al exterior. Lloro y pataleo, intento volver con ellos a pesar de que sé que no voy a poder. Me dejan encima de una superficie fría pero acolchada, me ponen una luz encima de la cara y me abren los ojos.
               Me pinchan. Me zarandean. Me meten cosas en la boca. A veces, me obligan a tragármelas. A veces, me las sacan ellos. Me vuelven a pinchar. En la mano, en los pies. Me sacan algo rojo de dentro, y yo me pregunto si será eso lo que me está haciendo daño, pero no tiene sentido, porque ya me lo han sacado antes. Es sangre. No me dolía nada cuando me la sacaron, al margen del sitio por el que esas cosas infernales, las jeringuillas con sus agujas, me mordían la piel.
               Me quitan el body y me ponen una cosa helada en el pecho.
               Los monstruos que me están haciendo esto asienten con la cabeza, hablan entre ellos, palabras muy largas que yo no entiendo. Abren un armario, unos se van, otros vuelven, por fin encuentran lo que buscan. Me clavan una jeringuilla una última vez, me dicen que soy buena y valiente y fuerte y que pronto podré ver a papá y mamá, pero yo ya no quiero verlos, me da igual no volver a verlos, yo lo que quiero es que esto se acabe.
               Cuando parece que todo ha terminado, cuando el fuego de mi interior empieza a amainar, ponen en marcha la tortura suprema. Sacan un cilindro de una pared y lo acercan a mí. Lo colocan al lado de la cama en la que estoy, conectan un tubo tan fino como mis deditos, puede que más, y lo llevan a una cosa que no sé cómo describir. Es como un cuenco, pero raro.
               Me acercan el cuenco a la cara, yo me revuelvo, intento defenderme, pero tengo apenas unas semanas de vida y no puedo presentar batalla contra seres así de grandes. Después de un forcejeo que no es tal a sus ojos, me colocan el cuenco contra la nariz. Me pasan algo elástico por detrás de la cabeza, y yo lucho por quitármelo mientras hacen que algo frío y a la vez ardiente se extienda por mi cara.
               Lanzo un bramido, lloro como no he llorado en mi vida, ni siquiera cuando papá me dejó sola por primera vez, ahora mis pulmones a pleno funcionamiento y mi traición y soledad y desgarro hechos sonido. Los médicos se miran entre ellos, miran una pantalla, la que tiene mis constantes vitales, asienten con la cabeza y se van marchando poco a poco, felicitándose por la sesión de sadismo.
               La mujer de pelo amarillo y a la vez gris se acerca a la puerta, la abre, y, para mi gran alivio, mamá y papá la atraviesan y se acercan a mí. Me miran, consolados, sonríen y se besan, dan las gracias a la doctora por lo que han hecho.
               -Soy la doctora Frances Wachowsky-se presenta la mujer que se ha dedicado a torturarme-. Lamento que tengamos que conocernos en estas circunstancias.
               -Sí-asiente mi padre, estrechándole la mano.
               -Sherezade-dice mamá-. Él es mi marido, Zayn.
               Papá sonríe un poco ante la mención de su nombre siguiendo a esa palabra, “marido”.
               -Hemos tenido mucha suerte, no les voy a mentir-dice la doctora, mirándome llorar a todo lo que dan mis pulmones-. Si hubieran tardado un par de minutos más en venir, puede que hubiéramos tenido que sacarla de una parada. Por suerte, no hay nada que tengamos que lamentar.
               -¿Puedo cogerla?-interrumpe mamá-. No soporto…
               -Por supuesto, por supuesto-asiente la doctora-. Pero tenga cuidado de no quitarle el oxígeno. Está muy débil y lo necesitará durante los próximos…-consulta su reloj-. 45 minutos, 50 como mucho. Hemos tenido que hacerle muchas pruebas hasta dar con lo que le ocurría.
               -Hola, preciosa. Hola, mi amor-dice mamá, recogiéndome de la cama. ¡Mamá!
               Mi cerebro explota en una espiral de endorfinas cuando mamá me toca. La cosa que me están metiendo en el cuerpo sigue ardiendo y doliendo, pero puedo sobrellevarlo ahora que estoy en brazos de mamá. Gimo, para que sepa que me duele, pero me abrazo a ella como buenamente puedo. Mamá me acaricia la espalda, me besa la cabeza, susurra que lo peor ha pasado y que está orgullosa de mí.
               -¿Saben qué le ha pasado, doctora?-pregunta papá, acercándose a nosotros y acariciándome también la espalda.
               -Bueno, al principio fue complicado. Nos pareció que sería una gripe que la pequeña hubiera cogido muy rápido. Coincidía con muchos síntomas, y para un bebé de esta edad es muy peligroso, porque los resfriados primaverales enseguida empiezan a desarrollarse y pueden escalar muy rápido. Pero no coincidía con el ruido que la pequeña hacía al respirar, así que le sacamos sangre y… ¿ha estado en contacto con algún gato últimamente? ¿En las últimas 48 horas?
               Mamá y papá niegan con la cabeza.
               -No tenemos mascotas.
               -Es extraño-responde la doctora-. Creemos que tenía un virus transmitido por los gatos. En los adultos apenas tiene efectos, y el sistema inmunológico suele eliminarlo a las 12 horas de entrada en el organismo. En cambio, una niña de tan corta edad, no puede combatirlo, y el virus campa a sus anchas. Suele alojarse en los pulmones y puede provocar insuficiencias respiratorias. La muerte, incluso, si no se reacciona a tiempo-dice en tono neutro-. ¿Seguro que no…?
               Sacuden de nuevo la cabeza.
               -Es extraño. Todos los síntomas encajaban… en fin, podría tratarse de otra cosa que se nos haya pasado por alto. El caso es que, después de administrarle la medicación, no ha aparecido ningún tipo de rastro de bacterias en su torrente sanguíneo.
               -¿No tiene más teorías?
               -Reaccionó tan bien a la medicación que nos convencimos de que se debía a eso.
               -Sher-corta papá-, ¿tu madre no tiene un gato?
               Mamá se lo queda mirando.
               -Pues… sí, creo que sigue vivo, ¿por…?-parpadea-. Espera, ¿crees que se lo han podido contagiar?
               -Si no ha estado en contacto directo con el animal, no tiene por qué haber recibido el virus-responde la doctora-. Lo que me extraña es que, si no se trataba de esa anomalía, haya reaccionado tan bien a la medicación. Una niña de su edad suele tener las defensas preparadas para defenderse de este tipo de… invasiones. ¿Le da usted el pecho, señora Malik?
               -Yo…-mamá se sonroja-. Verá. Es que… Sabrae es adoptada.
               La doctora parpadea, se sienta en una silla, se abraza la rodilla.
               -Comprendo.
               -Tenemos otro hijo, Scott, de 3 años. Intentamos tener otro, pero como yo no me quedaba embarazada…-mamá se relame-. Decidimos adoptarla.
               -Una buena decisión, si me lo permiten.
               -Gracias. La pediatra que la atendió nos dijo que tenía las defensas un poco bajas, y que podía ser tanto porque la madre no se hubiera alimentado bien durante el embarazo, o porque fuera un defecto genético, o… por la dieta.
               La doctora asintió.
               -Tal cual ha sido la reacción de la pequeña a la medicación, yo me inclinaría a pensar que es la dieta. Los bebés que nacen con deficiencias inmunológicas tardan algo más en reaccionar a lo que se les administra. Y la respuesta es mucho más violenta y descontrolada que la de la niña.
               Mamá se muerde el labio.
               -La pediatra nos habló de unas pastillas que hay ahora para producir leche. Las estoy tomando, pero todavía me falta una semana para que empiecen a hacer efecto. Aunque ya estoy notando los cambios.
               -Deduzco que le están dando leche en polvo.
               -Sí, mi marido fue a por ella a la farmacia el día que la trajimos.
               -Si le somos sinceros, doctora-interviene papá-, no teníamos en mente adoptar a una niña tan pequeña. Teníamos la intención de adoptar a una niña de la edad de nuestro hijo, pero cuando la vimos…
               -Sí, fue amor a primera vista. Sé lo que es eso-la doctora sonríe-. Uno de mis hijos también es adoptado-confiesa, y mis padres suspiran, aliviados-. ¿Qué marca le están dando?
               -Pues… pedí la más cara en la farmacia-admite papá-. No fui buscando nada en particular.
               -Es un nombre raro-dice mamá-. Premierlait, o algo así.
               La doctora asiente, pensativa.
               -¿Dijeron en la farmacia que el grupo sanguíneo de la niña era el 0 negativo?
               -No sabíamos cuál era su grupo sanguíneo.
               La doctora vuelve a asentir. Yo he dejado de llorar, lo cual mamá me recompensa con un besito en la frente y un arrumaco. Me encuentro bastante mejor.
               -Bien, no quiero que se alarmen, pero… deberían cambiar de marca.
               Mis padres se quedan helados.
               -¿Qué?
               -Todo influye en la leche que el bebé puede o no puede tomar. No me malinterpreten: la leche en polvo tiene grandes cualidades, es muy útil para las mujeres que no pueden dar el pecho, pero yo siempre recomiendo que, si hay posibilidad de amamantar a un bebé, se le amamante. No sólo por el vínculo que se establece con la madre, sino porque las propiedades de la leche materna no se pueden comparar a las de la industrial. Lo natural triunfa sobre lo artificial siempre. Además, en bebés delicados, como son los 0 negativo, suele ser muy aconsejable estudiar minuciosamente cada marca de leche. Digamos que cada una se “especializa” por así decirlo en las características de un bebé. Premierlait está especializada en AB positivo.
               -¿Y eso qué significa?
               -Bueno, teniendo en cuenta que su hija es el donante universal, Premierlait no es la más recomendable para ella. Especialmente porque ellos se distancian tanto como el receptor universal se puede distanciar de ella. No sé si me siguen.
               -Más o menos.
               -No estoy diciendo, ni de lejos, que la leche haya hecho que su hija enfermara-abre las manos, calmando el ambiente-. Faltaría más. Sólo digo que la hace más vulnerable a cualquier microorganismo que se introduzca en su cuerpo, porque ella no es el objetivo fundamental en el que piensa la marca.
               -Entiendo.
               -¿No les ha dicho nada la pediatra?
               -No habíamos tenido ningún problema con la leche hasta ahora. Sí que nos comentó que la de una mujer sería buena para ella, pero dijo que no pasaba nada por tomarla en polvo. De hecho, yo insistí en las pastillas para poder amamantarla-confiesa mamá-. Siento que estoy perdiendo mucho por no poder darle el pecho.
               -Fue una buena decisión. Y tampoco puedo culpar a mi colega, si no les ha explicado esto. Yo tampoco sospecharía de la leche si no me hubieran contado lo del gato, ni que la niña no es su hija biológica.
               -¿Qué nos recomienda, doctora?
               -¿A corto plazo? Como médico, que se busquen a una mujer que pueda darle el pecho hasta que su madre esté preparada para hacerlo-dice con rotundidad, una rotundidad que deja helada a mamá. Papá le acaricia los hombros y le besa la cabeza, sensible a su reacción-. Ahora, como mujer y como madre, entiendo que eso puede parecer un poco…
               -Sucio-dice mamá. La doctora la mira y asiente despacio.
               -Hay mucho tabú en estos temas, especialmente ahora. La razón me dice que lo que la chiquilla necesita es leche materna, de una mujer. Las deficiencias son innegables. Ahora, el corazón me dice que puede esperar un poco para que sólo la amamante su madre.
               Mamá me mira, mordiéndose el labio.
               -¿Quiere mi consejo?
               -Claro.
               -No se martirice por no querer compartirla. Sentir cómo tu hijo se alimenta de ti es algo muy especial. Para algunas, lo suficiente como para considerar una locura que otra mujer les dé el pecho. Pueden cambiar de marca. Un par de semanas más con una marca más acorde con lo que ella necesita podrían rellenar el vacío que ha dejado la primera leche. Y luego, usted terminaría el trabajo-la doctora sonríe. Mamá también lo hace.
               La doctora mira su reloj, y luego la pantalla con mis constantes vitales, ya más rítmicas y menos alocadas.
               -Y ahora…-se palmea los muslos-. Debo irme. Quién sabe si Henry me necesitará. Ustedes quédense aquí hasta que el oxígeno se acabe; entonces él vendrá, comprobará que todo esté en regla, y podrán marcharse. Espero que todo te vaya bien, pequeña-me dice, acariciándome un moflete. Yo la miro con desconfianza, y todos se ríen-. ¿Sherezade?
               -¿Sí?
               -Cualquier decisión que tome… será la adecuada.
               -Gracias-sonríe mamá, agradecida.
               Después del suplicio y de que el chico de verde venga a por nosotros, mamá me lleva al coche y no para de besarme mientras papá conduce, mucho más tranquilo. Ahora van en silencio.
               -¿Qué crees que deberíamos hacer?-pregunta mamá. Estamos en el barrio. Llevamos todo el trayecto callados, yo, dormitando, recuperando el sueño perdido del que no he podido disfrutar por mi enfermedad. Papá se encoge de hombros, la mira, le acaricia la mano.
               -Haremos lo que quieras. Lo que tú decidas estará bien.
               -Eres su padre, también puedes decidir.
               Papá detiene el coche delante de casa de Louis. Lo apaga y enciende la luz del techo. Un doloroso resplandor nos ilumina, hasta que mis pupilas se acostumbran. Papá y mamá se miran.
               -¿Quieres que te sea sincero? No me hace gracia volver a darle leche en polvo. No, sabiendo que esto ha pasado por su culpa.
               Mamá se muerde el labio.
               -Pero si, como ha dicho la médica, no quieres compartirla con otra mujer, yo lo entenderé, Sherezade. Además, como nos comentó, no va a pasar nada por darle otro tipo de leche un par de semanas más.
               Mamá me acaricia la cara.
               -Es que… por un lado me parece horrible imaginármela mamando de otra, pero por otro lado… me parece tan egoísta darle leche, sólo porque no quiero que otra mujer la tenga.
               -Sólo va a tener una madre, pase lo que pase, y esa madre eres tú.
               Mamá me mira, me sonríe, me arrulla y acerca un dedo peligrosamente a mi mano. Yo lo engancho con mi minúscula manita en sueños.
               -Sí-asiente ella-. Lo sé.
               Me observa un momento, pensativa. Por fin, levanta la vista.
               -Bueno, ¿a quién podemos pedírselo?-pregunta. Papá sonríe, se acerca y le da un beso en la mejilla.
               -Tenemos dos candidatas-anuncia-. Annie y Eri.
               -Annie tiene bastante con lo suyo. Y vive más lejos. Y no se pasa tanto tiempo con nuestro hijo.
               Papá le dedica una sonrisa torcida, una sonrisa que Scott perfeccionará, pero que será heredada de nuestro padre.
               -Vamos a pedírselo, entonces, a la segunda madre de nuestro hijo.
               Mamá sonríe, asiente con la cabeza, se baja del coche y camina detrás de papá en dirección a la puerta. La casa está en penumbra, sólo con una luz encendida, la del salón, una pequeña lámpara de pie en la que una figura se acurruca en el sofá, a la espera de noticias, o de unos nudillos golpeando la puerta con delicadeza.
               La puerta se abre y Eri nos mira con sus ojos castaños, visiblemente aliviada al ver que estoy con mis padres.
               -¿Ha ido todo bien?
               -Sí-susurra mamá, cohibida.
               -Ha sido un virus. Gracias por quedarte con Scott.
               -No ha sido nada. Pasad. ¿Queréis tomar algo, y me contáis, o preferís iros a casa? Louis está con los niños. Se puso a contarles un cuento para tranquilizarlos, y ahora están dormidos los tres. Me daba pena despertarlos-Eri sonríe.
               -¿Tienes una tila?-pregunta mamá, y Eri se ríe en silencio.
               -Claro, mujer, tú pide por esa boca.
               La española se acerca a la puerta de la cocina, tirando de la sudadera que lleva puesta para taparse los muslos.
               -Eri-la llama mamá, y nuestra anfitriona se da la vuelta, el pelo enmarcándole las mejillas y la mirada ojerosa, pero aliviada-. ¿Te queda leche?
               Eri parpadea.
               -Sí, claro… eh… ¿la tomas con leche? ¿Desnatada o semi?
               -No, me refiero-mamá me abraza-. A si te queda leche a ti.
               Eri me mira, mira a mamá, vuelve a mirarme, mira a papá. Suma dos y dos.
               Pero el resultado no le cuadra.
               -Estoy… quitándosela a Eleanor. Sí. ¿Por qué?
               -Necesito pedirte un favor. Y, por favor… por la amistad de nuestros maridos, por la de nuestros hijos, por la que tenemos nosotras. Por favor, di que sí.
               Eri espera, paciente, cautelosa.
               -¿Puedes amamantar a mi hija?
               A mamá se le escapa una lágrima. Eri se muerde el labio, mira a papá, me mira a mí, mira a mamá.
               -¿Mamá?-pregunta una pequeña sombra en la parte de arriba de las escaleras. Tommy se frota la cara-. He oído un coche.
               Scott aparece tras él. Me mira y lanza una exclamación, echa a correr escaleras abajo, seguido por el hijo de Eri, que se pone a saltar alrededor de mamá, imitando a Scott, tratando de cogerme.
               -¿Qué le pasaba?-pregunta Scott, que me ve somnolienta pero sana.
               -Tenía un catarro-responde mamá. Me deposita en brazos de mi hermano, que me despierta a base de besazos por toda la cara.
               Eri se acerca, nos mira.
               Ve a mi hermano, ve a su hijo, los ve a los dos sujetándome y achuchándome y abrazándome. Y sabe que yo soy también de su familia. Y que no debe haber tabús. No conmigo, porque soy hija de Sherezade, precisamente por ser hija de Sherezade.
               -Claro-responde-. Por supuesto. Puede que no tenga mucha, pero todo es ponerse-sonríe con timidez.
               -Gracias-solloza mamá-. Gracias, Eri. Gracias.
               -No pasa nada. No es nada, de verdad, Sher. ¿Me la dais, chicos?
               Scott la mira con desconfianza.
               -¿Qué vas a hacer?
               -Voy a darle de comer, S. La pobrecita tendrá hambre.
               Scott mira a papá y mamá, que asienten. Deja que Eri me recoja, me coloque sobre su regazo, muy atenta a sus movimientos.
               Se quita la sudadera. Se mira la camiseta que lleva puesta, de manga corta. Demasiado ceñida.
               Así que se la quita también, quedándose con el torso desnudo. Papá aparta la vista, pero Scott y Tommy no dejan de mirarla. Mamá se sienta al lado de los niños, con las rodillas rozando las de Eri.
               Eri me recoge despacio, con muchísima delicadeza. Me acerca a su pecho y acerca mi carita a un pezón, que se ha encogido y endurecido por el frío.
               La miro, confundida. Pero en lo más profundo de mi ser, sé lo que tengo que hacer. Abro la boca instintivamente y dejo que Eri me coloque su pecho en la boca.
               Y empiezo a mamar.
               Eri me acaricia despacio, sonríe, se muerde un poco el labio. Estoy haciéndole daño, pero no importa, no es nada que no pueda soportar o a lo que no esté acostumbrada.
               Su abrazo que me llena la boca de leche está delicioso. Su leche es deliciosa. Me descubro a mí misma bebiendo con ansia, echando de menos ese sabor que hace siglos que no pruebo. Todo mi cuerpo está agarrotado, pero es como si del pecho de Eri manara un torrente de energía que enciende cada rinconcito de mi alma. Eri me acaricia.
               -Despacio, pequeñita. Te va a sentar mal.
               Pero yo no creo que me vaya a sentar mal. Eri me deja beber y beber de ella, mientras mamá nos observa, con los ojos llenos de lágrimas. Ver cómo me amamantan es lo más bonito, y a la vez lo más duro, que va a ver en su vida. Acepta el pañuelo que papá le tiende con una sonrisa y un tímido, ahogado, gracias.
               -Esto es temporal, Sher-le recuerda mi padre, mientras yo bebo la vida de otra mujer, con los ojos de mi madre fijos en mí.
               -Lo sé-responde.
               Papá se acerca, le da un beso en los labios y le pone la mano en la cintura. Se sienta tras ella y se cogen las manos.
               Otra luz se enciende, Scott y Tommy apartan un momento la mirada del pecho desnudo de Eri y de la visión mágica que debo ser yo amamantándome, y la clavan en Louis. Eri también se gira, ve a su marido mirar, confundido, cómo su mujer amamanta a una niña que no es su hija.
               Eri le ofrece una sonrisa cansada, tímida.
               -Mi amor-le pide-, ¿me acercas un cojín? Me duele un poco la espalda.
               Louis asiente con la cabeza, sin decir nada. Coge lo que le ha pedido y se lo coloca en los lumbares. Eri se revuelve, buscando una postura más cómoda. Se sienta a su lado y le besa el hombro desnudo, le acaricia la cintura, le pasa un brazo por el torso, para darle calor, sin cubrir su desnudez.
               Mira a papá, y papá le mira a él. Pero sé que ninguno de los dos piensa en que haya algo malo en contemplar a la mujer del otro desnuda, porque la mujer del otro no está desnuda, sino dándome el pecho a mí.
               -Ni casándonos llegaríamos a ser más familia, ¿eh, chico malo de Bradford?-bromea Louis, acariciándome un pie.
               Papá se echa a reír, niega con la cabeza.
               -Podrías habérmelo pedido antes de que los dos tuviéramos hijos.
               -Todavía estamos a tiempo de fugarnos-replica Louis-, creo que nuestras mujeres se arreglarían muy bien sin nosotros.
               Esta vez todos se ríen, y esperan pacientemente a que yo me separe de la teta de Eri, refortalecida, satisfecha y, sobre todo, feliz cual flor que percibe en el aire la llegada de la primavera.

               


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10 comentarios:

  1. Tengo que confesar que no esperaba llorar tanto con este capitulo, sobretodo viendo lo tranquilo que empezaba todo con la presentación a las familias. Pero cuando ha empezado todo el torbellino, he pasado una angustia que no había palabras suficientes para describir el nudo que tenía. Pobre Sabrae, pobre Sher y pobres los hombres Malik. Te juro que ha sido super angustioso y sí, he tenido que coger pañuelos y parar unos minutos porque tenía las gafas empañadas.
    No quiero ni imaginar como se ha sentido Sher al tener que ver a Sabrae amamantándose de otra mujer, aunque esa mujer fuera Eri. Para cualquier madre, sobretodo una tan cercana a sus hijos como Sher, no debe ser fácil una decisión así.
    Sabrae está siendo una historia preciosa Eri, en pequeñas dosis pero son dosis que valen por mí, que cada una de ellas son preciosas y te llenan al completo. Muchísimas felicidades por la gran escritora y poeta que eres, esa manera que tienes de combinar y unir las palabras son la mínima prueba de la magia que creas con tus dedos.
    PD: me he descojonado con Sabrae diciendose a si misma que lo más interesante que hacía era hacer caca. Ole ella!

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    1. No sé cómo me las apaño que siempre hago capítulos de llorar, y mira que yo no lo hago nunca ni cuando leo ni cuando veo pelis, pero es que con Sabrae se me hace tan imposible no ponerme sensible...
      Me pareció súper importante que conocierais la infancia de Saab por esto, para que vierais que Sher no sólo lucha por los hijos biológicos sino también por ella, y para que veáis cómo evoluciona hasta darse cuenta de que el hecho de no haber dado a luz a Saab no significa que no sea su madre (al margen de que también quería meterme un poco en cómo es el inicio de la vida de un personaje tan precioso como es Saab).
      Por una parte yo me imagino que será algo doloroso, pero por otra creo que también hay muchísimo tabú en cuanto a amamantar a los hijos ahora (?) Creo que es un instrumento de presión que viene de la revolución industrial y de cuando las mujeres de incorporan al mercado laboral, porque antes, en la Edad Media, había nodrizas (tanto para nobles como para plebeyas) y estaban totalmente normalizadas y no pasaba nada porque otra mujer amamantara a tu hijo, y Sherezade y Eri se darán cuenta de esto
      Me alegro muchísimo de que te guste Ari, creo que se nota un montón el cariño que le tengo a Sabrae, no paro de pensar en ella y en cómo será su relación con Alec. me muero de ganas de que sigáis leyendo (incluso de terminar Chasing the Stars para poder ponerme de lleno con esto, jajajaja) y vayáis viendo en la mujer en que Sabrae se va a convertir, estoy muy agradecida de que me haya elegido a mí para contar su historia ☺
      No, gracias a ti por tus comentarios, eres un amor de criatura, me siento muy afortunada de que me leas ❤ no sabes lo que los aprecio, aunque te parezca que no ❤
      PD: ese momento ha sido muy xd pero tenía que ponerlo, no me arrepiento de nada.

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  2. He sufrido muchísimo por Sabrae, nuestra pobre niña ❤
    Ver a Sherezade así me rompe el corazón, debe ser durísimo para ella ❤
    Una escena final preciosa, justo cuando creía que ya no me quedaban lágrimas boom
    "Ni casándonos llegaríamos a ser más familia, ¿eh, chico malo de Bradford?-bromea Louis, acariciándome un pie." Mi corazoncito Zouis no está bien
    Una maravilla de capítulo, escrito con una dulzura y una profundidad increíble. Me tienes a tus pies. ❤

    - Ana

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    1. Lleva siendo una luchadora desde el minuto 1, mi pequeñita ❤
      Si te soy sincera tenía dudas de quién debería amamantar a Sabrae, en un principio iba a ser Annie porque tiene una conexión muy fuerte con Sher (ya sabréis por qué) pero lo estuve hablando con una amiga y a las dos nos parecía un poco raro que a Sabralec les amamantara la misma mujer... y por eso Sher consigue aceptar las cosas, supongo que algo dentro de ella hace clic y se da cuenta de que no debería haber ese tabú. Además, me parecía una forma preciosa de acercar aún más a las familias ❤
      Muchísimas gracias Ana, no sabes la ilusión que me hace leerte en cada capítulo, ojalá no pares nunca ❤❤❤

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  3. Llorando a mares. Todos los capítulos son increíbles, pero este me ha tocado muchísimo. Me encanta cómo está yendo el spinoff. Me encanta cómo lo estás escribiendo y el sentido que le das a la historia. Por favor, sigue con esto, es impresionante.

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    1. Ay muchísimas gracias corazón, no sabes la ilusión que me ha hecho leer tu comentario. Seguiré con ella, no te preocupes, necesito que conozcáis a Saab como la conozco yo❤

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  4. PERO YO NO ME ESPERABA SUFRIR TANTO CON ESTE CAPÍTULO! NO SÉ CÓMO LO HACES PERO SIEMPRE EMPIEZO LOS COMENTARIOS GRITANDO EN MAYÚSCULAS PORQUE ME DEJAS PATIDIFUSA CON CADA CAPÍTULO!
    Sabrae es la mayor ricura que ha nacido en este mundo y punto, no hay más. Me encantan sus reacciones, como reconoce estar a salvo cuando está con Zayn, Sher o Scott y se me ha partido el corazón cuando pensaba que se iba a morir. Ha habido un momento en el que incluso he sufrido por si se moría y eso que sé de buena mano que eso no iba a pasar pero uffff me has hecho sufrir muchísimo!! ������
    Tengo que decirte que me ha parecido preciosa la escena final porque entiendo que Sher no quiera que otra mujer amamante a su hijo porque es un vínculo único pero al mismo tiempo me ha parecido tan bonito que haya sido Eri la que lo haya hecho... "Vamos a pedírselo entonces a la segunda madre de nuestro hijo" ha sido un final perfecto para un capítulo tan angustioso, y bueno ya de mi zouis heart ni hablamos porque se ha muerto con ese "ni casándonos llegaríamos a ser más familia, ¿eh, chico malo de Bradford?" SCOMMY Y ZOUIS SON LAS BROPS REALES DE LA HISTORIA
    Un capítulo precioso, Eri, de los que más sentimientos y emociones me ha transmitido, como siempre te hago la ola.

    UN BESO GIGANTE ������ (con corazones morados ��)
    -María.

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    1. MARÍA LO SIENTO SOY TAN MALA ES QUE ME ENCANTA HACEROS SUFRIR!!!!!!!!!!!!
      Me muero de ganas de que conozcáis a Sabrae y veáis cómo es es que uf es tan preciosa, me alegro tantísimo de que me hayáis dejado hacer el spinoff porque mentiría si dijera que no es de los mejores personajes de Chasing the stars, probablemente el mejor, y se merecía sus momentos de gloria y fama. Es fuerte pero a la vez súper familiar, no hay más que ver lo que tú dices, que se siente a gusto y protegida estando con sus pares y con su hermano, y la forma en que lo descubre y describe todo es un reto para mí pero a la vez me parece tan necesario...
      Pues te repito lo que he dicho antes, al principio tenía dudas sobre si debía ser Eri o Annie quien la amamantara, pero porque me parecía un poco... ¿raro? que Annie fuera luego su suegra al final me quedé con la madre de los Tomlinson, y creo que he tomado la decisión acertada porque eso ha acercado muchísimo a las familias ☺
      Muchísimas gracias Maria, no sabes lo importante que es para mí leer tus comentarios, realmente hacéis que merezca la pena el tiempo que dedico a escribir Sabrae ☺
      Un besote ❤❤❤ (aunque no me salen los corazones morados, sniff)

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  5. HE SUFRIDO MUCHISIMO LEYENDO ESTO VALE. DEMASIADO.
    Bueno empecemos desde el principio: he sentido mucha pena por Sher. No es justo que este tan nerviosa por Trisha joder, que suegra mas toca huevos hostia. De verdad se piensa que siendo la mejor abogada del mundo va a estar con su hijo por dinero? ENCIMA ES EL FEMINISMO EN PERSONA, COMO VA A HACER ESO POR FAVOR. TRISHA ESTAS ALIENADA VALE. Me ha parecido super tierno Zayn consolandola :((. Eso si, la risa asegurada cuando Scott queria hacer la escena del rey leon, madre mia, muy done de verdad JAJAJAJAJJAJAA.
    Luego ha venido la familia de Sher y ha sido todo paz y felicidad jejjeje.
    PERO LO QUE HA VENIDO DESPUES NO ME HA GUSTADO ERIKA. NO ME HA GUSTADO QUE MI HIJA SUFRIESE TANTO VALE. ME HE ANGUSTIADO MUCHO. ENCIMA SCOTT DESPIDIENDOSE DE ELLA QUE SI NO SUPIESE QUE SOBREVIVE PENSARÍA QUE SE IBA A MORIR VALE. MI SABRAE PRECIOSA T.T T.T
    T.T . Y LA ESCENA QUE HAN MONTADO ZAYN Y SHER EN EL HOSPITAL, AY DIOS MIOS AY DIOS MIO, ME PENSÉ QUE SE LIABAN A HOSIA LIMPIA AJAJAJAJA.
    Luego he sentido otra vez pena por Sher y he llorao. No se tiene que sentir tan miserable por eso joe, darle leche a tu hijo no hace el vínculo :((((. Gracias Eri por ser la mejor amiga del jodido mundo vale.
    Menos mal que luego estaba Louis haciendo el tonto porque si no la bajona estaba asegurada JAJAJAJAJJA.
    Me encanta la dirección que esta llevando esta novela de verdad, estot super emocionada. NO PUEDO ESPERAR QUE APRENDA A HABLAR VALE. O QUE SEA UN POCO MAS MAYOR Y EMPIECE A CONTESTAR A SCOTT AY AY DIDNWLFNEOF.

    Por cierto, me pense que ya sabías que leía Sabrae desde el principio :(((. Sabrae forever ��

    -Patricia

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    1. IMAGÍNATE LO QUE SUFRÍ YO ESCRIBIÉNDOLO, DOS VECES ME PUSE A LLORAR EN FIN
      Sher me da lástima a ratos porque estoy convencida de que gran parte del odio que cree que Trisha le tiene es imaginario y :(((( mi pobre hijita, no se merece pasarlo mal
      ME HE REÍDO CON LO DE TRISHA ESTÁ ALIENADA pero a ver también la entiendo, la moza no conoció a Sher hasta que se enteró de que estaba embarazada de Zayn, así que hasta cierto punto veo normal que la vea como una "interesada" (pero vaya que se medio odian porque son bobas en fin) aunque ya ha pasado bastante tiempo y Trisha ve lo feliz que hace a Zayn así que BUENO.
      Si te ha gustado cómo ha sido conocer a las familias y a los tíos por parte de madre, imagínate cómo será cuando las hermanas de Zayn conozcan a la pequeña ☺
      ERA UN MOMENTO NECESARIO PORQUE LO MENCIONÉ EN CHASING THE STARS, ¿NO OS ACORDÁIS DEL MIEDO DE SHER A NO QUERER A SABRAE COMO UNA HIJA Y LA NOCHE QUE PASA EN VELA QUE LA HACE VER QUE LA QUIERE IGUAL QUE A SCOTT?
      PUES ES ESTA NOCHE.
      Scott se despide de ella con todo el amor del mundo, no creo que nunca llegara a ser consciente de lo grave de la situación
      Y buf ya la última parte fue cuando volví a llorar, con Sher sintiéndose tonta por no saber lo de la leche (que me lo he inventado pero bueno xd) a pesar de que la culpa no sea suya, y luego finalmente decidiendo que va a dejar que otra le dé el pecho, con todo lo que eso implica... aunque, como tú bien dices, de mamar no sale el vínculo, pero aun así hay tabú
      Un brindis por Louis quitándole hierro al asunto, cómo quiero a mi marido es que me lo comía con patatinas.
      Me alegro un montón de que te guste el rumbo que va tomando la novela, realmente creo que va a superar a Chasing the Stars porque va a tener una visión más amplia, y aunque no quiero que se acabe CTS porque sería decirle adiós a una época preciosa de mi vida, una parte de mí tiene ganas de estar libre y poder dedicarle a Sabrae el tiempo que se merece ☺

      No sé por qué pensaba que no me leías, aunque ahora que lo pienso creo que en el último capítulo comentaste (?) me extrañaba un poco pero no quería decirte nada para que no te sintieras presionada JAJAJAJAJAJA
      Un besote guapa, muchas gracias por comentar, como siempre ❤

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